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El centro social de Longueira o la elipsis de la política

Aldo Mascareño
Por : Aldo Mascareño Profesor investigador de la Escuela de Gobierno de la UAI
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El ‘centro social’ es una elipsis de la política porque busca hacernos creer que estaríamos mejor sin ella. Una vez más.


Es tan evidente que ‘el centro social’ de Longueira es la elipsis de la política, que el concepto tuvo que surgir como aquello opuesto al ‘centro político’ de Allamand.

La elipsis es un atajo, un ahorro de palabras, una economía del lenguaje. La elipsis… un secreto. Lo que se oculta se presupone, pero puesto que se oculta, nadie puede estar seguro de cuál es el secreto. Por ello se trata también de un modo de manipulación, como lo es cualquier secreto, desde el misterio religioso hasta WikiLeaks.

El ‘centro social’ es la elipsis de la política, porque sin eliminarla directamente, se la reemplaza por puntos suspensivos, se la oculta en el objetivo propuesto, porque todo puede transcurrir de mejor modo y más eficientemente sin ella, porque no se la necesita para interpretar los deseos del pueblo. Como antes lo hacía Lavín cuando hablaba de los ‘problemas reales de la gente’, ahora el ‘centro social’ es el hoyo negro que engulle cualquier deliberación, cualquier manifestación pública, cualquier asomo de disidencia o de duda. La gente, el pueblo, se le revela al ‘centro social’. Todos los demás necesitan de la política para presentar, impulsar y luchar por sus proyectos o anhelos. El ‘centro social’ no. A él, los elegidos se le muestran. Se le deben mostrar porque el vínculo es directo; porque de tanto vivir en las poblaciones, uno sabe qué quieren los pobres aunque no lo digan, o aunque digan que quieren lo contrario. El ‘centro social’ es la epifanía de un futuro sin desgastes políticos, es la experiencia del otro sin mediación de palabra, racionalidad, escritura o comunicación. Es como en las antiguas imágenes de Village: tu y yo, solamente.

[cita]El ‘centro social’ es una elipsis de la política porque busca hacernos creer que estaríamos mejor sin ella. Una vez más. [/cita]

No hace falta decir que el ‘centro social’ es populismo. Tantas cosas lo son a estas alturas que el epíteto se ha devaluado. Pero porque el ‘centro social’ es la elipsis de la política, entonces puede llamarle ‘gobierno militar’ a la dictadura sin dolor alguno, porque los dolores aparecen cuando la política entra en escena. Puede también insistir sin sombra de duda en que la única clave del desarrollo es el crecimiento, porque para preocuparse de las desigualdades es la política la que debe ponerse en acción. Y puede también querer convencernos de que las reformas a la Constitución y al sistema electoral son secundarias porque el ‘centro social nos ha dicho’ que está preocupado de la delincuencia, el trabajo y la droga.

El ‘centro social’, además, trivializa lo popular, porque no le otorga rango político. No lo pone a la derecha ni a la izquierda; lo desplaza al margen de la comprensión moderna de las cosas. Lo degrada epistemológicamente. Lo popular del ‘centro social’ es el otro que hay que acoger en su unidad y plenitud, porque la política moderna le ha pasado por encima con tecnicismos, legalismos, procedimientos y votaciones. Lo popular del ‘centro social’ es generalmente barrio, con cancha de tierra y almacén de la esquina. No está interesado en grandes reformas. Quiere orden y disciplina. No le importan los grandes relatos; un abrazo transmite siempre más.

Pero el ‘centro social’ no solo inventa lo popular. Atrapa también a todo aquel que cree que lo político se opone a lo social y que, por tanto, se debe neutralizar a la política tras un gesto de desprecio para descubrir a las personas en su esencia verdadera. Es un escenario cuasi ritual que conduce a la utopía de una sociedad exenta de conflicto. Este gesto elitista subvalora al que discute, al que protesta, al que disiente, al que se expresa políticamente. Y lo hace en nombre del contacto directo con una ‘mayoría silenciosa’, que solo por silenciosa nadie puede asegurar qué quiere.

El ‘centro social’ es una elipsis de la política porque busca hacernos creer que estaríamos mejor sin ella. Una vez más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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