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De qué hablamos cuando hablamos de calidad de la educación

Mirtha Abraham
Por : Mirtha Abraham Académica. Directora del Programa de Magíster en Educación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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La calidad es un concepto que ha estado permanentemente en el debate educativo. Lo instalaron con fuerza las políticas educativas desde los años noventa, reaparece con nuevos bríos durante el movimiento estudiantil de 2006 y 2011, y hoy nuevamente adquiere presencia a partir de los cambios relevantes que propone el actual gobierno.

¿Por qué el debate aparece y reaparece permanentemente? ¿Pareciera que no estamos satisfechos con lo logrado? ¿O quizá lo avanzado es claramente insuficiente? ¿Comprendemos realmente qué estamos entendiendo por calidad de la educación?

Hablar de calidad de la educación supone definir a qué educación aspiramos, para qué y para quiénes la deseamos. ¿Es lo mismo hablar de la calidad de la educación que pretende una institución privada confesional con un proyecto educativo determinado que hablar de la calidad de la educación pública? Cuando hablamos de ‘calidad de la educación pública’ nos estamos refiriendo a una política de formación del ciudadano, encaminada al bien común, en el marco de un proyecto de sociedad a la cual aspiramos. La noción de calidad de la educación presupone una concepción de realidad, una postura frente a las interrelaciones que se establecen entre la educación y el sistema social, es decir, la noción que se adopte de calidad representa una opción política.

La calidad de la educación es un concepto que está en permanente construcción y que es necesario explicitar cuando nos referimos a él.

Una de las nociones de calidad que se ha ido imponiendo a lo largo de los últimos años, es aquella que reduce el concepto exclusivamente a los resultados obtenidos por los estudiantes en las pruebas estandarizadas, es decir, se limita al rendimiento de los alumnos frente a determinados contenidos de aprendizaje. Este uso reduccionista de la calidad ha traído como consecuencia, entre otras cosas, la preocupación prioritaria por enseñar aquellos conocimientos que serán medidos en las pruebas y de esta manera, alcanzar los puntajes requeridos; pero también se han establecido ranking que segrega a los establecimientos educacionales y estigmatiza a los docentes y estudiantes.

Nadie duda de que el estudio de las asignaturas escolares y su dominio sean fundamentales para acceder al acervo cultural que hemos producido socialmente y al que toda persona aspira; del mismo modo, los conocimientos y habilidades adquiridas son primordiales para desenvolvernos en la sociedad actual. Sin embargo, esto no es suficiente para la formación de un ciudadano consciente de sus derechos y deberes, responsable consigo mismo y con los demás y respetuoso del medio ambiente y del contexto donde vive. Hoy es necesario reconocer que la calidad involucra la educación de los estudiantes en sus distintas dimensiones cognitivas, sociales y emocionales. Entendemos que el ser humano integral es cuerpo, emoción y mente, el cual se sitúa en un contexto social y cultural específico, que se manifiesta mediante distintos lenguajes como formas de expresión, pero que también mediante el lenguaje crea realidades y mundos posibles. En consecuencia, hablar de calidad implica, al menos, considerar estas dimensiones como parte de su ser y hacer en la escuela.

Asumir el desafío de la calidad involucra a los centros educativos, su organización y estructura interna, su gestión, las relaciones que se establecen entre los actores participantes y el liderazgo que ejercen directivos y docentes en los procesos pedagógicos.

La calidad de la educación pública compromete al Estado, en tanto, ente regulador que fija políticas y diseña mecanismos para favorecer el acceso a la educación de todos los ciudadanos, por tanto, éste ha de preocuparse, conjuntamente con los establecimientos educacionales, tanto de los resultados obtenidos a partir de los contenidos curriculares, como también de los aprendizajes que los alumnos obtienen a partir de otros ámbitos relacionados con la vida escolar, como la formación en valores, la convivencia en la escuela, los vínculos interpersonales que establecen entre ellos y con los docentes, los espacios de participación en los que intervienen y las diversas manifestaciones artísticas y recreativas a las que pueden acceder y que los involucra. Todo ello forma parte del desarrollo personal de los niños, niñas y jóvenes dentro de la cultura escolar y por qué no decirlo, también del aprendizaje de los docentes, quienes aprenden del conocimiento de sus alumnos y de la incorporación de su identidad cultural a los saberes de la escuela.

Asimismo, la calidad de la educación es un tema de preocupación permanente de las instituciones que formamos profesores, en que la actualización de las propuestas curriculares, su contextualización en virtud de las necesidades del sistema educativo y de los intereses sociales en su conjunto, el debate de ideas, las producción individual y colectiva de nuevos conocimientos, el diseño de nuevas metodologías y el mejoramiento de las prácticas pedagógicas al interior del aula, constituyen algunos de los componentes esenciales de su quehacer formativo.

En definitiva, hablar de calidad de la educación no es referirse sólo a un aspecto de la formación, es un concepto complejo, pero posible de abordar, siempre que nos abramos al desafío que ello implica. Hablar de calidad de la educación pública es considerar la educación como un derecho y no como mercancía, es otorgar el derecho a los padres a seleccionar el colegio y no que éste seleccione a los alumnos que desea tener, es mejorar la institucionalidad y la gestión escolar. Pero también, es enseñar a los alumnos a pensar y a reflexionar, a interpretar la realidad para transformarla, es desarrollar pensamiento crítico, es aprender a convivir, a respetar, a debatir, a disentir, a considerar los problemas como desafíos y no solo como dificultades, es intercambiar ideas sin descalificar, y sobre todo, es aprender de la diversidad de nuestros estudiantes, de sus distintos contextos culturales, sociales y económicos, es verse frente a frente en la diversidad que nos enriquece a todos.

Si el sentido de las reformas educacionales va en esta dirección, creemos que están bien encaminadas.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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