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Equidad de género como indicador de excelencia en las universidades Opinión

Equidad de género como indicador de excelencia en las universidades

Jacqueline Sepúlveda Carreño
Por : Jacqueline Sepúlveda Carreño Profesora Titular Universidad de Concepción
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En el análisis histórico del rol y misión de las universidades, se puede identificar claramente la evolución que han tenido estas instituciones. Las primeras universidades eran altamente elitistas, depositarias de conocimiento, verdaderos reservorios del patrimonio intelectual, y han ido evolucionado hacia instituciones más democráticas e inclusivas, que promueven una formación integral en las aulas, que generan y transfieren conocimiento, aportando con esto al desarrollo socioeconómico y cultural de la región.

La movilización estudiantil de 2006, también llamada Revolución Pingüina, remeció las instituciones de educación en Chile, propiciando la  redacción, intenso debate y finalmente la promulgación de la Ley 21.091 el 29 de Mayo de 2018, que consagra definitivamente la educación superior como un derecho. Este año la Ola Feminista, un movimiento ciudadano, transversal y global, nos ha invitado a reflexionar sobre las inequidades, los estereotipos de género, el acoso sexual en las aulas, la misión cívica y modelos educativos de las universidades, apuntando fuertemente a la revisión del concepto de una universidad de excelencia.

Los conceptos de calidad y excelencia se usan en forma indistinta. Por lo tanto, es necesario precisar entre lo que se entiende por una universidad de calidad y una universidad de excelencia. Entre las primeras, se encuentran aquellas que cumplen con los requisitos establecidos por una institución externa competente, como podría ser en Chile la Comisión Nacional de Acreditación, que fija indicadores que, si son cumplidos por la institución, le otorgan determinados años de acreditación en las áreas elegidas. En el fondo, se trata de cumplir con una norma de calidad, que es aplicable a todo el Sistema de Educación Superior del país.

[cita tipo=»destaque»]La búsqueda de la excelencia en las universidades enfatiza la misión cívica, haciéndose partícipe de las necesidades de la sociedad, que no tan solo nos exige formar ciudadanos integrales, social y ambientalmente responsables, verdaderos agentes de cambio, sino también desarrollar y gestionar el conocimiento, poniéndolo al servicio de la sociedad, anticipándose y liderando los procesos de transformación, vinculándose con el medio de manera efectiva y asociativa, propiciando las sinergias e impactando en la sociedad mediante la promoción del desarrollo sustentable y la creación de capital social. De este modo, los movimientos sociales, que claman por igualdad de oportunidades, por una mayor inclusión y sustentabilidad económica, social y ambiental, imponen una nueva misión a esta universidad de excelencia; la asociatividad y creación de valor compartido.[/cita]

Por otro lado, una universidad de excelencia es aquella que se ubica por sobre el cumplimiento de la norma y cuyas bases que la soportan son una alta concentración de talentos, un modelo de gobernanza ágil, flexible y transparente y un apropiado régimen económico y de gestión institucional, que permita el crecimiento orgánico, equilibrado y sostenible de la institución. Este tipo de universidad tiene un modelo de gestión abierto, participativo, inclusivo, que favorece la interdisciplina, promueve la interculturalidad y la internacionalización y  facilita la interacción entre el sector público y privado.

La búsqueda de la excelencia en las universidades enfatiza la misión cívica, haciéndose partícipe de las necesidades de la sociedad, que no tan solo nos exige formar ciudadanos integrales, social y ambientalmente responsables, verdaderos agentes de cambio, sino también desarrollar y gestionar el conocimiento, poniéndolo al servicio de la sociedad, anticipándose y liderando los procesos de transformación, vinculándose con el medio de manera efectiva y asociativa, propiciando las sinergias e impactando en la sociedad mediante la promoción del desarrollo sustentable y la creación de capital social. De este modo, los movimientos sociales, que claman por igualdad de oportunidades, por una mayor inclusión y sustentabilidad económica, social y ambiental, imponen una nueva misión a esta universidad de excelencia; la asociatividad y creación de valor compartido.

Sin lugar a dudas, el movimiento feminista nos deja la difícil tarea de converger acciones que fomenten la equidad de género en los tres ejes de una universidad de excelencia. Sin embargo, bajo la profunda convicción que la equidad de género no se decreta, sino que se practica, se pueden implementar acciones concretas que permitan avanzar en políticas institucionales a corto, mediano y largo plazo. En primer lugar, la concentración de talentos se puede iniciar con la implementación de programas especiales de admisión en el pre- y post-grado, para fomentar la admisión de mujeres en el área de la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM), siendo un ejemplo el programa Mujeres líderes de la Universidad Técnica Federico Santa María.

A través de los modelos de gobernanza, se puede otorgar la institucionalidad necesaria para que exista la normativa, reglamentos y protocolos, para la prevención y sanción de toda forma de abuso, acoso y violencia sexual, además de protocolos transparentes para evaluaciones y  promociones académicas y de carrera funcionaria, junto a políticas institucionales para incorporar mujeres en puestos de toma de decisiones. Finalmente, a través de la gestión financiera se hace necesario el diagnóstico de brechas salariales y una política de homologación de los salarios y disminución de brechas.

Es ahora, cuando las universidades comienzan gradualmente a encauzar sus modelos educativos y de gestión, hacia modelos más inclusivos y con políticas de equidad de género, teniendo la oportunidad para incluir la equidad de género como un indicador de excelencia en la gestión universitaria, para no quedarse en el diseño e implementación de protocolos como una medida reactiva al llamado de conciencia que nos hace la ciudadanía.

Hoy más que nunca las universidades no pueden eludir la tarea aún pendiente de reconocer y derribar las inequidades de género, colaborando en la construcción de una sociedad más democrática, más justa, más inclusiva, más solidaria y con igualdad de oportunidades para mujeres y hombres.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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