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El PS y la emergencia de un proyecto generacional Opinión

El PS y la emergencia de un proyecto generacional

G. Ossandón, M. Peurat y D. Rojas
Por : G. Ossandón, M. Peurat y D. Rojas Comisión Política PS, Fundación La Alameda y militante PS
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Con posterioridad al último proceso eleccionario, distintos actores del Partido Socialista han identificado la necesidad de una estrategia para promover un recambio generacional y enfrentar el problema cada vez más urgente de buscar nuevos liderazgos para los próximos periodos. Aunque la necesidad es más evidente en el estrato sub-35, en general el PS se ha poblado de opiniones a favor de preparar dicho recambio. Si sólo se trazara una línea imaginaria en el Congreso Nacional a la altura de los parlamentarios de 35 años, resultaría evidente que quienes han copado esos espacios provienen mayoritariamente del Frente Amplio —en gran medida gracias a las reformas de Michelle Bachelet—.

Un elemento valioso de esta tendencia es su razón de ser, que estriba en un diagnóstico crítico el cual, por primera vez, es transversal en un segmento del partido: la pérdida de atractivo del socialismo entre los jóvenes del país amenaza su relevancia futura. Lo anterior significa reconocer que, aunque el PS mantuvo su peso relativo dentro del Congreso Nacional en las últimas elecciones parlamentarias, su situación puede ser de “pan para hoy y hambre para mañana”.

La apuesta por el recambio socialista, que aspira a competir políticamente por un espacio entre los jóvenes votantes, aún es vaga y ambigua. En tanto antes de acordar un proyecto coherente  tienda a replicar viejas lógicas de padrinazgo, su desarrollo vendría a reforzar a grupos de poder internos, conformados hace décadas y atraídos por intereses distintos a los de la generación que pretende ser representada. Si esa es la idea de lo generacional que está en juego, hay que rechazarla decididamente. Resistirse a encarnar el espíritu de la G90, quienes parecen justificar en cada momento la opinión de que “vale la pena hacer lo mismo de siempre, pero hacerlo nosotros” —como al desahuciar la candidatura de Lagos en  la última contienda presidencial—.

Por el contrario, una tesis generacional tendría sentido si cumple una función política, a saber, de proponer una alternativa ética y políticamente diferente de lo realizado. De esta manera, sostener que no son los grupos de personas dentro de un rango etario, sino su proyecto, lo que debe encontrar la estrategia para su desarrollo; y dado las circunstancias, contemplar la promoción de quienes lo encarnan. En este sentido, sólo vale la pena realizar un esfuerzo desde y hacia una generación —es decir, de promoción de ciertas personas y grupos— sobre una identidad política coherente, que combata el “hacer lo mismo, pero hacerlo nosotros” y defienda su opuesto: para hacer algo radicalmente distinto, debemos hacerlo principalmente nosotros.

Lo anterior se explica de mejor manera si separamos dos dimensiones de la apuesta. Una primera dimensión cultural, indica que un proyecto sólo puede ser generacional en la medida en que se identifique con los valores y la identidad de esa generación. En este sentido, un rasgo esencial de la actual generación sub-35 ha sido rechazar el relato político hegemónico desde inicios de los 90’s. Este relato convirtió avances y cambios sociales en acuerdo con la derecha económica y política, en incuestionables políticas públicas de modernización desarrolladas desde un punto de vista estrictamente técnico y “con visión de Estado”, haciendo vista gorda del resultante aumento de la desigualdad, la concentración económica, la precarización laboral y la consolidación del dogma neoliberal en casi cada plano de la vida. Nuestra generación, con justa razón, ha evaluado críticamente aquel relato, denunciando sus consecuencias en distintos episodios de la historia reciente: la segregación en el sistema escolar en 2006, el desempleo y sobreendeudamiento de profesionales jóvenes en 2011 y la ausencia de una seguridad social que proteja a las familias en 2016. La viabilidad de una propuesta generacional pasa principalmente por su capacidad de reflejar el continuo de ese cuestionamiento.

[cita tipo=»destaque»]En resumen, creemos que una forma genuina de apostar por una generación, consiste principalmente en (i) reconocer su pertenencia con los valores y la identidad cultural de esa generación que trasciende las fronteras del Partido Socialista, asociados a un profundo cuestionamiento del orden neoliberal de las últimas cuatro décadas y explicada por su propia biografía; (ii) elaborar propuestas políticas coherentes, radicales, honestas y éticamente situadas que nos permitan tomar posición con autonomía de los grupos de poder en temas de interés público; y (iii) identificar y convocar sin exclusiones a todos quienes estén dispuestos a asumir la responsabilidad de un proyecto como el descrito. Añadir a lo anterior una manera propia de comunicar en la era digital, alejada de la corrección política y en un lenguaje claro: que enfrente el endeudamiento estudiantil como una estafa, las pensiones como un asunto de dignidad, la corrupción como un enemigo interno y el machismo como un resabio cultural a combatir. Sólo bajo estos criterios, un proyecto generacional puede colaborar con el futuro de un partido fundamental para la izquierda en un escenario político como el actual.[/cita]

Una segunda dimensión política, nos invita a sostener que un proyecto de este tipo no puede ser objeto de transacción en el espacio de la vieja política. Ortega y Gasset tuvo una manera peculiar de comprender el problema de las generaciones, pensándolas como a cohortes que se empalman unas sobre otras de quince en quince años. A pesar de lo grueso del modelo, puede resultar útil pensar cada generación como un bloque, para aproximarnos a definir de forma preliminar en qué sentido una tesis es generacional o no lo es. Así puestas las cosas, una apuesta política es generacional en la medida en que quienes la sostienen priorizan las relaciones dentro de un bloque, que actúa según un proyecto político, subordinando las relaciones con miembros de otros bloques etarios en función de dicho proyecto. Poniéndolo en términos más estrictos, podemos identificar a quienes genuinamente promueven una tesis de generación observando cuánto valoran su propia autonomía en relación con los grupos de poder asentados en otros estratos.

Queremos hacer énfasis en la importancia de entender nuestra generación más como un escenario favorable para elaborar nuevas propuestas políticas que como a un conjunto de personas valioso en sí mismo. Una tesis generacional per se es insuficiente. Pertenecer a la generación del 2006, el 2011 y el 2016, envuelve sobre todo una oportunidad  en la medida que otorga elementos para hacer otra política. Pero ello depende de la claridad y firmeza de un proyecto que pueda convocar, a su vez, a líderes políticos y sociales de todas las edades dentro y fuera del PS. Dicho de otra forma, lo generacional puede ser el crisol de una nueva política que no agote en su rango etario su capacidad de convocar. Para toda una generación existe una oportunidad de innovación política, también en el PS.

En resumen, creemos que una forma genuina de apostar por una generación, consiste principalmente en (i) reconocer su pertenencia con los valores y la identidad cultural de esa generación que trasciende las fronteras del Partido Socialista, asociados a un profundo cuestionamiento del orden neoliberal de las últimas cuatro décadas y explicada por su propia biografía; (ii) elaborar propuestas políticas coherentes, radicales, honestas y éticamente situadas que nos permitan tomar posición con autonomía de los grupos de poder en temas de interés público; y (iii) identificar y convocar sin exclusiones a todos quienes estén dispuestos a asumir la responsabilidad de un proyecto como el descrito. Añadir a lo anterior una manera propia de comunicar en la era digital, alejada de la corrección política y en un lenguaje claro: que enfrente el endeudamiento estudiantil como una estafa, las pensiones como un asunto de dignidad, la corrupción como un enemigo interno y el machismo como un resabio cultural a combatir. Sólo bajo estos criterios, un proyecto generacional puede colaborar con el futuro de un partido fundamental para la izquierda en un escenario político como el actual.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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