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Estudiantes movilizados: entre ponerle y no ponerle…

Dino Pancani
Por : Dino Pancani Doctor en Estudios Americanos
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Soy un convencido de que quienes gozan de privilegios sólo perderán sus prebendas si la sociedad reclama y se moviliza decididamente por alcanzar mejores niveles de justicia social; si expresa su rabia y molestia; si es capaz de proponer y velar por que su propuesta no sea conjurada. Hoy, se organizan avances cualitativos en materia educativa, por eso, existe urgencia de abrocharlos y presionar por que la teja se corra cada vez más hacia una justicia plena.


Nos encontramos en el inicio de un proceso de cambio en el sistema educativo, la discusión de una reforma fruto de la movilización de los estudiantes secundarios y universitarios, quienes con sabiduría y arrojo han sabido poner en la agenda político/social,  el 2006 y 2011, la necesidad de construir un país más justo en lo educativo, y en otros ámbitos de la sociedad: vivienda, salud, medio ambiente, entre otros.

Las reivindicaciones de los estudiantes han tenido una amplia aceptación en la opinión pública, la que se expresa en distintos sondeos y, por qué no explicitarlo, también a través de la mayoritaria preferencia ciudadana por el programa de gobierno presentado por la Nueva Mayoría. Comunidad que, entre otras cosas, dijo que Chile requería de un sistema de educación superior gratuito y de calidad y de un sistema de educación básica y secundaria que tuviese más presencia del Estado, único sostenedor que podría asegurar más calidad y justicia. Dicho de manera gruesa: existe una amplia opción por los cambios profundos y ése fue el mandato entregado al actual gobierno y sus parlamentarios.

La sociedad chilena exige profundidad y no cosmética, participación y no gatopardismo, justicia y no sólo equidad. Nadie puede asegurar que toda la Nueva Mayoría actúe en concordancia con este espíritu y mucho menos que toda esté convencida. A ratos, resulta difícil creer que algunos y algunas militantes de los partidos de gobierno trabajarán por articular cambios a los cimientos del sistema; más bien, expresan su voluntad de arreglar las cosas al estilo Concertación: una sopladita por aquí, otra por allá, una pasadita de trapero y ya, nuevamente se califican cambios superfluos como el proceso más grande de los últimos dos siglos; ¿recuerdan éstas y otras escenas?, ese guión lo hemos sufrido en demasía.

[cita]Soy un convencido de que quienes gozan de privilegios sólo perderán sus prebendas si la sociedad reclama y se moviliza decididamente por alcanzar mejores niveles de justicia social; si expresa su rabia y molestia; si es capaz de proponer y velar por que su propuesta no sea conjurada. Hoy, se organizan avances cualitativos en materia educativa, por eso, existe urgencia de abrocharlos y presionar por que la teja se corra cada vez más hacia una justicia plena.[/cita]

Dicho lo anterior, ¿es entendible que los estudiantes miren con recelo los movimientos políticos que se fraguan en el Poder Ejecutivo y en el Parlamento?, me parece que sí, que sobran los motivos para tener desconfianza; sin embargo, esta incredulidad puede jugar la mala pasada de no permitir identificar con claridad cuándo, para concretar la transformación deseada, conviene unir fuerzas y contribuir al avance que se propone.

Dentro del marco de la discusión y articulación de la reforma educativa, la decisión que tomaron los estudiantes, mantenerse movilizados, es acertada y necesaria, esencialmente porque permite mantener vigilantes a los movimientos sociales, lo cual puede redundar en la inhibición de los sectores conservadores que buscan graduarse de celadores del actual orden. Además, valorándolo como un esfuerzo común y coordinado, el ingreso de ex dirigentes estudiantiles al Parlamento y al Ministerio de Educación, potencia las demandas históricamente comandadas por los jóvenes.

Nuevamente, dicho lo anterior, surge la duda de si la audacia mostrada por el movimiento estudiantil en sus luchas recientes, se condice con la radicalización de las movilizaciones que adopta un grupo del movimiento… Instalo esta interrogante, ya que, a veces, la movilización de algunos estudiantes aparece más cercana al continuismo transversal que se apropió de la transición, que a los aires transformadores que ellos mismos ayudaron a fundar.

En esa línea, vuelvo a preguntar: hoy, la toma de un liceo ¿contribuye a mejorar la educación pública, fortalece la calidad educativa que cada estudiante debe recibir en su formación escolar, vigoriza el vínculo entre la escuela y su comunidad, robustece al movimiento estudiantil? La respuesta  está en la necesidad de que los estudiantes vuelvan a tener creatividad y eficacia en las movilizaciones que se proponen.

Soy un convencido de que quienes gozan de privilegios sólo perderán sus prebendas si la sociedad reclama y se moviliza decididamente por alcanzar mejores niveles de justicia social; si expresa su rabia y molestia; si es capaz de proponer y velar por que su propuesta no sea conjurada. Hoy, se organizan avances cualitativos en materia educativa, por eso,  existe urgencia de abrocharlos y presionar por que la teja se corra cada vez más hacia una justicia plena.

En definitiva, brego por que la sociedad en su conjunto mantenga presión y vigilancia sobre los cambios comprometidos, al igual que tenga la sapiencia para promover y organizar un flujo que mantenga distancia entre la necesaria profundidad de cambio que el sistema educativo requiere y el entorpecimiento a los esfuerzos que se realicen para lograr dichos cambios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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