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¿Para qué murió Lissette? Opinión

¿Para qué murió Lissette?


En este mes de abril, se cumplen cuatro años desde que murió Lissette.

Ese día y en los siguientes no hubo sol ni estuvo nublado. Fue un día cualquiera y una noche tranquila. Lissette ya estaba muerta.

Ella era una niña de 12 años, a cargo del Estado de Chile, del Servicio Nacional de Menores (Sename), y se murió por acción de terceros.

Cuando se supo hubo un suspiro de dolor en todo el país, muestras de estupor y condena. Y promesas de investigación y justicia. Pero no hubo cadenas de oración en todo Chile. La Corte Suprema y de Apelaciones y los Juzgados de Familia y los abogados de este país no paralizaron para hablar solo de ella. La Presidenta de la República no apareció en cadena nacional a mostrar su dolor, su reflexión y las medidas que tomaría para evitar que volviera a ocurrir. Las organizaciones pro vida y antiaborto no salieron a la calle a marchar. Y las pro aborto y el Movilh y la CUT y el Cobreloa tampoco. El nuevo jefe administrativo de La Moneda no organizó ese mismo día un campamento de emergencia para hospedar a todos los niños Sename-dependientes en el Patio de los Naranjos. Los estudiantes, los empleados municipales y las dueñas de casa no realizaron asambleas para informarse y discutir el asunto.

Solo ocurrieron la tristeza, los trámites y los anuncios de rigor. Se investigaría. Se estudiaría. Se reformaría. Se solucionaría.

Todos coincidieron en que la situación no podía continuar, que los niños más desamparados de Chile, los más solos, los más tristes, los más dependientes estaban en peligro. Que todo debía cambiar: el sistema, la infraestructura, la mentalidad, la política, el método, el personal, la actitud, los protocolos, la capacitación y un largo etcétera cambiaría. ¡No cabían dudas de que se haría!

Se reconoció pública y privadamente que los niños del Sename estaban en peligro.

Posteriormente aparecieron listas de fallecimientos de niños de dicho servicio y el país se sorprendió y se escandalizó con las cifras: demasiados niños y demasiadas muertes. Los niños del Sename sí, efectivamente, estaban en peligro.

¡No se necesitaban más pruebas! ¡Era evidente!

Cuatro años han pasado. Nuevo Gobierno, nueva realidad, nuevas instituciones, nuevos niños (y antiguos también), nuevos cuidadores (y antiguos también), nuevas políticas (y antiguas también), nuevo método (y antiguo también). Pero todo sigue igual. O casi igual… O no tan distinto. Llámelo como quiera. En estos tiempos mejores se han descubierto nuevos antecedentes.

Y el Gobierno considera que, más allá de que los niños estén en peligro, mucho más importante es que los niños son el peligro.

Y de ahí que le dieron curso a un Convenio entre la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) y el Sename para el intercambio de información entre ambas instituciones. Personas, organizaciones, partidos, instituciones públicas y privadas, políticos y docentes se opusieron. Dieron contraorden… pero advierten que de todos modos lo harán. Buscan la fórmula, el mecanismo, el resquicio.

¡Los niños son el peligro!

Sí, los niños que deberían ser amorosamente cuidados, guiados, educados y formados, y que en la realidad son sospechosamente maltratados, a partir de ahora, seguirán igual pero serán permanentemente sospechosos, estrictamente vigilados, minuciosamente controlados y diligentemente perseguidos.

¿Para qué murió Lissette?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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