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Crítica al progresismo económico: el dilema del desempleo


Frente a la poco promisoria Reforma Laboral propuesta por el Gobierno, sus opositores derechistas han articulado el recurrente argumento del peligro al desempleo como medio de deslegitimación de las reformas. A su vez, se despide el “veranito del economicismo” que celebraba el breve lapso de pleno empleo, donde el 6% parecía corresponder al desempleo natural, aquel desempleo persistente que es estructural al capitalismo. Por su parte, el progresismo y la centroizquierda reconocen la posibilidad de llevar adelante políticas que contrarresten la caída del empleo; aunque siguen insistiendo en la necesidad de un cierto nivel de desempleo, el natural, el estructural, el friccional, aquel que es “productivo”. Este tipo de razonamiento no solo ignora la especificidad de este fenómeno en el 60% más desposeído de la población, y el dramatismo que implica para los hogares; sino también es sumamente arbitrario (¿2%, 3%, 6% u 8%?) y falaz, pues los supuestos rasgos positivos que se le asocian no son reales en el caso chileno.

En condiciones donde el ingreso por la ocupación principal del 53,5% de los hogares chilenos es inferior a 300.000 pesos, y donde más del 60% de la población se encuentra endeudada con una carga promedio del 36% del ingreso mensual que asciende a un 45% en los hogares de menores recursos; el desempleo se vuelve una experiencia dramática (para mayor detalle, ver el informe de la Fundación Sol “Los Verdaderos Sueldos de Chile”, 2015). De ahí que la amenaza del desempleo sea un argumento relevante en el set de estrategias que lleva adelante la ortodoxia neoliberal contra las reformas de la heterodoxia, también neoliberal, de la Nueva Mayoría (NM).

La amenaza del desempleo llega en un contexto de desaceleración económica, donde escuchamos a economista tras economista decirnos que las expectativas son peores que las de tiempo atrás. Y no es porque trabajemos o produzcamos menos sino principalmente porque la demanda de cobre cae y, por mecanismos de oferta / demanda, el precio cae con ella: la ilusión del boom de los precios de los commodities empieza a esfumarse, la extracción de cobre pierde rendimiento. Por ahora se sostiene la producción, pues las rentas apropiadas por el capital han sido estratosféricas, además de cierto grado de compensación de la caída de los precios vía la evaluación del dólar (devaluación del peso, significa que exportar se vuelve más ventajoso que importar, pues cada dólar equivale a más pesos). Sin embargo, la inversión programada en el sector se ha visto estancada, principalmente por la resistencia social y política que ha existido frente a los proyectos de producción energética.

A su vez, se acaba el ya mencionado “veranito del economicismo” y su lapso de pleno empleo, cercano al 6% de los últimos años. Y es que los economistas aciertan en el carácter estructural del desempleo en el capitalismo, sin embargo, tienden a errar en sus estimaciones estadísticas cuando niveles más altos se vuelven persistentes: fue lo que ocurrió tras el creciente desempleo persistente en Europa luego de los 80. Este problema de estimaciones tiene una base real, pues el nivel del desempleo estructural variará según el patrón de acumulación y las formas de las relaciones sociales de producción de los países en un momento dado, entre otros factores. Con ello, buscar “un” nivel de desempleo estructural que pueda ser visto en todas las sociedades capitalistas y en todo momento resulta un despropósito, dada su inexistencia.

[cita] Y es con este tipo de argumentos que la heterodoxia neoliberal, parte del progresismo chileno, levanta argumentos legitimadores y de política pública para llevar adelante su proyecto, en esta ocasión, por medio de la Reforma Laboral. [/cita]

Tras el ejercicio de la búsqueda del desempleo natural, los economistas tienden a justificar cierta racionalidad tras el desempleo, apelando a múltiples mecanismos como los salarios de eficiencia, los procesos de búsqueda de trabajo y las dinámicas de creación destructiva. Sin abordar las condiciones necesarias de su existencia, los economistas se lanzan a medir, a buscar vía efectos observables y cuantificables la presencia de estos mecanismos.

Sin embargo, erran en tanto en Chile estos están prácticamente ausentes, sobre todo en donde se concentra gran parte del desempleo, los estratos populares. Como gran parte de los investigadores sociales chilenos, pareciera que tienden a generalizar propiedades, intereses y políticas de los estratos medios a toda la sociedad; con lo que los mercados laborales se les aparecen como segmentados, mas no estratificados. El progresismo económico, como crítica a la ortodoxia neoliberal en tanto neoestructuralismo, neoinstitucionalismo, neokeynesianismo, entre otros; se asienta como ideología de los estratos medios justamente en su afán generalizador. Las tesis del salario de eficiencia, de los procesos de búsqueda de trabajo y de la creación destructiva, son ejemplos de mecanismos que los economistas asumen como reales en Chile, cuando no existen, no están activados u operan en segmentos específicos de la población.

Los salarios de eficiencia corresponden a la necesidad del capitalista/management de pagar un salario sobre el precio de mercado, cuestión que vía mecanismo de oferta/demanda/precio presiona el desempleo al alza: en vez de pagar a un segmento de trabajadores un salario sobre el de mercado, se puede contratar a más trabajadores a dicho salario. Al observar los mercados laborales chilenos, los sectores populares tienen empleos disponibles que requieren baja cualificación, o de skills de bajo costo de aprendizaje; lo que facilita su intercambiabilidad, su flexibilidad, su mercantilización. Dada la homogeneidad de los salarios que enfrentan y la variedad de sectores y quehaceres de baja cualificación, no se observan salarios de eficiencia como mecanismo generalizado en la economía, sino más bien con un carácter marginal (como se presentó al comienzo, más de la mitad de los principales ingresos de los hogares recibe un salario igual o inferior a 300.000 pesos).

Por su parte, la búsqueda de trabajo identifica este tiempo como productivo. La búsqueda, tanto del trabajador que ofrece su fuerza de trabajo como del capitalista/empresa que la demanda, constituye uno de los principales mecanismos para un funcionamiento virtuoso del mercado: al poder comparar distintas ofertas, tanto los trabajadores como los capitalistas/empresas, adquieren información que les permite elegir entre las opciones. El precio ofertado (salario) constituye un factor determinante en la elección, cuestión que hace que se active el mecanismo oferta/demanda/precios. Sin embargo, esto requiere la existencia de una heterogeneidad de empleos y trabajadores, cuestión que en los estratos populares no es la constante. Y con ello no hablamos de los sectores marginales ni de aquellos que se identifican como “clases populares-trabajadores”, sino que de más del 60% de la población chilena que enfrenta grandes costos (resistencias) al llevar adelante las formas de vida y proyectos que oferta la sociedad como cursos de acción deseables y valorados. En estas condiciones, más búsqueda no deriva en un mejor match entre trabajadores y empleos, lo que, según los economistas, produce persistencia en los bajos salarios ante ausencia de mejoras en productividad.

Por último, los economistas no han presentado evidencia contundente de procesos de creación destructiva que existan y deriven en mejoras de productividad ni en una diversificación de la matriz productiva chilena en las últimas décadas, ni horizontal (que produzcamos más cosas en otros sectores) ni vertical (que produzcamos cosas de mayor valor agregado). A su vez, luego de la crisis asiática no se ha recuperado el crecimiento de la productividad que se habría visto en la primera mitad de los 90, y ha aumentado nuestra dependencia de los commodities, particularmente del cobre.

Si bien en Chile existe una alta mortalidad de empresas, esta se concentra en la micro y pequeña empresa, donde existe una mayor proporción de personas de los estratos populares y medios. La gran empresa permanece incólume en los procesos de acumulación sinérgicos anclados en la apertura comercial que han producido entre la circulación interna y externa del capital: commodities hacia afuera (mineras, forestales, pesca, etc.), y comercio (supermercados, grandes tiendas, etc.) y crédito hacia adentro.

Del patrón de acumulación descrito (rentista financiero exportador) emerge un tipo particular de desempleo, el que se caracteriza por una alta movilidad de trabajadores de estratos populares sin decantar aquello en mejores salarios a lo largo de su vida. Por su parte, los estratos medios, si bien han enfrentado mercados más flexibles, siguen poseyendo (salvo algunas excepciones) cierto poder de mercado anclado en sus credenciales educativas (títulos técnicos y profesionales) y poder organizacional (gremios, redes, carrera en empresas, burocracias, etc.). En estos sí se observan los salarios de eficiencia y los procesos de búsqueda de trabajo, pues dada su escasez relativa y especificidad de cualificaciones, existe una mayor segmentación de los mercados del trabajo, por lo que se encuentran más protegidos del vaivén del mecanismo mercantil de oferta/demanda/precios.

Y es con este tipo de argumentos que la heterodoxia neoliberal, parte del progresismo chileno, levanta argumentos legitimadores y de política pública para llevar adelante su proyecto, en esta ocasión, por medio de la Reforma Laboral. Si bien reconocen el carácter estructural del desempleo en el capitalismo, erran en reconocer sus características específicas en Chile. El seguro de desempleo, el desarrollo de capital humano y la diversificación de la matriz productiva son argumentos comunes al progresismo económico chileno en su intento por lograr la sinergia de la ansiada tripleta crecimiento, igualdad y cohesión social, sin enfrentar jamás las relaciones sociales de producción capitalista; rememorando una vez más el proyecto utópico de los estratos medios de una sociedad capitalista de derechos universales estable política y económicamente en el largo plazo.

Es en este marco que se debe comprender la discusión en torno al desempleo y su justificación racional con criterios de eficiencia económica, como un set de ideas que buscan ser hegemónicas en la sociedad haciendo parecer, a los intereses de los estratos medios, como los intereses de toda la sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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