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Cambio de gabinete o la política sin principios en tres actos

Pedro Santander
Por : Pedro Santander Director Deep PUCV
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Y si en abril la Presidenta anunciaba para Chile un “proceso constituyente”, en mayo nombra ministro del Interior a Jorge Burgos, quien encarna el ADN concertacionista y quien se ha opuesto explícitamente a la Asamblea Constituyente. Si en la cadena nacional fue contundente en relación con las medidas de probidad, esta semana se instala el lobby en La Moneda en las carteras más políticas del gabinete y con un ministro Secretario General de la Presidencia dando explicaciones por las asesorías que prestó al yerno de Pinochet en SQM.


Primer acto, giro a la izquierda y anuncio de “proceso constituyente”

El anuncio de la Presidenta Bachelet de iniciar un proceso constituyente en Chile, dado a conocer por cadena nacional, fue sorprendente tanto por su audacia como por el viraje que implicó en la lógica política de los últimos 25 años.

Hasta ahora, la forma “normal” que los gobiernos de la Concertación (hoy Nueva Mayoría) habían empleado para sortear los momentos de crisis y para mantener la tranquilidad institucional era, fundamentalmente, pactar y negociar con la derecha (política, empresarial, mediática y militar). Es decir, desde 1990 en adelante las salidas siempre han sido “por derecha”. A modo de ejemplos paradigmáticos recordemos el “en la medida de lo posible” de Aylwin, que abre toda una etapa de negociaciones con los herederos civiles y militares de la dictadura; o “las razones de Estado” de Frei, que impidieron ya entonces investigar la corrupción institucional y el fraude al Estado que significaron los pinocheques; o la pomposa “modernización del Estado” de Lagos, que implicó un acuerdo con la UDI, para legalizar el financiamiento empresarial de la política, hoy cuestionado por todos.

Tomando en cuenta dicho contexto histórico de rutinas de gobernanza concertacionista, el “vamos” que dio Bachelet a fines de abril “al proceso constituyente que deberá desembocar en una nueva Carta Fundamental, plenamente democrática y ciudadana”, contrastaba notoriamente con las acostumbradas lógicas de gestión de crisis que, antes que a la sociedad civil y a la ciudadanía, consideraban y complacían, sobre todo, a la sociedad política (hoy devenida en elite).

[cita]Y si en abril la Presidenta anunciaba para Chile un “proceso constituyente”, en mayo nombra ministro del Interior a Jorge Burgos, quien encarna el ADN concertacionista y quien se ha opuesto explícitamente a la Asamblea Constituyente. Si en la cadena nacional fue contundente en relación con las medidas de probidad, esta semana se instala el lobby en La Moneda en las carteras más políticas del gabinete y con un ministro Secretario General de la Presidencia dando explicaciones por las asesorías que prestó al yerno de Pinochet en SQM.[/cita]

Segundo acto, lo raro: la ciudadanía como audiencia televisiva

Apenas una semana más tarde la Presidenta dio a conocer, a través de Don Francisco, otra medida radical, inusual en nuestro  país presidencialista: la renuncia de todo el gabinete. De este modo, se reconoció explícitamente ante el país la crisis institucional que vivimos y el hecho de que nos encontramos en un punto de bifurcación frente al cual hay que tomar medidas contundentes. Pero el contraste es evidente. En la cadena nacional de fines de abril la Presidenta se dirigió a la ciudadanía y nos habló de política nacional en un marco republicano. Una semana después, a través de las pantallas de Canal 13, canal de Luksic, nos trató como audiencia televisiva, no como ciudadanos, como puntos de rating, no como electores con criterio político.

Tercer acto, giro a la derecha: el lobby se instala en La Moneda

El mismo día del cambio de gabinete la Bolsa de Santiago cerró con fuertes y ya desacostumbradas alzas su jornada; analistas de Wall Street evaluaban como “positivo” este nuevo equipo ministerial y el presidente de la UDI, Hernán Larraín, en conferencia de prensa, lo calificaba como “un giro hacia la moderación”.

Y si en abril la Presidenta anunciaba para Chile un “proceso constituyente”, en mayo nombra ministro del Interior a Jorge Burgos, quien encarna el ADN concertacionista y quien se ha opuesto explícitamente a la Asamblea Constituyente. Si en la cadena nacional fue contundente en relación con las medidas de probidad, esta semana se instala el lobby en La Moneda en las carteras más políticas del gabinete y con un ministro Secretario General de la Presidencia dando explicaciones por las asesorías que prestó al yerno de Pinochet en SQM.

Epílogo:

Develada la crisis y situados ante un punto de bifurcación, obligados a gobernar y no sólo a administrar el modelo, las brújulas de navegación se vuelven urgentes para la coalición de Gobierno. Los principios políticos suelen ser, en situaciones como éstas, una herramienta orientadora invaluable. Pero ¿qué hacer si se carece de principios? ¿Si durante 25 años se convirtió el ceder y el consenso en la línea política sustancial, salvadora y orientadora?

En momentos de crisis uno tiene que estar convencido de que está en el eje correcto para afrontarla. Y nuestra crisis política muestra con cada vez mayor claridad que la tensión principal que hoy vivimos es aquella entre dar el salto hacia un nuevo sistema político-institucional, que es lo que puede ocurrir si este proceso desemboca en una Asamblea Constituyente, o seguir con el modelo socioeconómico heredado de la dictadura, que es lo que defiende el bloque del poder. Es decir, estamos ante la disyuntiva de más democracia o más neoliberalismo.

Si en abril se optó por lo primero, en mayo por lo segundo. Ya veremos qué nos traerá junio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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