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La Corte de La Haya y la lógica de los funcionarios internacionales

Por: Eduardo Goffard Molina


Señor director:

Trabajé durante 8 años como Consultor del UNDP, en su Agencia ONUDI. Mientras trabajaba en Brazaville, en cierto momento se me acercaron unos colegas del equipo, que llevaban muchos años más que yo trabajando como expertos. En pocas palabras, me sintetizaron sus objetivos como Consultores de Naciones Unidas: «Eduardo, si pretendes resolver los problemas de los países en desarrollo en tu trabajo, ¿dónde vas a trabajar tú los próximos años o dónde van a trabajar tus hijos en 20 años más?».

La idea fundamental reside en que durante tus dos años de contrato, tú detectes nuevos problemas del país en que trabajas, de manera que tus recomendaciones conduzcan a la creación de tres nuevos proyectos; y en tres años más, si se sigue esa lógica, habrá 9 nuevos proyectos donde podrás trabajar tú o tus hijos. En mis 8 años en Naciones Unidas, constaté que esa observación de mis colegas franceses correspondía a una filosofía arraigada sobre todos los estratos de la organización, sean administrativos o consultores. Extrapolando esa filosofía a las decisiones que tomó la Corte Internacional de Justicia, donde todos sus miembros tienen el mismo estatus laboral del que mis colegas y yo gozábamos, llego a la inevitable conclusión que esos 12 o 15 miembros están ofreciendo como solución, no lo que resuelva el problema, sino aquello que cree nuevos problemas que les permita a ellos seguir trabajando como funcionarios internacionales.

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