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Francia: ¿fractura fiscal? Opinión

Francia: ¿fractura fiscal?

Alexis Guardia
Por : Alexis Guardia Economista. Universidad de Chile. Doctor en Economía. Universidad de Paris IX Dauphine
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El 17 de noviembre recién pasado, salieron 290.000 franceses a protestar contra el impuesto a la gasolina en distintos puntos del país, bloqueando los peajes y acceso a las carreteras. Lo notable de este movimiento es que ellos no fueron convocados por los partidos políticos ni por los sindicatos  y su organización corresponde a una modalidad espontáneamente descentralizada, lo único que los identifica es que físicamente aparecen en sus manifestaciones con un chaleco color amarillo y viven en su mayoría en la parte periféricas de las grandes ciudades y zonas rurales. Su reivindicación original es su protesta contra el alza del impuesto a la gasolina que el gobierno decidió por motivos ecológicos a fin de fomentar un uso más moderado del automóvil. Impuesto que no se aplica al uso de combustible de los aviones. Cabe observar que el actual parque de automóviles en Francia es poco más de de 32 millones de vehículos particulares, es decir casi el 83% del parque automotriz total. Para una parte importante de los dueños de estos vehículos que protestan el automóvil es un instrumento de acceso a su trabajo.   

El problema es que en el precio de la gasolina, también inciden la evolución del precio del petróleo a nivel internacional y la baja de la moneda europea respecto al dólar. Es cierto que a fines del   presente año las fluctuaciones del precio del petróleo han sido al alza, pasando de los 70 dólares el barril hasta alcanzar 86 dólares en septiembre y octubre del presente año. El  embargo americano sobre el Irán en mayo, ha significado una falta de petróleo equivalente a 1,7% del consumo global de petróleo y si agregamos el derrumbe de las exportaciones de petróleo de Venezuela debido a su crisis política interna, pues de 3 millones de barriles producidos en el 2008 se ha pasado a menos de 1,5 millones en agosto 2018, no es extraño entonces encontrar la fuerte alza del precio del petróleo. Por tanto el déficit de oferta de petróleo principalmente debido a las razones indicadas han provocado en Francia entre fines del 2017 y fines del 2018 un aumento del petróleo de 20% el litro al nivel de la distribución.

Sin embargo, en esta situación también existen otros países como EEUU, Rusia y Arabia Saudita que por distintas razones geopolíticas  a fines de año han decidido aumentar su producción de petróleo de tal suerte que a fines de noviembre el precio del barril ya se había  situado en los 67 dólares, reducción que permitiría aliviar el precio de la gasolina, pero dado que el gobierno francés tiene programado un nuevo impuesto a la gasolina para comienzos del próximo año, la protesta mantiene su convocación.

[cita tipo=»destaque»]El problema es que en el precio de la gasolina, también inciden la evolución del precio del petróleo a nivel internacional y la baja de la moneda europea respecto al dólar. Es cierto que a fines del   presente año las fluctuaciones del precio del petróleo han sido al alza, pasando de los 70 dólares el barril hasta alcanzar 86 dólares en septiembre y octubre del presente año. El  embargo americano sobre el Irán en mayo, ha significado una falta de petróleo equivalente a 1,7% del consumo global de petróleo y si agregamos el derrumbe de las exportaciones de petróleo de Venezuela debido a su crisis política interna, pues de 3 millones de barriles producidos en el 2008 se ha pasado a menos de 1,5 millones en agosto 2018, no es extraño entonces encontrar la fuerte alza del precio del petróleo. Por tanto el déficit de oferta de petróleo principalmente debido a las razones indicadas han provocado en Francia entre fines del 2017 y fines del 2018 un aumento del petróleo de 20% el litro al nivel de la distribución.[/cita]

Para el caso francés la paradoja de esta situación es que el movimiento generado en torno al impuesto a la gasolina se ha ido radicalizando pues dicha alza es solo un aspecto de un malestar más general que gira en torno al aumento de muchos otros impuestos que se han generados en el actual gobierno. Tema delicado pues la presión fiscal en Francia se ha acrecentado sensiblemente desde hace cuatro decenios para alcanzar hoy 47% del PIB una de  la más elevada de Europa. Cierto, el gasto publico es también elevado, y del orden del 55% del PIB; dentro de este se encuentra todo lo que constituye el gasto de bienestar y solidaridad consignado en la educación, salud, e infraestructura, que por cierto nadie quiere reducir de acuerdo a criterios conservadores o neoliberales, sino mas bien administrarlos mejor.

Por otra parte, en lo que se refiere a los impuestos, el actual gobierno desde su inicio aprobó la devolución de impuestos a los contribuyentes de mayores ingresos (supresión del impuesto a la fortuna y la fijación de  una sola tasa de impuesto para los dividendos eliminando su progresividad) sin que por ello se verifique un mayor crecimiento o una reducción del desempleo. Del punto de vista político esta medida aparece hoy a lo menos como una imprudencia mayor, pues se han aumentado otros impuestos como el impuesto a los jubilados y el impuesto a la gasolina dentro  los más sentidos pues afectan a un amplio sector de clase media. Para muchos franceses el problema central es hoy  el poder de compra de su ingreso, pues cada vez les queda menos disponibilidad una vez pagado sus impuestos incluido el  uso del auto, y corregida la inflación. Existe hoy una amplia y variada crítica a la estructura impositiva en Francia. Según última encuesta IFOP “solo poco más de la mitad de los franceses consideran que pagar sus impuesto es un acto ciudadano”.

Para algunos esta situación ha creado una fractura fiscal en Francia : “De un lado las clases populares y de habitantes de zonas rurales o periféricas, para quienes el consentimiento al impuesto es cada vez menos evidente que sea un deber cívico, del otro lado el de los franceses acomodados, urbanos y diplomados que continúan, de buena o mala gana,  ha asumirlo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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