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Recuperemos la agenda pública: Línea Basculante Opinión

Recuperemos la agenda pública: Línea Basculante

Kurt Scheel
Por : Kurt Scheel Derecho UDP
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En los campos de batalla, los romanos poseían varias estrategias básicas para enfrentarse a sus enemigos. Así, por ejemplo, el general Epaminondas desarrolló una opción empleada en casos de inferioridad o cuando un sector enemigo se revelaba compuesto por soldados inexpertos, sin suficientes efectivos o mal armados para soportar un ataque directo, retrasando ligeramente el ala izquierda y adelantando la derecha con respecto a la línea de frente. Al avanzar hacia el enemigo, el ala derecha entraba antes en combate, apoyada por fuertes contingentes de infantería pesada y caballería auxiliar, que normalmente se han desviado del ala izquierda gracias a que se incorporaban más tarde al combate.

Si la maniobra se desarrollaba adecuadamente, las fuerzas de la derecha acababan con los enemigos antes de que las de la izquierda tuvieran que actuar, rodeando rápidamente a sus oponentes por ese flanco para atacarlos por la retaguardia y obtener la victoria.

La formación de la línea basculante era muy similar, aunque en ella solo se adelantaba un sector, sin retrasar ningún otro. Bascular es, para estos efectos, extenderse excesivamente hacia un lado. De esta forma, por ejemplo, se concentra el grueso de las tropas en el flanco derecho, que intentará romper el izquierdo del rival y después “bascular” la línea para atacar al enemigo por la retaguardia.

En los conflictos ideológicos, como los que particularmente apreciamos en disputas mediáticas entre candidatos presidenciales de extrema y otras figuras del área pública, ir de frente e iniciar nuestra opinión basándonos en el debate y la ideología del contrincante implica moverse a su terreno y cuestionar las cosas que él ha dicho y cómo las ha dicho. Llegamos, en buen chileno coloquial, “a la cola”.

Ya no estamos debatiendo de si debemos tener educación pública o privada, de si los salarios son insuficientes, el por qué la gente se muere esperando una hora de atención en los hospitales públicos, o de si acaso nuestra democracia es sana. Ahora, el debate descansa en responder las afirmaciones o negaciones que ha hecho el candidato, aunque esas afirmaciones hayan sido tan vulgares como sostener que “La Luna es verde”. Si el candidato lo dijo, el país entero se ve automáticamente condenado a una semana entera de portadas con científicos, matinales y expertos investigando si acaso la Luna es verde o no. Lo estéril se toma la agenda pública.

Cuestionar públicamente las cosas que dicen los candidatos de ideologías extremas suscita que perdamos la capacidad de hablar de algo distinto. Ser extremista en estos términos suele conllevar, de por sí, ser dogmático. Y no se puede ser dogmático y racional a la vez. Ambas cuestiones son plenamente incompatibles. Ello es tan marcado que ningún experto disputa esta distinción en la actualidad.

Luego, si nuestra agenda pública depende de lo que sujetos irracionales digan, o sea, si estos fijan la agenda de la “Luna verde” y nos vemos encerrados por su propio margen de debate, la verdad es que no le queda mucho espacio de pensamiento crítico a Chile. Las estrategias romanas enseñan una lección para la agenda política y pública del Chile actual: hay batallas que se ganan “basculando” al enemigo. Para salvar este problema y bascular al enemigo, debemos cuidar nuestras debilidades. En particular, el odio y la euforia. Ambos sentimientos fuertemente arraigados en la cultura chilena.

Un amante del color verde se pondrá eufórico si un candidato plantea una aberración tan grande como que la Luna es verde. “¡Mi color favorito, usado para esto!”, pensará el amante. Alguien que odie el desconocimiento de los astros descansando en el cielo sostendrá, por su parte: “Vaya, y este sujeto quiere ser Presidente de la República”. El capítulo siguiente del cuento sigue siempre de la misma manera, un bombardeo de información que nos saturará las próximas 24 horas del día, todos los días de la semana.

Para recuperar la agenda pública, se debe bascular a este tipo de figuras y sus afirmaciones hasta rodearlos y, una vez ahí, vencerlos con racionalidad y contenido. La Luna verde de la agenda pública no se vence enrostrándole al candidato en Twitter

que la Luna no es verde y que todos los estudios serios así lo comprueban. Mientras menos atención y mención se haga de la afirmación, mejor. Bascular es ahora, en este sentido, purgar a la Luna verde entregándole espacio a la certeza de la ciencia y la comprobación empírica. A fin de cuentas, la racionalidad requiere una continua revisión para no dormirse en el letargo especulativo. Una especulación que puede costar muy caro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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