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«Y Dijeron que Estaba Bien…»


“Y todos dijeron que estaba bien…”, fue la frase reiterada por la hija del pastor Billy Graham, cuando le preguntaron por qué Dios permitía que el mundo estuviera como estaba. Ella respondió que no era culpa de Dios, sino precisamente de que el mundo contravenía de manera sistemática la ordenanza divina y, cada vez que lo hacía, “todos decían que estaba bien”.

Acá en Chile lo estamos viviendo. Cuando “la calle” se tomó la ídem en 2011 nadie prestó mucha atención a lo que decían los jóvenes revolucionarios que desfilaban, destruían y agredían. Tan poco se les oyó lo que decían que el entonces Presidente, aludiendo en la ONU al movimiento estudiantil, lo proclamó como “noble, grande, hermoso”, empleando sus tres sinónimos de rigor, pese a que el primer paso de la revolución así iniciada era deponerlo a él.

Pero en el fondo y en la forma lo que pedían los líderes de ese movimiento era que a los chilenos se nos privara de la mayor parte de nuestras libertades. Desde luego, tratándose de líderes estudiantiles, la primera en caer debía ser la libertad de enseñanza. Pues querían un único educador, el Estado. Manejado por ellos, naturalmente. Precisamente lo que está buscando hacer ahora su representante más genuino, Eyzaguirre.

Lo notable es que había unanimidad de opiniones (con la excepción de este blog, naturalmente, pero es una excepción tan insignificante que nadie la tomó en cuenta) expresando que las peticiones del movimiento “noble, grande, hermoso” eran “legítimas”. Se decía que, claro, los atentados y agresiones de los “encapuchados” no estaban bien, pero casi se insinuaba y desde luego se aceptaba que los delincuentes actuaban al margen de los organizadores de las marchas, lo que no era así. Eran de los mismos. Y, que se sepa, no hubo uno(a) solo(a) condenado por los delitos que cometieron, muchos de los cuales quedaron filmados en toda su flagrancia.

La secuela natural de todo ello fue que el gobierno de tan benévolo juicio hacia ellos fue estruendosamente derrotado en la elección que venía y el 62% de los votantes puso el poder en manos de sus oponentes, los representantes de “la calle”, acompañados por la infaltable decoración de los Kerenskys de siempre. Nunca he compartido el argumento de que ese 62% de votos sólo eran el 24% de los ciudadanos inscritos, porque aquellos votantes constituían una “muestra” tan grande del “universo” ciudadano que estadísticamente uno puede concluir que los no votantes tenían una opinión similar a la de los que sufragaron. Entonces, la realidad es que una mayoría significativa de la ciudadanía votó por perder sus libertades. Y el gobierno elegido por esa mayoría se ha dedicado a realizar la tarea. «Y todos dicen que está bien…»

Pues lo más grave ha sido la aquiescencia de sus opositores, que manifiestan que sí, que está bien darle más recursos al Estado, con lo cual las personas pierden una parte de la libertad de administrar su patrimonio; que sí, que está bien emplear esos recursos en una reforma educacional, sabiendo que el gobierno quiere terminar con la libertad de enseñanza; que sí, que está bien que el SERNAC pase a ser juez y parte para vigilar y sancionar a los empresarios con un enorme arsenal de facultades adicionales; que sí, que está bien que las grandes tiendas pierdan su libertad de poner término a sus tarjetas comerciales y de modificar sus comisiones, lo que constituye una fijación de precios; que sí, que está bien que haya cada vez menos libertad para que cada cual convenga un contrato de trabajo o tenga libertad para sindicalizarse o no o de ir o no a huelga o reemplazar a los huelguistas con personas que deseen trabajar.

Todo lo que se está proponiendo es para que los chilenos seamos menos libres. Todo conduce a un mayor tamaño del patrimonio del Estado, posibilitado por gravámenes que hacen menor el patrimonio privado.

Y el baluarte de la sociedad de libertades, la familia, se ha desmoronado y ya el 70% de los chilenos nace fuera del matrimonio, que es a su vez la base de la familia. Nos hemos convertido en un “país de huachos”, como ha escrito en “La Tercera” el historiador Alfredo Jocelyn-Holt. “Huachos” que sólo sabrán hacer lo que les enseñe el Estado, porque el antiguo “hogar familiar”, fuente de toda la primera enseñanza fundamental, que es la base de la educación formal, está dejando de existir, mientras «todos dicen que está bien…».

Sí, la sociedad libre tiene en Chile sus días contados porque cada paso dado para privar de alguna libertad a los chilenos ha estado precedido de un coro de voces que “dijeron que estaba bien”.

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