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Las que no queremos tener hijos

Janet Noseda
Por : Janet Noseda @janetnoseda Psicóloga Clínica
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Tengo 34 años y no quiero ser madre. No tengo lo que llaman “instinto materno”. No tengo ganas de tener hijos y no me veo con un hijo. Mi vida, mis metas, las he depositado en otros aspectos, como mi carrera laboral, viajar, especializarme como Psicóloga. De hecho, ni siquiera tengo pareja y ello no me complica, como tampoco me complica no tener hijos. Sin embargo, las personas me preguntan de inmediato, supongo que por mi edad, si es que tengo hijos o si quiero tener uno y cuando digo que no quiero, que es una decisión ya tomada, me miran con extrañeza, como si fuera algo raro, un monstruo según lo que se piensa del ser mujer, que va casi siempre de la mano con ser madre. ¿Es mi obligación ser madre, aun cuando no lo desee?

Parece que la sociedad nos empuja a la maternidad. De hecho, con el proyecto de aborto en tres causales, no se comprende que existan mujeres que decidan no seguir con un embarazo, obligándolas a parir aun cuando ese hijo vaya a morir o aun cuando sean niñas embarazadas producto de incesto. Tienes que ser madre. Tienes que parir. Eres un monstruo si no lo haces. No eres parte de lo que hemos decidido como sociedad si no lo haces. Yo vivo día a día con estas discriminaciones y tengo que conformarme con ser considerada casi una aberración.

[cita tipo=»destaque»]¿Vinimos las mujeres a este mundo a ser madres? Y no cualquier madre, sino una abnegada, que desaparece como ser humano para solo ser madre. ¿Es justo? A mí me parece que no. Yo pienso que soy un ser humano valioso como persona y eso no se pierde porque haya decidido conscientemente no ser madre, pero, sin embargo, parece que la sociedad no perdona mi decisión.[/cita]

Nuestro país, más que ser un país cristiano (que sigue la figura de Cristo), es un país marianista, que exhorta la figura de María, la madre. Podemos observar peregrinaciones donde se alza la figura de yeso de la virgen María con un niño en brazos. La madre que por su estatus de madre alcanza un nivel celestial, admirado, venerado. Las mujeres madres alcanzan esa cuasisantidad, vista por los otros como algo divino, hermoso. Quienes rechazamos la maternidad, caemos de ese peldaño al más bajo: aquella “antinatura”. Aquella que se pierde “lo hermoso” de ser madre.

¿Vinimos las mujeres a este mundo a ser madres? Y no cualquier madre, sino una abnegada, que desaparece como ser humano para solo ser madre. ¿Es justo? A mí me parece que no. Yo pienso que soy un ser humano valioso como persona y eso no se pierde porque haya decidido conscientemente no ser madre, pero, sin embargo, parece que la sociedad no perdona mi decisión.

Quiero que me dejen en paz. Que dejen de preguntarme, por mi edad, si es que tengo hijos. Que dejen de darme miradas reprobadoras y de extrañeza cuando digo que decidí no ser madre. Quiero que dejen de presionarme. Que dejen de discriminarme. ¿Acaso porque nací con vagina estoy destinada a la maternidad?, ¿es esa mi única salida?. Me parece injusto. A los hombres no se les ve como sinónimos de padres. De hecho, aparecen solteros de cuarenta años cotizados por la sociedad. Como si nadie hubiese podido “cazarlo” aún. A la mujer soltera de cuarenta años le decimos solterona, amargada. Le achacamos a cualquier conducta el que “sea sola”. ¿Es “sola”, con todo lo que implica el SER sola, por el hecho de que no está casada y no tiene hijos?, ¿acaso sus familiares, sus amigos, si es feliz, no cuentan como para verla como una persona completa?

Si no me quieren dejar en paz, deberé contentarme con ser un monstruo, pero soy, en mi monstruosidad, en mi extrañeza, feliz, completa, excelente ser humano. En mi rareza está mi felicidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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