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Sigmund Freud: a cien años de “El Yo y el Ello” Opinión

Sigmund Freud: a cien años de “El Yo y el Ello”

“El Yo y el Ello” es una obra cúlmine en la obra del padre del psicoanálisis. Este artículo sintetiza los modelos económicos, tópico y estructural que fue mostrándonos Freud a través de los años.


Si bien la vasta obra de Sigmund Freud contiene muchísimos artículos pioneros en el estudio de la psiquis, esta obra de 1923 condensa algunos de sus aportes principales y se hace necesario revisitarla. La Asociación Psicoanalítica Chilena (ApCh) ha querido brindar un homenaje al padre del psicoanálisis y los 100 años de la publicación de este importante artículo, llevando a cabo la primera versión del ciclo de seminarios “Psicoanálisis y sociedad”, dirigido a difundir esta disciplina entre no psicoanalistas, profesionales de carreras afines, entre otros.

La obra de Freud es extensa: escribió entre 1895 y 1939, año en el que murió. Su teoría la fue elaborando desde la observación que hacía en sus pacientes, de sus síntomas, sus sueños, sus dolencias. 

En el siglo XIX, antes de Freud, los males psíquicos eran observados y descritos por los profesionales de salud mental más que tratados. No se consideraban abordables y varios como la histeria estaban inmersos en creencias de magia, brujerías y causalidades oscuras. Sus pacientes histéricas lo llevaron a postular la existencia de otra conciencia, un espacio mental no accesible que comandaba la mente: el inconsciente. Toda una revolución, que puso en entredicho lo que los psiquiatras de la época veían como causa de la histeria: lo constitucional y lo hereditario. Con valentía escribió que las histéricas sufrían por recuerdos de vivencias traumáticas ligadas a la sexualidad y qué a través de explorar sus recuerdos, podían sanarse. 

Su genialidad al conocer los trabajos de Charcot y la hipnosis fue acercar progresivamente estas enfermedades al ámbito mental y proponer abordajes que en muchos casos se usan hasta hoy. Fue derivando desde el tratamiento hipnótico y sugestivo hacia la cura por la palabra, la asociación libre, método que los psicoanalistas de hoy siguen usando como regla fundamental de sus tratamientos: que el paciente hable tratando de decir todo lo que pase por su mente sin mayor censura. Así se puede acceder a los pensamientos inconscientes. Esto acompañado de la neutralidad del terapeuta, tratando de mantener una atención flotante que pueda ser impactada por el relato del paciente. 

Freud fue un médico riguroso que trató de ir construyendo una teoría sobre el funcionamiento mental, junto con una técnica que respetara al paciente y diera luces a los psicoanalistas para descubrir en la relación médico paciente, cómo se desplegaban dinámicas que tenían que ver con patrones del pasado del paciente que eran la causa de su padecimiento. El fallido tratamiento de su paciente histérica Dora lo hizo descubrir uno de los pilares del psicoanálisis: la transferencia. Dora revivió en la relación terapéutica la relación con su padre, se enojó con su médico, como lo estaba con su papá y también se vengó de él, entusiasmando a Freud con sus descubrimientos en su tratamiento y abandonándolo a la siguiente sesión. En retrospectiva, se da cuenta que Dora repitió un conflicto y al no ser interpretado, fue escenificado en la relación médico paciente. El gran descubrimiento de la transferencia fue gracias a un fracaso que Freud fue capaz de reconocer. 

Freud hizo un tratado sobre los sueños, una explicación de su origen psíquico y explicó que todo sueño tiene un sentido oculto. “La Interpretación de los sueños”, de 1900, fue su obra más importante y en ella postuló su primer modelo de funcionamiento mental donde la psiquis se divide en tres instancias: el consciente, preconsciente y el inconsciente. Este último siempre tratando de manifestarse y siendo deformado o censurado por el mecanismo de represión; los síntomas, los actos fallidos, los lapsus y los sueños, eran formas en los que el inconsciente se mostraba; desandar el camino de ellos para llegar a su origen a través de la cura por la palabra es lo que Freud proponía y es lo que los psicoanalistas actuales siguen haciendo. 

Hasta “El Yo y el Ello” hubo un largo recorrido teórico y clínico desde 1900 a 1923. Varios artículos posteriores fueron complejizando su teoría, y las observaciones clínicas de sus pacientes lo llevaron a postular conceptos como represión, la sexualidad infantil, el complejo de Edipo, la compulsión a la repetición y las pulsiones de vida y muerte.

En “El Yo y el Ello” ha evolucionado desde su postura original más biologicista de los padecimientos psíquicos -Freud era neurólogo-, a una teoría claramente centrada en el conflicto psíquico. Ha hecho un recorrido desde los síntomas y la represión y se ha preguntado quién reprime y porqué lo hace. En este artículo plantea que las enfermedades psíquicas como la histeria, las fobias, las obsesiones y la angustia tienen causalidades psicológicas y no solo biológicas y, por ello, tienen la posibilidad de ser abordadas desde el psicoanálisis. Concluye que el ser humano desarrolla una instancia que comanda su vida de vigilia, su atención, su memoria, la motilidad (movimiento) y se defiende a través de la represión de los deseos sexuales y agresivos que pueden ser reprobados socialmente. Esta instancia es el Yo. Dirá que es “el almácigo de la angustia” y que tiene que lidiar con las dos otras instancias de nuestra mente, el Ello y el Superyó. 

El Ello es el depositario de todos los deseos y pulsiones que tratan de ser satisfechas. El Superyó es la instancia que internaliza todos los ideales, normas y reglas familiares y culturales. Los trastornos del carácter estarían dados por conflictos entre el ámbito del deseo (Ello), el ámbito de las restricciones e ideales (Superyó), todo esto mediado por la instancia psíquica llamada Yo.  Describe la interacción de estas instancias involucradas, su origen, como se relacionan, etcétera. El Ello está más cercano a las pulsiones y es de origen filogenético, el Yo más cercano a la realidad externa y el Superyó es el condensado de las identificaciones de la infancia con los padres, siendo el heredero de lo que él llamara el Complejo de Edipo. 

En el “El Yo y el Ello”, Freud presenta su último modelo de funcionamiento de la mente. Nada en su teoría se desecha, sino que completa y complejiza su primer modelo tópico de Consciente-Preconsciente-Inconsciente, con un segundo modelo estructural del Ello-Yo-Superyó. El inconsciente pasa a ser dinámico y el yo de los pacientes pueden sufrir por sus deseos inconscientes, pero también por un sentimiento inconsciente de culpa producto del conflicto del yo entre sus deseos (ello) y su consciencia moral (superyó). El inconsciente está en el Ello y pugna por descargar sus pulsiones, en partes del yo y también en partes del Superyó. Por ejemplo, si alguien tiene una parálisis histérica quizás se debe a que tuvo un deseo, que estaba prohibido por su Superyó y que generó una represión desde su yo que hizo que se manifestara en un síntoma.

En términos del tratamiento “El Yo y el Ello”, da cuenta que el psicoanálisis es un instrumento que permite al Yo del paciente ir ganando terreno ante el Ello, fortalecerse y tener mayor libertad con respecto a sus impulsos inconscientes y también ante su Superyó. “Ahí donde hay Ello, Yo ha de devenir”, la clásica frase de Freud es la que ilumina a los psicoanalistas hasta el día de hoy. La relación dinámica entre pulsiones que buscan la descarga, la contrainvestidura de la represión que trata de detenerlas y el yo que padece de este conflicto, es lo que los psicoanalistas tratan de elaborar en terapia, ayudando a las personas una mejor comprensión de sí mismas. Lo no representado de las pulsiones provenientes del ello buscan el enlace con las palabras, con los recuerdos, con los sueños relatados en cada sesión de análisis. Se liga la energía pulsional con un relato, con una narrativa histórica que va siendo tejida entre el paciente y el analista, con paciencia, con elaboración y resignificación en la misma relación íntima entre ambos. Relación íntima porque el tratamiento psicoanalítico es el lugar donde se da un ambiente seguro para volver a vivir los conflictos del yo con sus primeras relaciones de identificación, los padres, condensados en el Superyó, protagonistas del Edipo personal del paciente, fuente de patrones relacionales que se repiten en el presente y hacen tener síntomas o vivir situaciones una y otra vez de manera compulsiva. Descubrir en la relación transferencial esas vivencias y hacerlas conscientes, es lo que permite al paciente ir expandiendo su yo, robustecerlo y hacerlo capaz de manejar mejor las demandas del ello, los mandatos del Súper yo y disminuir las angustias relacionadas con este conflicto.

“El Yo y el Ello” es una obra cúlmine en la obra del padre del psicoanálisis. Este artículo sintetiza los modelos económicos, tópico y estructural que fue mostrándonos Freud a través de los años. Incluye la teoría de las pulsiones y su relación con lo inconsciente, con el yo y sus defensas. Presenta al yo como el que está en contacto con la realidad externa, pero también con la interna; cómo esta instancia que gobierna los accesos a la motilidad puede angustiarse por sus impulsos, por la realidad o por la conciencia moral. Va mostrando la importancia de ligar lo no representado con las palabras en el preconciente, modo que se logra en la asociación libre de la sesión analítica. Esboza su segunda teoría de la angustia acabada luego en “Inhibición, síntoma y angustia” en 1926, donde explicará porque el ser humano se angustia y cómo esta emoción sirve como una señal que nos protege del peligro. Por toda esta síntesis es que queremos hacerle un espacio en nuestra memoria psicoanalítica a 100 años de su publicación. Hasta hoy, sigue iluminando el quehacer analítico en la escucha de los pacientes y es la base del enriquecimiento que teorías posteriores han ido aportando en el psicoanálisis contemporáneo. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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