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Hablo desde mi ser cosmopolita


Vengo de antiguo. Yo no soy un aparecido en esto de las luchas sociales y revolucionarias. Mi abuela Lucy fue bolchevique, detenida y torturada por la por la policía política zarista. Mi tío-abuelo, por quien llevo mi nombre Grisha (Gregorio), traducido medio erróneamente a Jorge, fue un gran ajedrecista bolchevique en Kiev que desapareció en las cárceles estalinistas acusado de trotskista. Así que a mí la “izquierda” no me cuenta cuentos, yo la conozco de antiguo. La llevo tallada en la piel, en el alma y en el nombre.

[cita tipo= «destaque»]Quiero hablar en razón de los inmigrantes (sin ninguna pretensión de hablar por el subalterno a lo Spivak), quiero hablar de mi propia historia, de la historia de mi familia, de la historia de los peruanos, de los colombianos, de los haitianos, de los dominicanos y de todos aquellos “extranjeros” que habitan este país (croatas, italianos, alemanes, estadounidenses, argentinos, españoles, et. al.).[/cita]

¿A qué viene esta introducción?, se preguntará el lector. Muy simple, digo yo: me parece un gesto de honestidad, de respeto, aclarar desde dónde uno habla.

Yo soy un judío de la diáspora, un judío de izquierda, un judío que no está ni ahí con los halcones sionistas que dirigen el Estado de Israel. Yo me crié en una familia comunista, cosmopolita, tolerante. Yo supe eso de que el mundo es ancho y ajeno desde que nací.

No se preocupen, yo divago, pero siempre retorno al punto que me interesa. Quiero hablar en razón de los inmigrantes (sin ninguna pretensión de hablar por el subalterno a lo Spivak), quiero hablar de mi propia historia, de la historia de mi familia, de la historia de los peruanos, de los colombianos, de los haitianos, de los dominicanos y de todos aquellos “extranjeros” que habitan este país (croatas, italianos, alemanes, estadounidenses, argentinos, españoles, et. al.).

No tengo recuerdo quién dijo: Yo hablo por mi diferencia. ¡Qué hermoso! Pero vamos todos en el mismo barco, somos tú, somos yo, somos todos. Todos para uno, uno para todos. ¡Cómo no! En este mundo líquido y caótico, el que se salva, salva a su hermano.

En estos días aciagos en que surgen desde la derecha voces xenófobas (Sebastián Piñera y Manuel José Ossandón) versus sensatas, Felipe Kast (casado con cubana) y Andrés Benítez, desde mi ser judío y de izquierda solo me nace decir: si salvas a un ser humano salvas al mundo.

Hablo por mi diferencia y por mi ser cosmopolita.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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