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Voto a los 16 años Opinión

Voto a los 16 años


Hace algunos días, el Pleno de la Convención Constitucional aprobó el voto voluntario para mayores de 16 años. «El sufragio será personal, igualitario, secreto y obligatorio. No será obligatorio para las y los chilenos que vivan en el extranjero y para las y los mayores de dieciséis y menores de dieciocho años», dice el inciso. ¿Es el sufragio para menores una buena o una mala idea? La cuestión se puede abordar desde distintas perspectivas, sin embargo, es fundamental tener en cuenta la realidad educacional chilena.

El plan de formación ciudadana, ampliamente discutido en el Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, destaca la ciudadanía y el bien común como aspectos que se desarrollan en la escuela hasta cuarto medio. Si uno mira las bases curriculares del Ministerio de Educación –cuestión que, para ser honesto, dudo que hayan hecho la mayoría de los convencionales antes de aprobar la norma–, estas tienen como propósito en la asignatura de Educación Ciudadana, recién en tercero y cuarto medio, “desarrollar un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes para que los estudiantes conozcan el sistema democrático y se desenvuelvan en él”. Los miembros de la Convención no advirtieron que estaban aprobando un inciso que entrega un derecho sin siquiera garantizar los elementos mínimos para su pleno ejercicio. En el caso chileno, con la norma aprobada, la educación de los jóvenes y el sistema democrático no estarán alineados.

Es posible que ante lo recién expuesto alguien pudiera argumentar que bastaría con adelantar aquellos contenidos de Educación Ciudadana para que, al momento de acceder al derecho al sufragio, los adolescentes estuvieran preparados. Sin embargo, y como se debatió en su momento, se trata de contenidos que requieren cierta maduración para ser comprendidos y reflexionados de manera eficaz. No es posible ahondar en ellos del mismo modo a los 14 años, por ejemplo.

Por otro lado, y también atendiendo a la realidad educativa, es difícil de comprender que los convencionales no hayan tomado en cuenta las brechas que existen entre los colegios según la capacidad de pago. Según muestran Ricardo Rosas y Catalina Santa Cruz en su libro Dime en qué colegio estudiaste y te diré qué CI tienes, un adolescente de 17 años de un colegio vulnerable cuenta con un desarrollo cognitivo equivalente al que un joven de un colegio rico tiene a los 11 o 12 años. Por supuesto, esta diferencia –que a todas luces expone de manera cruda la realidad educacional chilena– podría hacer más influenciable al votante que no ha tenido mayores oportunidades.

Es muy probable que en la Convención –sobre todo quienes aprobaron el voto para mayores de 16– no hayan ahondado demasiado en el contexto educativo antes de dar el sí al inciso en cuestión. Lo pertinente sería comprender que, antes de avanzar en esa dirección, hay que solucionar los problemas del sistema educativo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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