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Lecciones del debate presidencial: la agenda que se viene en la recta final Opinión

Lecciones del debate presidencial: la agenda que se viene en la recta final

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Para nadie fue sorpresa que el debate con los ocho candidatos resultara mediocre. Las escasas ideas, los eslóganes vacíos y retórica abundante constituyeron la tónica. En los siguientes debates, los temas no variarán del discurso conocido sobre el conflicto en La Araucanía, sobre corrupción y la relación política-dinero, militares y Derechos Humanos, incluyendo el cierre de Punta Peuco y el Informe Valech. Tal vez los únicos asuntos distintos, pero sin tensión, sean la descentralización y la mayor participación ciudadana.


Partamos por que el primer debate presidencial, con la presencia de todos los candidatos, y a poco menos de dos meses de las elecciones, fue mediocre. Escasas ideas novedosas, mucho eslogan vacío, retórica abundante, exceso de miradas del pasado, lugares comunes, promesas generales, pero muy pocas recetas de cómo se logran esos cambios. Por supuesto que el formato elegido no contribuía a que los futuros electores pudieran conocer las diferencias entre uno y otro frente a un tema de interés general. Eso requería que una misma consulta fuera respondida por los ocho postulantes, sin embargo, optaron por preguntas personalizadas –donde SQM fue protagonista– y distintas a cada uno. Si no fuera por el momento de réplicas, muy bien conducido por Iván Valenzuela, la verdad es que no nos habríamos enterado de las distintas visiones de cómo abordar el conflicto de La Araucanía o la gratuidad en la educación superior.

Pero el debate no fue fome-fome. Tuvo momentos de confrontación interesantes, hubo algo de humor también–como cuando Sánchez indicó a ME-O para señalar que había votado por él– e incluso aparecieron conceptos nuevos, como inocentado, pero principalmente asistimos a un espacio en que una parte importante de la discusión estuvo centrada en los temas que siguen dividiendo a los chilenos a pesar de los años.

La violación a los Derechos Humanos y el rol cumplido por civiles y militares durante la dictadura sigue penando en el país, 27 años después del retorno a la democracia. No hay caso, vuelve y vuelve, como una herida abierta que no sana y que, por más que se quiera obviar o tapar, está ahí. Sin ir más lejos, el caso de la inadecuada candidata Loreto Letelier –quien señaló que Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas se autoquemaron, en una burda estrategia para aparecer en los medios a costa de lo que sea– provocó uno de los momentos de alta tensión.

Y para qué decir de José Antonio Kast. Su agenda pareciera ser no solo de la derecha cavernaria a que apuntó Vargas Llosa, sino que utiliza la provocación en temas de alta sensibilidad para un sector de los ciudadanos, que van desde la mal llamada ‘familia militar’ hasta las víctimas de los Derechos Humanos.

Lo cierto es que Kast fue uno de los ganadores del debate. Pese a su relato extremo, se le vio seguro, maneja muy bien el tono y la voz, es directo y claro. Sin duda, debe haber dejado dudando a muchos partidarios del ala derecha de la UDI respecto de votar por él en vez de Piñera en primera vuelta, pero también alentó a grupos de izquierda desencantada que ni siquiera pensaban ir a votar y que ven en el diputado a un personaje que parece burlarse de las heridas del pasado.

ME-O fue el otro candidato que jugó en el terreno de Kast. Eludiendo las preguntas, como siempre, y respondiendo lo que él quiere, el ex diputado mostró el oficio y la experiencia de estar por tercera vez intentando llegar a La Moneda. No solo provocó a Piñera –su verdadera obsesión– sino que obligó al resto a responder y jugar en su terreno. Con escasas propuestas para el país, ME-O logró en una semana –desde ‘Tolerancia Cero’– volver a posicionarse en esta campaña.

Sin duda, el único que no tenía nada que ganar era Piñera. El estar en un espacio horizontal con los otros candidatos hizo que no se notara la diferencia que tiene en las encuestas, por lo mismo, estuvo muy controlado, pero no mostró novedades. Pese a los análisis positivos de su comando, el ex Presidente debe haber quedado preocupado respecto a los dos debates que tiene por delante. Deberá buscar una forma de resaltar sobre el resto y, al mismo tiempo, evitar salirse de las casillas cuando lo provoquen, como le ocurrió con Ossandón en las primarias.

[cita tipo=»destaque»]Tuvo momentos de confrontación interesantes, hubo algo de humor también–como cuando Sánchez indicó a ME-O para señalar que había votado por él– e incluso aparecieron conceptos nuevos, como inocentado, pero principalmente asistimos a un espacio en que una parte importante de la discusión estuvo centrada en los temas que siguen dividiendo a los chilenos a pesar de los años. La violación a los Derechos Humanos y el rol cumplido por civiles y militares durante la dictadura sigue penando en el país, 27 años después del retorno a la democracia. No hay caso, vuelve y vuelve, como una herida abierta que no sana y que, por más que se quiera obviar o tapar, está ahí.[/cita]

Guillier fue otro que estuvo alto en el debate. Reapareció con el estilo que le conocíamos como comunicador, se le vio más claro y preciso e incluso más entusiasmado que en las últimas semanas. El desánimo que parecía haberse apoderado del senador no se notó en esta oportunidad.

Beatriz Sánchez uso bastante más el humor y se encargó de reforzar a su voto duro, lo que le ha dado frutos en las últimas semanas.

Carolina Goic desperdició la oportunidad que tenía de estar en igualdad de condiciones con Guillier y Sánchez, utilizando un tono parejo sin énfasis de ningún tipo. Y, claro, se notó también que faltó ensayo de su puesta en escena.

Bueno, y Navarro fue el más débil, confuso, inseguro y poco claro. El tema de Venezuela lo dejó muy encasillado. Artes es un caso aparte. Dio la impresión de estar solo en un auditorio sin otros competidores, él hace un juego personal en que el entorno no pareciera importarle, y su relato es más propio de un debate universitario de los años 70.

Lo cierto es que en las siete semanas que quedan para la elección vamos a asistir a un formato y contenidos parecidos a este debate. Más controversia y enfrentamiento del pasado que mirada de futuro.

Ya se terminó el tiempo de los programas y las grandes ideas para nuestro país. Como dijo Goic, “eso lo pueden leer en mi página web”.

La coyuntura va a capturar a los ocho competidores –¿será necesario tener tantos candidatos para una elección presidencial?–. En tal sentido, esos temas son la resolución del conflicto en La Araucanía, el que sin duda será uno de los principales dolores de cabeza del próximo Presidente o la próxima Presidenta; corrupción y la relación política-dinero, especialmente por los movimientos judiciales que se pueden provocar en el caso SQM y que podrían traer coletazos a ME-O y Piñera; militares y Derechos Humanos, incluyendo el cierre de Punta Peuco y el informe Valech.

Tal vez, los únicos asuntos menos conflictivos de la agenda serán la descentralización y la mayor participación ciudadana. Este aspecto salió con mucha fuerza en el debate y está vinculado a un anhelo de las regiones y una resistencia histórica del centro. La elección de Gobernadores Regionales, que vendrá al inicio del próximo Gobierno, desatará una discusión acerca de los recursos con que puedan contar y la creación de impuestos regionales

Olvidé mencionar un detalle: la discusión de todos estos temas importantes para Chile alcanzaron  un rating televisivo de 2 puntos, es decir, la inmensa mayoría prefirió ver las teleseries en ese horario. Ojalá que en estas semanas los ciudadanos tratemos de informarnos y nos entusiasmemos en expresar nuestra opinión en las urnas y no se repita la pobre participación de las municipales del año pasado, cuando apenas votó un 34,7% de los posibles electores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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