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Barbie primatóloga Opinión

Barbie primatóloga


El noticiero TV trae la información de que, recientemente, la compañía de juegos Mattel –en su Tribute Collection– ha creado una nueva muñeca Barbie inspirada en esta ocasión en la primatóloga Jane Goodall. No deja de ser destacable que comiencen a aparecer distinciones de este tipo (que sea en juguetes no resta mérito) que rindan tributo a nuestras científicas, además de homenajear a mujeres de otras profesiones que han contribuido de forma positiva a nuestra sociedad.

¿Quién es Jane Goodall? Una etóloga inglesa, importante investigadora del comportamiento de los chimpancés y una apasionada defensora de la naturaleza, que sigue tan activa como siempre a sus 88 años de edad.

Muy recomendable es su libro autobiográfico Gracias a la vida (Mondadori, 2003) . En sus páginas nos muestra lo que llama su “viaje espiritual”, las etapas que han conformado su filosofía de vida: desde sus primeros trabajos en África, sus indagaciones sobre las costumbres de los simios en la selva de Gombe, las vicisitudes de su vida sentimental, sus dramáticas experiencias ante la crueldad, la violencia y el odio del terrorismo africano, hasta su actual cruzada esperanzadora que la lleva dando conferencias alrededor del mundo en favor de la vida y la naturaleza.

Nuestra etóloga se denomina cristiana, aunque debemos reconocer que muy sui generis y que ya quisiéramos que todos los creyentes fueran así: acepta sin problemas la teoría de la evolución darwiniana y está convencida –por sus estudios con restos de criaturas ya extinguidas– que hacia millones de años atrás se bifurcaron, desde un ser primitivo común, distintas ramas, una que dio origen al chimpancé y otra que con el tiempo llevó hasta nosotros los humanos. Para Goodall nuestra herencia primate determina muchas de nuestras conductas, por ejemplo: nuestras tendencias agresivas, así como nuestros impulsos altruistas.

También nos señala que la santidad significa una vida vivida al servicio de la humanidad, una vida de amor y respeto por todos los seres vivos y que, por ello, no solo los creyentes en Dios, sino también los ateos, pueden ser santos.

Asimismo, nos impele a aceptar que los seres humanos no somos los únicos animales con personalidad, ni los únicos capaces de resolver problemas, ni los únicos en experimentar alegría, tristeza y desesperación ni los únicos en conocer el sufrimiento, lo que debiera reducir nuestra arrogancia y eliminar nuestra creencia sobre que tenemos un derecho inalienable a utilizar a placer otras formas de vida para nuestros fines y beneficios.

Frente a la miseria, la destrucción, la violencia y el padecimiento existentes en el mundo, condiciones que Jane Goodall conoce muy bien, podría pensarse que su visión del futuro es oscura y sin ilusiones. Sin embargo, aunque denuncia sin rodeos los males del presente, es optimista respecto del porvenir. Siempre y cuando –asevera– realicemos cambios en nuestra manera de vivir para evitar el desastre.

Cuatro son las razones que presenta Goodall para su esperanza: 1) la maravillosa capacidad del cerebro humano para la innovación, 2) la plasticidad de la naturaleza, 3) la energía y el entusiasmo presente o potencial de la juventud en todo el mundo, y 4) el indomable espíritu humano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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