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Cambiemos la historia

Jaime Insunza
Por : Jaime Insunza Profesor de Historia
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La gigantesca y orquestada campaña política y mediática de la derecha, el gran capital y los sectores conservadores de la Nueva Mayoría, para impedir que el Gobierno cumpla su programa y lleve a cabo las reformas que comprometió a la ciudadanía para desarrollar la democracia y comenzar a resolver las profundas desigualdades que imperan en Chile, no es algo nuevo en nuestra historia. Se repite cada 40-50 años, cada vez que el modelo de dominación entra en crisis y la sociedad exige cambios que afectan los intereses y privilegios de los dueños del poder.

Algo análogo sucedió con Balmaceda a fines del XIX, la operación que significó la división de la alianza gobernante y culminó con una guerra civil montada por el imperio británico, la oligarquía hacendal y minera y un sector conservador de la Iglesia que se oponían a las transformaciones democráticas y de desarrollo económico liberales que este proponía; con Arturo Alessandrí en su primer gobierno por razones similares, lo que significó una seguidilla de golpes de Estado y prácticamente 12 años de inestabilidad con 11 gobiernos distintos; sucedió con los gobiernos posteriores al de Pedro Aguirre Cerda, en los que los conflictos en la alianza de centroizquierda impidieron las reformas y culminaron con la ilegalidad del PC, una democracia limitada, un proyecto de desarrollo frustrado. Y, por cierto, con el gobierno del Presidente Allende, que culminó con el brutal golpe de Estado cuyas atroces heridas aún permanecen abiertas.

En una frase: siempre que ha ocurrido, ha significado graves retrocesos democráticos e incremento de la injusticia y desigualdad social y económica.

Los “argumentos” siempre han sido esencialmente los mismos: que el gobierno es ineficiente (pese a que, en medio de todas las dificultades puestas por la derecha y sectores y personeros de su alianza, ha sido uno de los gobiernos que más avances ha tenido –fin del binominal, reforma tributaria, reforma laboral, reforma educacional en curso, nueva política energética, propuesta legislativa sobre aborto, inicio del proceso para una nueva Constitución, entre otros–, que los cambios son perjudiciales para el país –para ellos el país son los grandes empresarios, los dueños de las AFP, Isapres, universidades que lucran, entre otros).

Para ello, ayer y hoy, miente, inventa crisis económicas (“el país se cae a pedazos”), presiona a sectores y grupos políticos de la alianza gobernante, descalifica a los adversarios, convierte cada diferencia en la alianza gobernante en crisis terminal (por cierto, con la ayuda de “aliados” internos), maniobra en el Parlamento con acuerdos que debiliten al gobierno (en estos días La Segunda hasta anuncia una acusación constitucional a la Presidenta) y, como guinda de la torta, inventa supuestas derrotas electorales, como expresión de un rechazo ciudadano a las transformaciones que impulsa el gobierno.

Que la prensa de derecha miente y manipula información lo sabemos casi desde siempre, que los sectores conservadores están dispuestos a cualquier cosa para defender sus privilegios e intereses también, lo que puede llamar algo la atención es que sectores que se definen como progresistas y demócratas se hagan cómplices de esta operación antidemocrática.

[cita tipo= «destaque»]Para impedir que esos cambios se hagan realidad es que se monta esta gigantesca campaña de desinformación y mentiras, de la que algunos “progresistas” se hacen cómplices.[/cita]

Lo cierto es que, pese a sus conflictos internos y a la débil relación que sus partidos tienen con la ciudadanía, la Nueva Mayoría ganó las elecciones en el único indicador que mide los votos por partidos (hasta Allamand lo reconoce), es decir, la elección de concejales: 47,1 contra 39,4 del Chile Vamos. De hecho, la derecha bajó respecto al 2012, si se considera al PRI: de 40,47 al 39,47%.

La derrota en alcaldes (ChV: 38,45%; NM: 37,05%) es relativa, pues no considera los que se perdieron por llevar más de un candidato de NM, como fue el caso de La Reina, Punta Arenas, Maipú, Pedro Aguirre Cerda, entre otras comunas.

La pérdida relativa de votos se debe a la abstención, fenómeno también propio de estos momentos históricos en los que la ciudadanía no siente que los partidos y fuerzas políticas que han conducido la fase en crisis, la interpreten y por los problemas de corrupción que, además, nunca afectan seriamente a la derecha, pues sus votantes lo asumen como algo normal. Asimismo, se puede suponer que parte de los votos perdidos por la NM fueron hacia las nuevas fuerzas que han surgido (RD, MA, otros), que son favorables a los cambios y lo que exigen es más, no menos.

De hecho, RD, que fue en solo 4 regiones, en las 5 comunas en que presentó candidatos a alcaldes sacó un promedio de 15% de los votos. La falacia de que la NM y las fuerzas que están por impulsar las reformas perdieron en las comunas de sectores medios (que difunden los sectores conservadores de la DC), es desmentida por los datos (en Ñuñoa, La Reina, San Miguel, Providencia, por ejemplo, RD sacó entre el 10 y el 14% de los votos).

Es decir, la elección lo que dice es que hay que continuar el camino de las transformaciones.

Cambiemos la historia. La responsabilidad de la NM y de las restantes fuerzas democráticas y progresistas (socialistas, socialdemócratas, humanistas cristianas, libertarias) que están por un país más justo, más democrático, más participativo, es impedir que estos planes de la derecha y el gran empresariado tengan éxito.

Ya el ex Presidente Piñera adelantó lo que significaría su ambicionado retorno: «Perfeccionar y fortalecer» el actual sistema de AFP, con las escandalosas comisiones que cobran y utilidades que obtienen; mantener el lucro y el negocio educativo con fondos públicos (los mentados “patines”, que tienen a la educación chilena como una de las peores del mundo –el 45% de los chilenos no comprende lo que lee–); algo similar en la salud, es decir, seguir haciendo negocios con los derechos sociales de los chilenos que, como bien el ex Presidente lo dijo, son “bienes de consumo”, no derechos sociales.

La elección municipal no solo no significó una derrota de la NM sino, además, mostró presencialmente y también vía la abstención que los chilenos y chilenas quieren avances en los cambios democráticos y en las reformas que permitan poner fin a las profundas desigualdades de nuestra sociedad. Casi el 60% de los votantes se pronuncia en esa dirección.

Es esa demanda la que los chilenos y chilenas les reclaman a sus fuerzas políticas ser escuchada: no más negocio con los derechos sociales básicos; más participación y más democracia, mejor distribución del ingreso.

Para impedir que esos cambios se hagan realidad es que se monta esta gigantesca campaña de desinformación y mentiras, de la que algunos “progresistas” se hacen cómplices.

Avanzar en los cambios que requieren los chilenos y chilenas es la mejor forma de detener esta operación política cuyo destino es predecible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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