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Serrat–Hernández–Neruda

Serrat–Hernández–Neruda

Jaime Mañalich
Por : Jaime Mañalich Ex ministro de Salud
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Las guerras de cualquier tipo son asuntos de adultos que matan niños. Todas las guerras: las de los alimentos, las de cañones, las de pestes, las económicas, las de desastres. Y los niños se están acabando, no solo en África, también en Chile. Cada vez serán menos.


Serrat viene a Chile y con él, la evocación de cientos de melodías. Posiblemente el poema musicalizado más triste y hermoso sea “Nanas de la cebolla”, una versión de una canción de cuna (nana) que Miguel Hernández le dirige a su segundo hijo, Manuel Miguel, desde la cárcel. El primero ha muerto por desnutrición. Su mujer, Josefina, le escribe que en su natal Orihuela no hay para comer más que pan y cebolla.

Miguel ha sido apresado al fin de la guerra civil por defender la república. Gracias a la influencia de Neruda le dejan libre. Nuestro Cónsul en Madrid le ruega que se asile en la embajada para ponerlo a salvo y enviarlo a Chile, como hizo con tantos otros. Los poetas se conocían desde 1935, cuando nuestro Nobel consigue que un mecenas saque del hambre al español que llegó tarde a la generación del 27.

Hernández se va a casa. No soporta la lejanía de los suyos. Capturado a las dos semanas, es condenado a muerte. Se le pide a Franco que lo indulte, conmutando la pena con un lacónico “otro García Lorca, no”. Se le deja morir en presidio, como a tantos miles, víctima de la tuberculosis. Era 1942.

Las guerras de cualquier tipo son asuntos de adultos que matan niños. Todas las guerras: las de los alimentos, las de cañones, las de pestes, las económicas, las de desastres. Y los niños se están acabando, no solo en África, también en Chile. Cada vez serán menos. Por ello, cuando el catalán universal repite:

“Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.”

Renueva el gesto más vivificante para el ser humano: la sonrisa de un niño. Y cuando se imagina los primeros dientes del hijo ausente, canta:

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Y cuando le anima a refugiarse en las lunas gemelas del pecho materno, desgarra diciendo: sigue siendo niño.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Bienvenidos, poetas y cantores, bienvenidos, niños y niñas.

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