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Construir comunidad: la barrera de los prejuicios

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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La encuesta CEP de finales del 2015 nos volvía a demostrar que aún un 40% de las personas sigue asociando pobreza a flojera. En esos mismos días el escritor colombiano radicado en México, Fernando Vallejo, señalaba que “los pobres son una horda paridora, irresponsable y zángana”. En muchos de nuestros países sigue presente con fuerza la percepción de que los grupos indígenas, quienes viven excluidos, aquellos que tienen menos educación formal, etc., son ‘menos personas’, ‘ignorantes’ (incluso algunos han hablado públicamente volver al voto ‘censario’, condicionando su peso al nivel educacional/estrato social del votante) o que es como estar frente a un ‘pseudohumano’.

La gran mayoría de las personas del continente americano provenimos de la pobreza, en alguna de las generaciones anteriores a la nuestra –los antepasados– se vivió en miseria, inmigraron en condiciones paupérrimas, etc. Dada esta situación, dicho prejuicio se destruye por sí solo cuando se constata que en el siglo recién pasado en Chile la pobreza medida según ingreso pasó del 60% al 14%, ¿Eran ‘flojos’ esos pobres que hoy no lo son? Mis abuelos por lo menos no lo eran, trabajaron mucho y eso permitió que nosotros luego tuviésemos acceso a oportunidades habitacionales, de ingreso, salud y educacionales de calidad.

La construcción de los prejuicios que nos lleva luego a discriminar, ofender, descalificar y en muchos casos agredir, también se da de manera bidireccional. En efecto, desde la pobreza o la “no riqueza” las personas podrían concluir que la principal fuente de riqueza es el robo, la trampa, la corrupción, el soborno, la evasión tributaria, etc., y que, por lo tanto, el rico es asemejado a un ladrón o explotador. En la encuesta CEP se pregunta por las causa de la pobreza pero no por las de la riqueza, quizás allí tendríamos la información para confirmar que no nos tratamos dignamente y que esto es recíproco.

[cita tipo=»destaque»]La gran mayoría de las personas del continente americano provenimos de la pobreza, en alguna de las generaciones anteriores a la nuestra –los antepasados– se vivió en miseria, inmigraron en condiciones paupérrimas, etc. Dada esta situación, dicho prejuicio se destruye por sí solo cuando se constata que en el siglo recién pasado en Chile la pobreza medida según ingreso pasó del 60% al 14%, ¿Eran ‘flojos’ esos pobres que hoy no lo son?[/cita]

Un paso importante para derribar estos prejuicios inhabilitantes y ‘privadores de libertad’, esas barreras simbólicas, es conociéndonos, compartiendo y trabajando juntos, teniendo metas de colaboración en la construcción de un mundo diferente, esto ya nos provocaría un gran avance que permite recuperar la mirada digna, el trato igualitario y una convivencia más justa y feliz.

Para eso trabajamos diariamente en América Solidaria, nos desvelamos para que en todos los rincones del continente no queden restos de esa discriminación que nos hiere y achica, buscamos aquello que nos engrandece y qué mejor para realizarlo que la entrega y la donación mutuas, la dedicación al servicio desde la excelencia profesional para recibir, a su vez, la inmensa riqueza de personas, familias y pueblos que acumulan aprendizajes maravillosos. ¡En el encuentro está la transformación mutua que nos hace tanta falta!

Los invito a mirar la campaña www.ganaleatuindiferencia.cl y a propiciar una transformación social, para hacer de este un mejor lugar para vivir para todos y todas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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