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No os he abandonado

Tanto el Transantiago como la reforma educacional implican marginar de la actividad a miles de empresarios privados; en ambos casos se les prohíbe ganarse la vida ejerciendo el respectivo menester; y en ambos casos todo se traducirá en gigantescos desembolsos fiscales, tanto por el déficit de 700 millones de dólares anuales del Transantiago como por la absurda compra de inmuebles escolares que la Reforma Educacional impondrá al fisco, la cual un senador ha estimado en un costo de 4 mil millones de dólares.


Por varios días no he escrito aquí, pero lo he hecho en otras partes y me ha faltado el tiempo. Pero ha sido una falta mía, pues están sucediendo cosas importantes. En otro medio escribí una columna titulada “La Revolución Licuada”. Es que la revolución marxista-leninista que el Gobierno está tratando de llevar a cabo por vías legales efectivamente ha provocado terror, pero no sólo en la gente, sino en el propio Gobierno, en la Presidenta. Y por eso ella ha resuelto “licuar” la revolución. Y si no me creen, vean los anuncios de la Ministra del Trabajo, Javiera Blanco, que han irritado a la CUT y han tranquilizado a los empresarios, porque ya no habrá sindicato único, afiliación obligatoria, negociación interempresas, huelga en toda la empresa, más allá del sindicato que la declara; obligatoriedad para todos los trabajadores a someterse a la negociación de un sindicato. Y, además, la Reforma Laboral ya no salió en octubre, sino que queda para este otro año. Y la Reforma Constitucional queda para el próximo gobierno.

Sin duda, es un “frenazo”, pero, además del de la economía, es el de la revolución que encabeza el Gobierno. ¿Por qué? Porque, pese a que éste está haciendo todo lo que pidió “la calle”, la gente se ha dado cuenta de que el resultado va a ser un desastre. Y eso se refleja en las encuestas, en que ya la reprobación a la Presidenta ha excedido de su aprobación, y sus reformas más fundamentales, la tributaria y la educacional, resultan ser también impopulares. Y eso que todavía no han empezado a aplicarse, porque yo los quiero ver cuando llegue la “hora de la verdad” en las declaraciones de impuestos y, sobre todo, en la recaudación, que va a resultar muy inferior a la esperada.

En uno de los comentarios que he hecho en otro medio he destacado que la reforma educacional está resultando cada vez más parecida al Transantiago, que un ex ministro calificó como “la peor política pública que se haya llevado a cabo en el país”. El Transantiago tiene los mayores índices de rechazo en las encuestas y el ministro peor evaluado, desplazando de su merecido último lugar en popularidad a Nicolás Eyzaguirre, es el responsable, Andrés Gómez-Lobo, que ha salido hoy día con frenesí a los medios, tratando de reivindicarse.

Tanto el Transantiago como la reforma educacional implican marginar de la actividad a miles de empresarios privados; en ambos casos se les prohíbe ganarse la vida ejerciendo el respectivo menester; y en ambos casos todo se traducirá en gigantescos desembolsos fiscales, tanto por el déficit de 700 millones de dólares anuales del Transantiago como por la absurda compra de inmuebles escolares que la Reforma Educacional impondrá al fisco, la cual un senador ha estimado en un costo de 4 mil millones de dólares.

Por eso, así como en su primer mandato Michelle Bachelet debió confesar que “Transantiago es una mala palabra”, en el segundo va a tener que confesar que “Reforma Educacional son dos malas palabras”.

En conclusión, el desconcierto reina en Palacio. Ya se habla de crisis de gabinete, pero el gabinete sólo ha hecho lo que le ha ordenado la Presidenta. Es ahí donde reside la crisis. Por el momento, ella ha “licuado” la Reforma Laboral y “chuteado para adelante” la Reforma Constitucional. Pero la tributaria, licuada y todo, ya ha provocado su daño en las expectativas y por eso María Anastasia O’Grady le ha comunicado al mundo que Chile “marcha en reversa” y el país, en efecto, marcha a crecer menos de dos por ciento este año, según el último Imacec, mientras la inversión sigue cayendo y anticipando un crecimiento todavía menor.

Y el desastre de la Reforma Educacional ni siquiera ha comenzado a manifestarse, porque todavía no ha sido aprobada.

En otras palabras, la revolución es verdad que se licúa, pero demasiado poco y demasiado tarde.

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