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Ni más Sharp ni menos Boric: tres ideas a propósito de un titular Opinión

Ni más Sharp ni menos Boric: tres ideas a propósito de un titular


En días pasados apareció una nota en un diario capitalino que, a propósito del proceso de Convergencia titulaba: “Un nuevo partido con más Sharp y menos Boric”. La ocasión es propicia para presentar algunas reflexiones, aunque sea de manera sucinta y apresurada.

1. No se trata de más Sharp ni menos Boric, ni más Boric ni menos tal o cual dirigente, porque como se ha hecho ver, ese modo de lectura oculta, una vez más, el cardinal rol que las mujeres cumplen hoy en el proceso de construcción de esta nueva fuerza política. Son, de hecho, dos mujeres las que hoy disputan la presidencia de la organización, y eso, que cuando no ha sido abiertamente negado, sí ha sido insuficientemente notado por la prensa, revelando en alguna medida el nivel en que esta nueva construcción política intenta dar cuenta de la legítima demanda de las mujeres, no solo por el reconocimiento de su papel en la política, sino por el ejercicio efectivo y el amplio desarrollo de sus capacidades dirigentes. A contrapelo de estos machismos imperantes es un hecho que una mujer va a ser la primera presidenta de esta fuerza política.

Sin embargo, eso no constituye por sí mismo la resolución del problema. Por el contrario, se abre aquí un nuevo período en la construcción de esta nueva izquierda, que tiene una irrenunciable vocación feminista, que continúa sin dudas esa voluntad previamente constituida en las organizaciones que se fusionan, y que constituye uno de los ejes orientadores más relevantes de la nueva política que intentamos construir. Se trata entonces, por decirlo de algún modo, de un nuevo impulso para una izquierda feminista del siglo XXI.

Y decimos feminista para indicar que no es solo una política de mujeres, sino una que reconoce en el pensamiento y las prácticas del feminismo un horizonte fundamental para la emancipación, que mientras por un lado desestabiliza lo que una izquierda sin dudas aun aquejada por concepciones patriarcales cree saber, aporta por otro lado concepciones de una vida y una lucha nuevas.

2. Tampoco se trata de más Sharp y menos Boric, principalmente, porque de lo que sí se trata es de más gente, de más chilenas y chilenos, de la posibilidad de que esta convergencia supere los marcos relativamente estrechos de las fuerzas del Frente Amplio y avancemos a una mayor vinculación con amplios sectores de nuestra sociedad que no han encontrado en las propuestas políticas actuales una vía efectiva de expresión de sus malestar y de construcción de nuevas salidas, más justas, más democráticas.

Entonces, cierto exceso de apellidos y rostros con que la prensa, la política elitizada y muchas veces el propio Frente Amplio tienden a asociar el nuevo ciclo, debe dar paso a articulaciones que disputen las nuevas formas de lo masivo, que se conecten más humildemente, más horizontalmente, con los sujetos sociales de nuestro tiempo. Si la nuestra es una política democrática de signo participativo, ello debe reflejarse de forma mucho mayor a la actual, en un protagonismo de las comunidades y de las organizaciones sociales.

En nuestra propuesta, de hecho, el fortalecimiento de la izquierda del Frente Amplio se relaciona con un despliegue territorial mucho mayor, que particularmente frente a los procesos municipales que se avecinan, se materialicen en la construcción de alianzas sociales y políticas de verdadero protagonismo en los territorios, que se hagan cargo de llevar adelante los procesos electorales.

En ese camino, por cierto, el lugar de líderes tiene una alta importancia en tanto permiten la convocatoria y articulación de muchas voluntades, pero ellas y ellos, al igual que las dinámicas institucionales que encabezan, solo llegan a tener verdadero sentido en tanto se constituyen como instrumentos al servicio de la gente y actúan bajo la firme convicción de que las personas deben los verdaderos dueños de su vida y su destino.

3. Otro debate que se relaciona, aunque de una manera mucho menos clara, con el titular, es aquel que alude a los perfiles político-ideológicos.

Ha sido nuestra posición en este nuevo partido, la construcción de un nuevo ideario socialista, que identificamos con una actualización crítica de la izquierda en el siglo XXI. Así, el socialismo vuelve a nosotros como una transición compleja, diferente a aquel momento definido simplemente por la estatización de medios de producción. Se trata de un socialismo cuya densidad puede describirse tanto económica como políticamente más allá de las retóricas justificativas que recubrían las experiencias burocráticas del siglo XX. Esa actitud acomodaticia que reprodujeron muchas izquierdas asumía de forma obediente y acrítica la idea verticalista del socialismo como clausura y lo identificaba como una forma social exenta de contradicciones. Algo así como un régimen sin historia. Hoy, por el contrario, retomar la idea del socialismo como proceso, como el contradictorio trayecto de sociedades que en marchas y contramarchas –América Latina lo atestigua con claridad– intentan salir de los órdenes más duros del capital, resulta fundamental para pensar el cambio social.

Ello exige asumir una nueva política democrática y ser, de hecho, tan críticos con la experiencia socialista anterior como con aquello que se ha naturalizado desde arriba con una idea única de democracia. Nuestra política, por tanto, no se agota en los marcos del poder estatal. Reconocer los esfuerzos prácticos de la base de la sociedad, y poner las instituciones a su servicio, habla de una nueva cultura democrática que, siendo rigurosos, reconoce que la idea de una izquierda democrática no es ni una creación de la socialdemocracia ni algo sobre lo que las políticas de la izquierda del siglo XXI puedan arrogarse tutoría. Chile es, por mucho, y mucho antes del experimento de la Renovación Socialista de los años 80, uno de los ejemplos cimeros en el mundo de una izquierda verdaderamente democrática. El problema del socialismo y la democracia entonces no es ni nuevo ni sencillo. En ese nudo reconocemos uno de los mayores desafíos de la construcción ideológica que debemos acometer.

Y entendemos, desde ya, que una política de izquierda es democrática o es puro simulacro, y que para serlo es fundamental que vaya más allá de acción especializada en la esfera institucional, acudiendo al despliegue de un nuevo sujeto histórico. Sin ello, la idea de la democracia es apenas declarativa. En otras palabras, hoy la posibilidad de una política democrática de izquierda remite a un proceso de fortalecimiento extraestatal de fuerzas sociales. Esa es una clave fundamental para construcción de una política de mayorías en el momento de avance de derechas que reconocen sin medias tintas un proyecto neoliberal extremo, autoritario y excluyente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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