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La crisis de la ciencia chilena y el abandono de los científicos jóvenes

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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En las últimas semanas, la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) ha dado a conocer las listas de propuestas de seleccionados para dos concursos de gran relevancia para los científicos jóvenes: el “Fondecyt de Iniciación” y el “Postdoctorado Nacional”. Tanto en estos como en otros programas, incluyendo el “Fondecyt Regular” (que constituye uno de los pilares del sistema científico nacional), se ha observado en los últimos tres años un importante estancamiento o caída en las tasas de adjudicación, número total de proyectos aprobados e, incluso, en los montos totales asociados.

Como ejemplo, para el “Fondecyt de Iniciación” el número de proyectos aprobados ha caído de 308 proyectos el año 2013, a 275 proyectos “propuestos” (es decir, aún no se confirma que todos ellos recibirán financiamiento) para el concurso de este año. Esta caída, cercana al 11%, parece poco significativa, pero el número de postulaciones en los últimos años se ha disparado, al punto que la “tasa de adjudicación” de este programa viene en caída libre en estos años (solo entre los concursos del 2012 y el 2014, la tasa de adjudicación cayó de un 53% a un 34%).

Conicyt aún no publica los datos de proyectos postulados para este año, pero en caso de mantenerse el mismo número de postulaciones del 2014, la tasa de adjudicación sería la más baja de los últimos nueve años, en un programa que es fundamental para el futuro laboral de los científicos jóvenes. Además, estas cifras muestran que cientos de investigadores jóvenes están viendo drásticamente reducidas sus oportunidades de desarrollar investigación científica.

De esta manera, comienza a hacerse realidad el más pesimista de los diagnósticos de los que se venía especulando en los últimos años, tras la instalación del debate sobre la institucionalidad científica del país. Ya se venía alertando del problema desde hace un tiempo: el número de científicos jóvenes postulando a los concursos de investigación de Conicyt iba a aumentar dramáticamente en los próximos años, se avisaba por allá el 2011 en un encuentro desarrollado en el Congreso para tratar estos y otros temas. El “Programa de Formación de Capital Humano Avanzado”, necesario para dotar al país de más investigadores, no era acompañado de un plan efectivo de inserción, de metas ambiciosas a mediano plazo a nivel del programa Fondecyt, ni menos de una mejora sustancial a nivel de la institucionalidad y políticas de largo plazo en la materia.

Más aún, el presupuesto de Conicyt, especialmente durante los últimos años, nunca se incrementó de manera importante, mientras que otros problemas han ido sumándose a la larga lista de desafíos que el país enfrenta en esta materia, incluyendo el de las condiciones laborales de los asistentes de investigación, expuesto recientemente por la agrupación “Ciencia con Contrato”.

Se hace evidente que la ciencia chilena experimenta una crisis importante. Y esta se reflejó de manera preocupante en la renuncia de Francisco Brieva a la presidencia de Conicyt. Algunos medios de prensa relataron este viernes algunas de las razones por las cuales habría dejado el cargo. Brieva afirma en una de las notas de prensa que “el Estado no comprende la importancia de la ciencia, si lo comprendiera habría una preocupación mínima esperable, señales con la persona que la encabeza”. Por supuesto, se hace imposible no recordar que ya son dos presidentes de Conicyt los que han renunciado al cargo en poco más de dos años (José Miguel Aguilera renunció en septiembre del 2013).

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¿Quién asume la responsabilidad política por la actual crisis de la ciencia chilena? Se ha señalado incansablemente durante los últimos años la fragmentación de la institucionalidad científica del país, carente de una línea de conducción única y de una figura responsable. Un medio de prensa señaló que “ante la pregunta si la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología podría resolver algunos de estos problemas, Brieva dice que su creación es de gran urgencia”. Han transcurrido cinco años desde que el movimiento “Más Ciencia para Chile”, junto a la comunidad científica, pusiera nuevamente en la agenda el debate en torno a la institucionalidad para la ciencia en Chile. Hoy, tras las recomendaciones de dos comisiones asesoras presidenciales y un apoyo importante del mundo académico e incluso político, resulta inexplicable que no se avance en la creación de una institucionalidad de rango ministerial para la ciencia.

La llegada de Francisco Brieva fue aplaudida por gran parte de la comunidad científica y académica. Su ímpetu y credenciales fueron constantemente destacadas y, por ende, sus palabras cobran aún mayor relevancia (en la citada entrevista, Brieva llega a afirmar que “un organismo que dirige el desarrollo científico y tecnológico del país […] no puede depender de un ministerio que por su naturaleza está saturado para cumplir su propia misión”), en momentos en que la crisis de la ciencia pareciera tocar fondo, afectando de paso a toda una generación de jóvenes que verán severamente mermadas sus posibilidades de contribuir al desarrollo y bienestar del país a través de la investigación científica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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