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La madre de todas las reformas Opinión

La madre de todas las reformas

Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
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El gobierno ha iniciado un proceso de consultas con los diferentes sectores sociales, económicos y políticos del país con el objeto de recoger ideas y sugerencias que se plasmen posteriormente en un proyecto de ley encaminado a generar una sustantiva reforma tributaria en el país.

La reforma tributaria, para ser realmente trascendente, debería cumplir con dos requisitos. En primer lugar, recabar más tributos. En segundo lugar, lograr aquello sin hacer más regresiva la distribución del ingreso en el país.

Recabar más tributos es necesario pues el Estado tiene – o debe llegar a tener prontamente – más responsabilidades en el plano social, económico e incluso medioambiental. Cuando el Estado se concibe solo con un rol subsidiario, puede bastar con que sea un Estado débil y pequeño. Pero cuando se aspira que Chile sea un estado social y democrático de derecho, las responsabilidades del Estado y del gobierno son mayores, y eso tiene que traducirse necesariamente en la estructura tributaria del país. El tener un mejor sistema de salud, o el tener más y mejor educación, o tener un sistema previsional más justo son cuestiones que involucran al Estado y al gobierno, y que requieren de una mayor recaudación tributaria. La inmensa mayoría de las reformas que el país reclama necesitan de recursos económicos como para poder llevarse adelante.  Son muy pocas las reformas de fondo que se pueden hacer solo con cambios de tipo normativo. Por lo tanto, la necesidad de recabar más recursos tributarios no es una cuestión adjetiva en el campo de las transformaciones que se le han prometido al país. No es una reforma más entre muchas otras, en la que puede que al gobierno le vaya bien, o puede que le vaya mal. Se trata de la madre de todas las reformas, pues sin ella, todas las demás se van a hacer imposibles, o van a poder realizarse solo en un nivel muy modesto.

Hacer una reforma tributaria para que los recursos con que cuenta el Estado sigan más o menos iguales, y por lo tanto, para que el gobierno pueda hacer más o menos lo mismo que viene haciendo hasta ahora, es una reforma gatopardesca que generaría una sensación muy alta de frustración y de irritación en el seno de la población. Con ello, se podrían escasamente hacer algunas modificaciones menores en la forma como se reparten los recursos, y se podrían aumentar determinadas partidas presupuestarias, disminuyendo otras, pero no habría por esa vía recursos para hacer todas las transformaciones que el país reclama.

La necesidad de que la mayor recaudación no genere una peor distribución del ingreso —en un país donde ya la distribución es bastante mala— dice relación con el origen de los eventuales nuevos recursos tributarios. Ellos pueden provenir de los sectores más desposeídos de la población —incrementando, por ejemplo, los impuestos al consumo, tipo IVA— o pueden provenir de los sectores de más altos ingresos en el país, aumentando, por ejemplo, las tasas superiores del impuesto a la renta, o imponiendo el royalty a las actividades minero extractivas, o combatiendo de verdad la evasión y la elusión tributaria.

¿Se podrá llegar a un proyecto de reforma tributaria que genere más recursos sin atentar contra la distribución del ingreso? ¿Se podrá lograr aquello por la vía del diálogo y de la negociación? ¿Se podrá aprobar en el parlamento un proyecto que tenga esas características? ¿Abrirá paso la reforma tributaria a las demás reformas que el país espera? Estas son las grandes interrogantes que están planteadas en el presente nacional. De las respuestas que se hagan posible dependerá no solo el destino de este gobierno sino los grandes destinos del país.      

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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