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La educación TP: ¿Un diseño intencionado?


A propósito de la desigualdad social.

Según datos disponibles como los que presenta la Pontificia Universidad Católica y la Cámara Chilena de la Construcción a través de su estudio anual que mide la calidad de vida que existe en aquellas ciudades que tienen una población superior a 50 mil habitantes (ICVU), nos arroja algunas conclusiones muy interesantes y reveladoras. Por ejemplo, una de las conclusiones es que la comuna con mejores condiciones para vivir corresponde a Las Condes. Entre los aspectos medibles de este estudio y que son decidores se encuentran; Conectividad, vivienda y entorno, salud y medio ambiente, condición laboral, entre otras áreas. Asimismo, otros datos nos indican que Las Condes tiene cerca de 285 mil habitantes según proyecciones del INE hechas el año 2016. Adicionalmente según datos consolidados de la biblioteca nacional, al año 2013 Las Condes presentaba un 1,3% de personas en situación de pobreza, y en el mismo año la comuna presenta un ingreso promedio por trabajador de 1 millón 300 mil pesos mensuales.

Como cara opuesta tenemos la comuna de San Bernardo.  Según el mismo estudio (ICVU) que dicho sea de paso, examina más de 90 comunas, ubica a la comuna de San Bernardo en algo así como en la décima peor comuna para vivir. Al igual que las proyecciones del INE del 2016, esta comuna llegaría cerca de los 290 mil habitantes, que es equivalente a la población de Las Condes. Adicionalmente tomando los mismos datos de la biblioteca nacional, San Bernardo al año 2013 presentó cerca de un 18% de personas en situación de pobreza y su ingreso promedio por trabajador se situaba en alrededor de 490 mil pesos mensuales.

[cita tipo=»destaque»]¿Por qué las comunas más ricas no tienen prácticamente nada o no apuestan por la educación TP? O ¿Por qué las comunas más pobres dentro de su oferta educacional lo que tienen  o impulsan fuertemente es la educación TP? ¿Todo esto es fruto del azar o de una intención deliberada? ¿Chile, o las personas que son dueñas de él, de verdad tienen un interés por generar oportunidades o expectativas reales para que cualquier joven pueda disponer libremente de su futuro?[/cita]

Ambas comunas con una cantidad de población equivalente poseen una distribución en términos de la administración educativa muy diferente. Mientras Las Condes Tiene sólo 6 establecimientos educacionales pertenecientes a la corporación municipal, San Bernardo posee 41. Asimismo,  en Las Condes existen 48 establecimientos particulares pagados versus 1 en San Bernardo. De los 6  establecimientos municipales que existen en Las Condes sólo 1 corresponde a lo que se llama TP (Técnico Profesional). En el caso de San Bernardo existen 7 Liceos TP y más de 30 escuelas de administración municipal. Todo ese ejercicio es idénticamente comparable en todos sus índices si, por ejemplo, tomáramos la comuna de Vitacura y San Ramón, o si examináramos la Comuna de La Reina con la comuna de La Granja, tendríamos una radiografía exacta de la misma segregación. Si quisiera podría seguir con muchas otras comunas, – inclusive comparaciones entre rurales o más alejadas de la capital –  pero nos centraremos en lo educacional. Así, siguiendo la misma línea, al observar los datos existentes en el sitio mi futuro.cl, al comparar las 10 mejores carreras profesionales en el mercado con las 10 mejores carreras técnicas profesionales en cuanto a su valoración, existen diferencias de hasta más de 1,5 millones de pesos mensuales, en cuanto a los ingresos que perciben ya titulados. Tampoco  esto quiere decir que la Universidad es un faro único a seguir, sólo es un ejemplo de la escala valorativa que también es consecuencia del mismo diseño.

Todos estos datos me remontan a una reflexión de fondo. No puedo sino pensar que en nuestro país pareciera  ser que apostamos por un diseño que en sus cimientos hacen que casi de una manera determinista el derrotar la desigualdad en todo su más amplio sentido sea una ilusión. Son muchos los que creen que la educación es la clave, que allí está presente la verdadera posibilidad de cambiarle la cara a nuestra realidad. La  pregunta es ¿Cómo? Si pareciera que hemos promovido una segregación estructurada que parte con las mismas posibilidades sobre educación que justamente estamos ofreciendo. Las oportunidades para un estudiante de una determinada comuna, aunque posea grados de libertad para elegir, se desarrollarán dentro de un marco o de un techo ya construido. Es cierto y soy testigo de aquellos que logran romper el diseño, pero desgraciadamente siempre son experiencias aisladas y no una constante. Es más, con lo atomizada de las relaciones sociales que existen en Chile no puedo dejar de pensar que todo este modelo de vida  es bastante cómodo – para algunos –  para mantener una cierta hegemonía sobre aquellos aspectos que son decidores y así perpetuar las diferencias de unos por sobre otros. ¿Por qué las comunas más ricas no tienen prácticamente nada o no apuestan por la educación TP? O ¿Por qué las comunas más pobres dentro de su oferta educacional lo que tienen  o impulsan fuertemente es la educación TP? ¿Todo esto es fruto del azar o de una intención deliberada? ¿Chile, o las personas que son dueñas de él, de verdad tienen un interés por generar oportunidades o expectativas reales para que cualquier joven pueda disponer libremente de su futuro? ¿Acaso este es el primero de los elementos que asegura la perpetuidad de la desigualdad, una de las peores del mundo?

La segregación está diseñada, estructurada y consumada. Romper con ella sólo será posible si decidimos quebrar el paradigma dominante de la codicia, de la competencia que segrega y define con mucha indiferencia el futuro de cientos de miles de niños y jóvenes. Nuestro país si no decide abordar de fondo las problemáticas que subyacen a todo índice macroeconómico, político o social que existe, seguirá condenado como Sísifo quien arrastraba una pesada piedra con la ilusión de subir la empinada colina, pero que al  llegar a la cima el peso lo remontaba nuevamente al inicio y al suelo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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