El Fiscal Nacional Económico ha decidido hacer su aporte a la tarea de destrucción de la economía privada emprendida por el Gobierno (por el momento enfrascado en liquidar la educación particular subvencionada laica y en arrebatar a las empresas el equivalente al US$8.200 millones de dólares a través de mayores impuestos), dando un golpe mortal a la producción avícola. El Gobierno prepara golpes adicionales a través de las reformas laboral y constitucional y, localizados, a las isapres, al mercado del agua y a las AFPs.
El Fiscal Nacional Económico no es un revolucionario, pero hace este aporte a la revolución seguramente porque ignora conceptos básicos de microeconomía, según los cuales, cuando existe un oligopolio, la alternativa frente a un acuerdo o cartel entre las empresas es la guerra de precios entre ellas, que terminará con uno o más oligopolistas quebrados y el mercado todavía más concentrado, ya fuere en un monopolio o un duopolio, tan perjudicial para los consumidores como el que actualmente existe en materia electoral lo es para los electores (aunque éstos no se den cuenta).
Para comenzar, en el mercado avícola actual hay amplia competencia potencial, porque es un mercado desafiable y abierto, y cualquier chileno puede producir pollos o importarlos. Y si nadie lo hace significativamente es porque los pollos que producen los actuales empresarios del rubro son mejores y/o más baratos.
Como en la respectiva industria hay grandes economías de escala (si la producción aumenta baja mucho el costo unitario) han quedado tres empresas mayores, que utilizan la mejor tecnología y, además, tienen capacidad exportadora. Si se pusieran a competir entre ellas por precios, se generaría una guerra por bajarlos y seguramente una o dos perecerían en ese conflicto, que tendría, entonces, como resultado, un monopolio o un duopolio, todo ello con perjuicio para los consumidores.
Como siempre es preferible la paz a la guerra, los oligopolistas del mercado de los pollos han llegado a un acuerdo, tácito o expreso, de cuotas de producción, que ha sido beneficioso para ellos y para los consumidores (que están protegidos, reitero, por la libre importación y por la libre entrada al mercado de cualquiera que desee producir pollos). Y Chile sale ganando porque tiene una industria avícola de gran escala y primer nivel tecnológico.
Además, la paz y la «no-guerra» de precios han permitido que, cuando alguna de las industrias mayores ha tenido un problema grave, derivado de algún siniestro u otra situación imprevista, las demás la han ayudado a salir adelante. Porque así son los “acuerdos de caballeros”, no como los que la Alianza ha suscrito con la Concertación, en que, después que la primera cumple, la segunda no (acuerdo para liberar terroristas y militares tras diez años de cárcel, que la primera cumplió y la segunda no, con el resultado de que todos los terroristas fueron liberados y los militares siguen presos y muriendo en la cárcel; o como el acuerdo para nombrar a Brito y Pfeiffer en la Suprema, en el que, tras ser nombrado el primero con votos de la derecha, el segundo fue rechazado con votos de la izquierda). Es que para que exista un “acuerdo de caballeros”, todas las partes deben serlo. Y en Chile es casi imposible que se cumpla ese requisito.
Si alguien le hubiera hecho al Fiscal Nacional Económico una clase de microeconomía, sección “El Oligopolio”, probablemente él se habría abstenido de sancionar en términos ruinosos y de poner en la picota del ludibrio público a los productores de pollos, como lo ha hecho.
Como los periodistas, que saben todavía menos microeconomía que el Fiscal, se han hecho parte de la pública condena a los actuales empresarios, éstos han quedado expuestos, además (como ya lo reclaman algunas voces), a que su producción porcina se vea igualmente sometida a una caza de brujas como la de la avícola (la cual, según me informan algunas dueñas de casa, ya se ha traducido en un alza del precio de los pollos). Entonces se demuestra una vez más que podemos saber dónde comienza el populismo económico, pero no dónde puede terminar.