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Política de relaciones económicas internacionales de EE.UU: ¿Alternativa a la ruta de la seda? Opinión

Política de relaciones económicas internacionales de EE.UU: ¿Alternativa a la ruta de la seda?

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Más allá de los desafíos que identifica y las causas que asocia a esos desafíos, no dejan de sorprender algunas de las afirmaciones que realiza el Consejero Sullivan, pues “dan justo” en lo que ha sido la formulación de nuestra propia política de relaciones económicas internacionales y en la facilidad con la que nos sumamos a las prácticas de apertura económica y de desregulación del mercado.


El 27 de abril pasado, Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional (National Security Advisor) de Joe Biden realizó una provocadora presentación de la política de relaciones económicas internacionales de la actual Administración estadounidense. Aquí, no es posible referirse en detalle a esta presentación, pero intentaré resumir lo que Jake Sullivan llama los principales “desafíos” que -según él- enfrenta los EE.UU. en este ámbito, para luego presentar los “ejes” centrales de esta política de relaciones internacionales y, en una próxima Columna, comentar detalles.

Según Jake Sullivan, cuando Joe Biden asumió la presidencia, EE.UU. enfrentaba “desafíos” en cuatro frentes diferentes: Primero, la crítica erosión de su base industrial. Acá, Sullivan parece culpar a las políticas neoliberales de las últimas décadas y medidas como las privatizaciones. También, critica algunas de las “prácticas” seguidas en la liberalización comercial (la “liberalización” cómo un fin en sí mismo), así como la falta de regulaciones del mercado que contrarresten prácticas desleales, destacando que se habría implementado algunas “medidas” de crecimiento económico, sin importar sus implicancias y/o consecuencias (Prensa, La Casa Blanca, 27 de abril, 2023). En segundo lugar, Estados Unidos estaría enfrentándose a un nuevo escenario global definido por una creciente competencia en aspectos de geopolítica y seguridad nacional, con importantes repercusiones económicas. Aquí parece dirigirse a China, país que -luego de haber sido “integrado al orden económico internacional” (¿la OMC?)- no estaría comportándose de acuerdo a normas esperadas del comercio internacional. De paso, también menciona a Rusia. Todo esto habría erosionado la base industrial de EE.UU. y llevado a “dependencias en sectores económicos críticos”, con implicancias en el “palanqueo geopolítico” global.

En tercer lugar, Estados Unidos estaría enfrentándose a una creciente crisis climática, con grandes dificultades para implementar una urgente “eficiente y justa transición energética”, básicamente, acceso a una oferta abundante, segura y de bajo costo a energías limpias. Argumenta que, en esta área, no existió una estrategia de inversión adecuada para generar tecnologías innovadoras. Y, por último, el cuarto desafío: las desigualdades y los daños a la democracia en los EE.UU. y otras naciones. En esta última sección, básicamente, se identifica a las fallidas “teorías del chorreo” o “derrame”, y políticas dirigidas a “debilitar” el movimiento sindical. También menciona a los efectos e impactos desiguales que tienen las políticas comerciales y el aumento en la concentración del ingreso.

Más allá de los desafíos que identifica y las causas que asocia a esos desafíos, no dejan de sorprender algunas de las afirmaciones que realiza el Consejero Sullivan, pues “dan justo” en lo que ha sido la formulación de nuestra propia política de relaciones económicas internacionales y en la facilidad con la que nos sumamos a las prácticas de apertura económica y de desregulación del mercado.

En la segunda parte de su presentación, Jake Sullivan se refiere a la que describe como “una política exterior para la clase media”. Según el Consejero de Seguridad Nacional de Joe Biden, la primera fase de esta política económica exterior es establecer una “nueva base en casa”, mediante una estrategia industrial estadounidense moderna (“modern American industrial strategy”). La define como una estrategia que “… identifica sectores que son la fundación para el crecimiento económico, sectores estratégicos desde una perspectiva de seguridad nacional y en donde el sector privado por sí solo no está posicionado para realizar las inversiones necesarias para lograr nuestras ambiciones nacionales”. Jake Sullivan agrega que esta es una estrategia que “… despliega inversión pública con propósitos específicos y en áreas que desbloquean el poder e ingenuidad de los mercados, el capitalismo, y la competencia que establecen las bases para un crecimiento de largo plazo”. Al respecto, destaca semiconductores y “minerales críticos” para el desarrollo futuro de la electromovilidad (litio, por ejemplo), aclarando que el “… objetivo no es la autarquía, es la resiliencia y seguridad de nuestras cadenas de abastecimiento” (Pág. 4; Mí énfasis).

Según Jake Sullivan, esto conduce a la segunda fase de la política económica exterior: trabajar con sus “asociados” o “aliados” (“partners”) para asegurarse que también estén “logrando una [mayor] capacidad, resiliencia e inclusividad”. Aclara que los EE.UU. “… persigue la estrategia industrial en casa … pero que están totalmente comprometidos a no dejar atrás a los amigos … [destacando que] “… necesitamos que se nos unan … para crear una economía sustentable y segura”. Si bien la “segunda fase” parece privilegiar la cooperación entre los países avanzados, Sullivan aclara que no se limita a las “democracias industriales”. La temática y áreas de cooperación mencionadas en la presentación son la seguridad y resiliencia de las cadenas de abastecimiento; el abastecimiento y acceso a energías limpias; cadenas de abastecimiento de “minerales críticos”; incentivos a la producción de semiconductores; y finalmente que todo ello conduzca además a la creación de trabajo para las clases medias (Pág. 6).

Todo esto nos lleva a la tercera fase de esta política. En esta fase, el Consejero de Seguridad Nacional propone ir más allá de los tratados comerciales “tradicionales”, para llegar a nuevas fórmulas o alianzas de cooperación internacional (“new international economic partnerships”) enfocados en los principales desafíos actuales, que los reitera como: “Creando cadenas de abastecimiento resilientes y diversificadas. Movilizando la inversión pública y privada para una justa transición a energías limpias y un crecimiento económico sustentable. Y, creando buenos trabajos, trabajos capaces de sostener familias. Asegurando confianza, seguridad y acceso a la infraestructura digital.

Terminar con la reducción de los impuestos a las corporaciones. Robusteciendo la protección a los trabajadores y medioambiente. Atacando la corrupción”. En definitiva, Sullivan sugiere que este “… es un conjunto muy diferente de prioridades, que no consiste solo en reducir tarifas”. A este respecto menciona la “Global Arrangement on Steel and Aluminum”, la “Indo-Pacific Economic Framework” -que implementa con 13 naciones de esa región- y la “Americas Partnership for Economic Prosperity”, anunciada por Joe Biden en la Cumbre de Los Ángeles, que -a la fecha- cuenta con 12 “asociados” y que tuvo su primera “asamblea” (virtual) en enero de 2023. Concluye reiterando el compromiso de EE.UU. con la OMC y destaca la necesidad de reformas (Pág. 7).

La cuarta fase de la política económica exterior propone -según Jake Sullivan- movilizar miles de billones de dólares a las economías emergentes “… con capital posibilitado por diferentes formas de la diplomacia estadounidense”. Jake Sullivan destaca que los EE.UU. ha implementado medidas importantes para que los bancos multilaterales de desarrollo “adapten” su trabajo y “… estén a la altura de los actuales desafíos”, destacando temas ya mencionados anteriormente. Concluye señalando la necesidad de que se expanda el acceso a “… líneas de financiamiento concesional y de calidad a países de ingresos bajos y medios”. Y que también están adoptando medidas “… para enfrentar el aumento del endeudamiento que enfrentan un gran número de países vulnerables” (Pág. 9).

La última fase de la política exterior delineada por el Consejero de Seguridad Nacional de Biden está dirigida a “… proteger tecnologías que están en la base del desarrollo (“foundational technologies”) y asegurar que las tecnologías de próxima generación trabajen a favor y no en contra de las democracias y de nuestra seguridad”. Jake Sullivan vincula la “protección” de esas tecnologías a los temas de inversión y exportaciones estadounidenses, informando que se están tomando “medidas para fortalecer el examen” de esos flujos en áreas de importancia crítica para la seguridad nacional de los EE.UU. (Pág. 10).

Y concluye diciendo que proponen trabajar estos temas con China, pero destacando que se defenderán en contra de abusos, tratando de que la competencia sea leal. “… Estamos simplemente asegurándonos de que tecnología estadounidense y de nuestros aliados no sea usada en contra nuestra”. Agrega que buscan trabajar con China, pero que ésta deberá hacer sus contribuciones a desafíos globales como es el cambio climático, la estabilidad económica y la seguridad en diversos ámbitos.

En una próxima Columna espero analizar en mayor detalle la propuesta estadounidense, pero la “cancha ya está rayada”. Y -a diferencia de Argentina y Brasil- Chile ya se sumó a la “Americas Partnership”. Estamos con un “pie adentro” de esta Alianza, pero ¿dónde pondremos el otro? ¿Seguiremos insistiendo en una estrecha vinculación económico – comercial con China? Estados Unidos ya anunció -con todas sus letras- la importancia que le atribuye al acceso a los minerales estratégicos y, por nuestra parte, estamos recién iniciando el proceso de licitación para la explotación de las fuentes de litio ¿Cómo jugaremos nuestras cartas? ¿Tendremos la capacidad de negociar contratos ventajosos para los intereses de Chile y -al mismo tiempo- mantener nuestra independencia política y económica de las grandes potencias? Tengo la impresión de que intentaremos “ver desde la galería”, los “tiras y aflojas” entre las propuestas de China -jugosas, por cierto- realizadas al amparo de la Ruta de la Seda y de EE.UU., bajo la Americas Partnership, pero temo que esta vez no será fácil “jugar a dos bandas”. Por ahora, China parece tener la delantera y los recursos financieros y la Americas Partnership -por su parte- solo está mostrando “dientes de leche” y pocos o nada en materia de recursos. Así, no parece estar “dando el ancho”. Pero, está por verse.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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