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Decencia versus corrupción: Chile ante elecciones

Ricardo Israel
Por : Ricardo Israel Vicepresidente Ejecutivo, Corporación de Universidades Privadas (CUP).
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Si a través de la historia, uno quisiera simplificar las metas de la acción política, tres destacan: libertad, igualdad y ética.

Las dos primeras están más establecidas e institucionalizadas y en las democracias más exitosas, salvo en circunstancias excepcionales, las alternativas que ofrece el proceso electoral se reducen usualmente a distintas combinaciones, donde un concepto predomina sobre el otro.

No todo fue inmediato y de hecho, cuando aparecieron conocidos filósofos de la libertad en los siglos XVII y XVIII, en Europa parecía extraño que se quisiera alterar el plan divino. Pero hoy, es un atributo cada vez menos cuestionado.

Algo similar se puede decir de la Igualdad, que se puede relacionar con el derrumbe del Muro de Berlín, pero si uno la ve en un plano de siglos, se observa un triunfo, al menos de la igualdad de oportunidades, la que se acepta como el mínimo, lo que no deja de ser notable, toda vez que en muchos lugares se rechazaba que desde el Estado y a través de la acción gubernamental siquiera se intentara.

La ética no ha logrado todavía un nivel similar a los dos principios anteriores, sobre todo, por la falta de institucionalización, a pesar, que fue de la mayor importancia en civilizaciones antiguas como la griega o la romana.

Sin duda el plebiscito del 88 giró en torno al lema central de la libertad, y en la última elección presidencial el foco estuvo puesto en la desigualdad.

Sin embargo, en el Chile de hoy, creo que crecientemente la elección que se le pone por delante a los votantes es el tema ético, es decir, decencia versus corrupción.

A no ser que la elección municipal traiga consigo una novedad, el problema que arrastramos es que en nuestro país no hay evidencia de votación anti-corrupción. De hecho, los partidos perdieron una gran oportunidad para limpiarse ya que no dejaron afuera a todos los que tenían problemas con la ley, sino que llevaron en forma desafiante a candidatos ya formalizados.

Pero el problema va más allá, no parece que el tema ético sea de interés para los grandes medios, que no es lo mismo que denunciar a quienes han sido llevados a los tribunales. Y aún peor, los votantes no parecen tener interés en estos temas, y tradicionalmente incluso le han dado amplias mayorías a candidat@s muy cuestionados.

[cita tipo= «destaque»]A no ser que la elección municipal traiga consigo una novedad, el problema que arrastramos es que en nuestro país no hay evidencia de votación anti-corrupción. De hecho, los partidos perdieron una gran oportunidad para limpiarse ya que no dejaron afuera a todos los que tenían problemas con la ley, sino que llevaron en forma desafiante a candidatos ya formalizados.[/cita]

De hecho, desde el retorno a la democracia, las elecciones han sido una violación constante de disposiciones legales: en propaganda en las calles, en el periodo electoral que comienza mucho antes de lo autorizado con la trampa que era aceptable simplemente porque no mencionaba el “vote por”. Y estas violaciones las han cometido usualmente l@s ganador@s.

La ley es solo el mínimo ético, y aquell@s candidat@s que tomaron la decisión de no ensuciar la ciudad e hicieron el esfuerzo de transparentar todo lo que el elector necesitaba saber: exámenes médicos, documentos oficiales de haberes y deudas, propiedades personales y no escondidas en alguna sociedad, declaraciones de impuestos de quien compite como también de su cónyuge, etc., generalmente fueron derrotados.

La verdad es que la evidencia muestra que los medios no han prestado mayor atención a lo anterior, salvo para presentarlo como algo anecdótico, pero más preocupante que tampoco ha interesado al votante promedio.

Es cierto que esta elección municipal tiene reglas nuevas que en general se han respetado en la propaganda callejera, pero también es verdad que eso ya había cansado al electorado.

Estoy convencido que los problemas que enfrenta nuestra democracia tienen una raíz ética, sobre todo en lo que a participación y credibilidad tiene relación. También creo que toda elección es una selección entre alternativas, y en el Chile de hoy la principal es entre decencia y corrupción.

En una elección local se tienen más posibilidades para hacer la distinción, ya que es más fácil para quien vota darse cuenta de cómo le ha cambiado la vida a la gente en pocos años, y generalmente saben en qué casa vivían y en cual lo hacen ahora o el automóvil que conducen y su valor. Por último, se dispone de la facilidad de googlear en caso de duda.

La política y quienes resulten electos, como nunca antes deben dar testimonio de rectitud, transparencia y que se aspira al cargo para servir y no servirse de este, sobre todo después del numerito del padrón electoral, que termina con una de las certezas que existían en torno a la confiabilidad del sistema.

Si no pasa, solo podemos esperar un mayor deterioro de la democracia y un mayor distanciamiento entre representados y representantes. Sin un compromiso ético, la clase política seguirá alejándose del Chile real, en la senda de una verdadera “nomenclatura”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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