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¡La Asamblea Constituyente Nos Hará Honestos!

Si usted quiere cambiar los resultados de lo que hace, no puede seguir haciendo las mismas cosas. ¿Quién eligió a los que se han visto envueltos en conductas antiéticas? La gente. ¿Y quién va a elegir la Asamblea Constituyente? La misma gente. Entonces, ¿Qué es lo que va a cambiar en Chile? Nada.


Cuando los dos grandes bandos en que nos dividimos los chilenos han sido sorprendidos faltando al séptimo y octavo mandamientos de la ley de Dios, es decir, apropiándose de lo que no les pertenece, haciendo trampas y engañando, el país entero ha rasgado vestiduras. Porque esos mandamientos están vaciados en nuestra legislación y ella ha sido impúdicamente burlada y atropellada por representantes de los distintos poderes públicos. No faltan las voces que claman, entonces: “¡Que se vayan todos!”

Muchos quieren volver a empezar de cero, y ven la solución en una Asamblea Constituyente. ¡Como si la que hubiera fallado hubiera sido la Constitución y no los chilenos!

Si usted quiere cambiar los resultados de lo que hace, no puede seguir haciendo las mismas cosas. ¿Quién eligió a los que se han visto envueltos en conductas antiéticas? La gente. ¿Y quién va a elegir la Asamblea Constituyente? La misma gente. Entonces, ¿Qué es lo que va a cambiar en Chile? Nada.

Pues el problema somos los chilenos. Y casi todos lo sabemos. Por eso las encuestas más serias nos revelan que el 87% de ellos no confía en los demás. ¿Por qué? Porque nos conocemos.

Tal vez no sea un problema exclusivamente chileno, pero aquí es peor. Si “House of Cards” retrata la ética norteamericana, no tenemos mucho que envidiarles. Recuerdo cuando destituyeron a Richard Nixon porque lo descubrieron fraguando trucos ilícitos y faltando a la verdad, y se toparon con el problema de que no podían encontrar a un político verdaderamente “honesto y capaz”. Entonces encontraron a Gerald Ford, que sí era honesto pero, confesaban “sotto voce”, no muy capaz. Es que ambas condiciones no las reunía nadie.

Lo peor es que acá la ciudadanía tampoco castiga las trasgresiones a la ética. Sabemos de casos en que quienes las han perpetrado no han tenido inconveniente en reunir una mayoría suficiente para ganar la Presidencia de la República. La “picardía criolla” (nombre eufemístico para describir la conducta tramposa) nunca ha sido obstáculo para ganar respaldo ciudadano, ni en la izquierda ni en la derecha.

Entonces ¿cuál es el resultado? Que no es posible separar a los chilenos en el grupo de los honestos y el de los deshonestos. Sólo es posible clasificarlos entre “pillados” y “no pillados”. Y tampoco éste es un distingo definitivo, porque la gente se olvida rápidamente de qué cosa hicieron los “pillados”. ¿Cuántos de los escandalizados hoy por boletas y facturas ideológicamente falsas en el caso Penta no abusaron y se aprovecharon de ellas en el caso MOP-Gate?

Como éste es un país cuyos votantes se mueven por consignas –si es que se mueven, porque la mayoría se queda en la casa el día de los comicios— lo único que va a suceder, si terminan eligiendo una Asamblea Constituyente, será que en ella los más “pillos” van a ser mayoría, como siempre. Y lo que surja de esa Asamblea no va a ser ni de cerca mejor que lo surgido del grupo transversal de civiles patriotas, capaces y honestos que fueron seleccionados para redactar la Constitución de 1980.

Como se ven las cosas, todo sólo puede ir para peor. Tal vez podría empezar a mejorar la situación en muchos años más si a los peques que entran hoy a parvularia, como primera cosa, y con algunos buenos coscachos, les enseñaran a no robarle al compañero de banco (ni a nadie), a respetar las reglas y a decir siempre la verdad. Entonces, después de toda una generación, podríamos volvernos un país un poco más decente y acercarnos al 50% de chilenos que dijeran confiar en los demás.

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