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Adiós, Libertades


Los que nos llamamos «de derecha» lo somos porque creemos en un valor básico: la libertad. En “La Segunda” de hoy viene un suplemento que incluye la sección “Bienvenidos: un catálogo humano de los extranjeros que están cambiando Chile”, donde aparece Deryck Oñate Espinel, cubano, “desarrollador web”, que se vino de su país porque “la gente allá no tiene internet… Siempre supe que para hacer lo que me gustaba profesionalmente tenía que irme a otro país… Aquí se siente que hay muchas oportunidades y que el límite es uno mismo”.

Ése es Chile… o estaba siendo. Libre. Gracias al sistema de libertades que garantiza “el modelo” creado entre 1973 y 1990. Pero se ha decidido cambiarlo por “el otro”. Bueno, Deryck, te queda poco: acá están reemplazando ese “modelo” por uno más parecido al que hay en tu país, de donde decidiste venirte. Ahora, que pierdas tu libertad como “desarrollador web” es sólo cuestión de tiempo. ¿O crees que después de suprimir tu libertad para enseñar y educarse, para elegir sistema de salud, para disponer de derechos de agua y cultivar la tierra o trabajar minas o producir energía, o para desplazarte por las carreteras de la Araucanía o contratar trabajadores para que tu empresa no sea cerrada por una huelga o para ir de compras un domingo por la tarde o producir pollos o porcinos al precio que tú determines, se van a detener ahí y no van a suprimir más y más libertades? ¡Nunca ellos se han detenido ahí! Siempre encuentran que les falta algo más, hasta tener el poder total. Como en tu país, Deryck. Y como casi pasó acá hace cuarenta y un años.

En Chile están sucediendo cosas que habrían sido increíbles poco tiempo atrás. Y están pasando porque el país ha sido mentalmente “deconstruido”. ¿Alguien habría pensado que, en presencia del rector de la Universidad de Chile, se iba a presentar un libro apologético del jefe del primer movimiento terrorista chileno, el MIR, abundantemente publicitado por la prensa de derecha y con declaraciones de su hijo afirmando que Miguel Enríquez nunca puso bombas ni practicó la violencia?

El “pacífico” Miguel Enríquez asaltó la sucursal Huelén del Banco de Chile en 1974 y cuando el agente de la misma, Renato Robinson, tuvo el gesto heroico de enfrentar con sus puños al grupo armado y propinó a Enríquez un puñetazo que lo lanzó volando por los aires, éste le ordenó a uno de sus esbirros: “¡bájalo!”, orden ante la cual éste le disparó seis tiros en el vientre.

El asalto resultó frustrado, Robinson sobrevivió, los sindicatos de trabajadores bancarios se pronunciaron en contra del terrorismo mirista y celebraron a los agentes de seguridad de la DINA que días después descubrieron la guarida de Enríquez y, contestando el fuego abierto por éste y sus acompañantes en la calle Santa Fe, pusieron fin a su vida y a su carrera de violencia y subversión.

Pues bien, en el Chile enajenado y descerebrado de hoy, haciendo una burla más del Estado de Derecho, se inicia un enésimo proceso judicial violatorio de la legalidad contra el agente que puso término a la carrera terrorista de Enríquez, el brigadier Miguel Krassnoff, aplaudido en su tiempo por los trabajadores bancarios, que lo consideraron un protector de su seguridad laboral contra los asaltantes del MIR.

El otro grupo terrorista chileno, el FPMR, brazo armado del Partido Comunista, sigue activo, impune y hasta ¡subvencionado! Ayer ha caído durante un asalto a una entidad financiera uno de sus miembros, ampliamente perdonado por la legislación por su pasado (por contraste con los ancianos militares que derrotaron al terrorismo y hoy esperan la muerte presos en Punta Peuco). Y, además, premiado por la sociedad con una pensión vitalicia de ciento cuarenta mil pesos mensuales atribuida a él por la escandalosa Comisión Valech, una de las discurridas por el marxismo y los Kerenskys para lavar el cerebro de los chilenos y compensar a los terroristas por habérseles impedido a los partidos de su ideología hacerse de la totalidad del poder en 1973. Se ha lavado tan bien el cerebro de los chilenos que una hija del peor Presidente de la historia del país asevera que en las calles la gente le dice que anhela ver el apellido Allende de vuelta en La Moneda.

¿Ha enloquecido Chile? A mí me parece que sí. A lo mejor exagero. Pero, en todo caso, cuerdo o demente el país, lo que sí es objetivamente claro es que “la joya más preciada de la corona latinoamericana”, “el país del más alto ingreso per cápita del continente” y “el que tiene el mejor nivel educacional de América Latina”, está despidiéndose crónica y metódicamente de sus libertades. Deryck haría bien en mirar hacia otros horizontes, si es que quiere seguir disfrutando de las suyas y no terminar viviendo otra vez privado de ellas como en Cuba. Porque para allá vamos.

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