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Asamblea Constituyente para revitalizar la institucionalidad

Que en el Chile actual no exista un vacío de poder o un golpe de Estado que lo preceda, no nos imposibilita de ninguna manera en avanzar hacia un cambio constitucional a través de una asamblea constituyente participativa y democrática. Que hoy se realice un cambio a través de esta vía es una posibilidad histórica e innovadora, un avance en los últimos 40 años en Chile, un paso a dar legitimidad ciudadana a la organización del Estado.


«Si no hay una crisis institucional, y existe un fenómeno crónico de desencanto, de distanciamiento, cuando nos ponemos a fumar opio, con propuestas inalcanzables, más se acentúa ese fenómeno crónico». Camilo Escalona.

Chile tiene uno de los más altos índices de crecimiento económico de los últimos años en Latinoamérica. Sumado a esto, llevamos más de 20 años en una estabilidad democrática que nadie podría cuestionar. Asimismo, no podemos negar que exista una deslegitimación de los organismos institucionales y un claro descontento hacia los representantes de los diferentes poderes del Estado.

Los datos hablan a nuestro favor. En las últimas elecciones solo participó el 41,98 % de los electores, siendo electa la Presidenta Michelle Bachelet solo con el 25% del total del padrón electoral nacional. En las encuestas alrededor del 50% desaprueba la labor del Congreso y casi un 75% la de los jueces, mientras tanto, por otro lugar la confianza a los partidos políticos es de un 6%. Pero no solo lo vemos en los datos concretos, sino día a día en las calles y con nuestros pares que expresan su descontento fustigando las malas prácticas de la «clase política», la no solución a los problemas cotidianos que sufren las clases más populares, tales como aquellos referidos a la salud, educación y vivienda y principalmente reprochan el no sentirse parte ni ser escuchados en las discusiones y decisiones que los organismos centrales elaboran.

La importancia de que este descontento no se exprese en una crisis mayor que lleve a las etapas más oscuras de las últimas décadas de la historia de Chile, es de lo que debemos hacernos cargo. Para evitar una caída insurrecta del Estado tenemos que otorgarles legitimidad a nuestras instituciones, no solo a las elegidas por votación popular, sino también a todos nuestros organismos estatales. Esto solo puede ser posible otorgando un nuevo ordenamiento supremo que las regule, del cual sintamos una intima cercanía al ser participes y creadores de este. La única opción posible es la Asamblea Constituyente, resultado de la expresión mayoritaria, participativa y democrática, respetando a la más amplia diversidad que confluye en la nación.

[cita] Que en el Chile actual no exista un vacío de poder o un golpe de Estado que lo preceda, no nos imposibilita de ninguna manera en avanzar hacia un cambio constitucional a través de una asamblea constituyente participativa y democrática. Que hoy se realice un cambio a través de esta vía es una posibilidad histórica e innovadora, un avance en los últimos 40 años en Chile, un paso a dar legitimidad ciudadana a la organización del Estado.  [/cita]

En Chile desde julio de 1989 que se viene reformando la Constitución, englobando estas modificaciones más de 30 enmiendas y 240 artículos. Debemos recalcar que la Constitución es la base de toda construcción estatal sobre la forma de organizar la convivencia político-jurídica. Sabemos que el actual gobierno en su programa de campaña propuso un cambio constitucional, pero aún no hay claridades sobre si será una nueva Constitución o solo reformas a las actuales y mucho menos el mecanismo que utilizarán para realizarlo.

Actualmente la Asamblea Constituyente se presenta como una herramienta sumamente importante para la democracia moderna como mecanismo de ejercicio del Poder Constituyente originario en un sinnúmero de países e incluso llegando a ser, en algunos territorios, utilizada como ejercicio del Poder Constituyente derivado. Entiéndase como Poder Constituyente originario el que recae en la soberanía para darse a sí mismo una Constitución completamente nueva y el derivado se encuadra en la acción de realizar reformas a la Constitución ya existente en la nación.

En la historia constitucional Chilena, la Constitución de 1928 es resultado del Poder Constituyente originario democrático, evidentemente, entendiendo democracia en los márgenes del periodo. Este proceso constituyente no tuvo como precedente un quiebre institucional, sino, muy contrariamente, fue un trabajo del liberalismo de ese entonces de dotar al Estado de una Constitución racional.

Las diferentes doctrinas clásicas sobre el Poder Constituyente son escritas dentro de los contextos históricos de las revoluciones liberales-burguesas que acontecieron en el siglo XVIII. Acordes a esos antecedentes, muchos señalan que la asamblea constituyente es un mecanismo utilizado en momentos álgidos de crisis institucionales.

Que en el Chile actual no exista un vacío de poder o un golpe de Estado que lo preceda, no nos imposibilita de ninguna manera en avanzar hacia un cambio constitucional a través de una asamblea constituyente participativa y democrática. Que hoy se realice un cambio a través de esta vía es una posibilidad histórica e innovadora, un avance en los últimos 40 años en Chile, un paso a dar legitimidad ciudadana a la organización del Estado.

Otros argumentan que las asambleas constituyentes, en especial las latinoamericanas, son usadas por gobiernos populistas para acrecentar aun más su poder. Contrariamente podemos afirmar que las asambleas constituyentes no son exclusivas de Latinoamérica y que históricamente países europeos las han utilizado como mecanismo para darse a sí mismos una Constitución, claro ejemplo es Italia con su Constitución de 1948.

Concluyendo, podemos señalar la importancia de generar una nueva Constitución a través de la participación ciudadana, para así lograr permeabilidad y un «sentir propio» a nuestro ordenamiento político-jurídico. La principal forma de participación ciudadana, multisectorial, identitaria y vinculante es la Asamblea Constituyente que hoy el pueblo de Chile reclama como forma de cambiar el actual sistema ya decadente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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