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Profundización de la democracia liberal-deliberativa Opinión

Profundización de la democracia liberal-deliberativa

Felipe Rivera S
Por : Felipe Rivera S Sociólogo, Master en Antropología y Desarrollo y Master en Innovación
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Las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo dejaron resultados que para algunos reflejan el arcoíris de la diversidad, mientras que para las elites dejó un “mal de alturas”, que trajo consecuencias en las posteriores discusiones para definir a sus presidenciables con vistas al próximo noviembre de 2021. Quizás lo más sensato era dejar pasar unos días, cuestión que podría ser muy adecuada en el caso de un análisis como el que aquí aproximamos. Pero esa misma distancia temporal no tiene la misma valoración para los propios líderes políticos, porque de ellos se espera anticipación, planificación, claridad, sobre todo en tiempos de alta incertidumbre.

Cuantitativamente los resultados dejan en evidencia que la política de los tercios no será posible en el proceso constituyente, por lo tanto, nadie concentrará el poder de manera exhaustiva. Cualitativamente los resultados dejan en evidencia que la ciudadanía está pensando, por ende, hay cierta inteligencia colectiva dando vuelta de manera extrainstitucional. En este sentido, los incumbentes reconocen no estar escuchando las demandas de la población, mientras un gran número de independientes serán quienes tendrán el poder de mover la balanza en las decisiones de fondo en el proceso político que viene.

El rol de los independientes va a necesitar mayor democracia, mayor participación y, por lo tanto, no pueden dejar de escuchar activamente a la ciudadanía. Mientras que los incumbentes deberán pensar cómo se articulan de mejor forma para movilizar esas nuevas visiones que se suman. La razón por la cual la ciudadanía votó por fuera de los patrones tradicionales de la política es, justamente, la necesidad de abrir mayores ámbitos de discusión frente a la forma en que efectivamente nos queremos gobernar.

El desafío independiente es articular la conversación, la “escucha activa, generosa y comprometida” (valga la alusión a Humberto Maturana, quien lamentablemente nos dejó unas semanas atrás, pero que afortunadamente dejó su legado intelectual que tan bien nos haría comprender mejor como sociedad). Por otro lado, el eventual rol moderado requiere ser aglutinador de una ciudadanía que viene reclamando mayor equidad, pero no aquella que se ha encargado de administrar mejor la pobreza, sino aquella que reconoce las necesidades estructurales del sistema, de tal manera de tomar perspectiva respecto de los extremos y guiar al país hacia un futuro más prospero.

Chile, después de los resultados electorales, proyecta un futuro más sustentable, con mayor equidad, con mayor confianza, solidario, donde las posibilidades sean aún más amplias para sus ciudadanos. Un aire de optimismo recorre al Chile independiente, y eso es indudablemente bueno. No dejemos que el pesimismo de los desconcertados nos haga declinar las ganas de visualizar un Chile más ecuánime.

Los lectores informados estarán pensando cuál es la formula de llevar adelante un proceso constituyente en un escenario donde no hay preponderancia ni articulación partidista. Ese es el riesgo más latente ahora, debemos pensar en una casa de vidrio, completamente abierta, sin espacio para “atrincherarse”, pero no podemos creer que este espacio va a significar escindirnos de las necesarias articulaciones partidistas para siempre. Con mayor fuerza, es necesario articular la normativa para avanzar en mecanismos de deliberación democrática. Si fuimos durante 40 años el ejemplo del experimento neoliberal, me pregunto hasta qué grado será posible pensar en innovaciones tecnopolíticas que permitan dibujar un experimento socialdemócrata, considerando la identidad y particularidad del Sur. Sin duda la región sigue mirando a Chile para trazar sus propios caminos de desarrollo, y transparencia y participación requieren ser el sello de los procesos políticos que vienen.

Algo debíamos cambiar, y lo veníamos sabiendo durante varias décadas.

Chile venía de una crisis social profunda, que hasta diciembre 2019 no sabíamos bien cómo resolver. Pero esto, en las condiciones actuales de crisis sanitaria global, resulta ser, sin duda, una ventaja. El mundo va de la crisis sanitaria hacia la crisis social, y Chile ya ha hecho el camino y, por lo tanto, podría sacar ventaja. Pero las ventajas hay que promoverlas, potenciarlas, porque de lo contrario se cierran o con suerte son ocupadas por otros.

Entonces, creo que sería bueno adelantarnos a la pregunta sobre ¿qué sería aquello que nos ha dejado como aprendizaje la crisis social que nos invade como país a partir del 18-O? Y, a partir de esos aprendizajes, expuestos brevemente, sintetizar la idea de un “Proyecto Político” que tenga en cuenta los contextos nacional, regional e internacional Post-COVID-19.

Primer aprendizaje fundamental es la debilidad o falta de competencias que tenemos instaladas para reaccionar ante una crisis social, política, económica –en el orden que queramos– (más allá de si el gobierno lo ha hecho bien o mal). Si consideramos nuestra trayectoria histórica, es evidente la necesidad de instalar herramientas que permitan comprendernos como sociedad, asunto esencial para contar con competencias institucionales y reaccionar y dar luces ante una situación de crisis, puesto que es profundamente necesario instalar herramientas que nos permitan construir un proyecto político desde nuestra identidad nacional. Esto significa considerar los elementos que permitan una construcción social cohesionada, para lo cual el proceso constituyente es una instancia ideal, donde el pegamento de dicha cohesión debe estar dado por un proceso transparente, que se desarrolle fundado en la confianza. Solo de este modo la política podrá volver a ocupar el lugar que ha ido perdiendo, pero que es tan necesario para marcar el destino de un país.

El segundo aspecto del aprendizaje tiene relación con nuestros sistemas expertos, donde estamos quienes debiésemos tener las capacidades para diseñar respuestas ad hoc a las crisis. Sin embargo, nos corresponde incorporar como aprendizaje no estar siendo suficientemente reflexivos frente a la sociedad que somos y la que queremos ser. No hemos proyectado colectivamente y en la práctica una sociedad mejor, un futuro más próspero. Pese a haber tenido muchas ganas y haber hecho esfuerzos, estos no han sido suficientes. En otras palabras, fuimos capaces de hacer crecer la economía, pero ese crecimiento es carente de una mirada colectiva, que nos permita avanzar hacia el despliegue de los potenciales que caracterizan a un Chile desarrollado. En este sentido, hemos sido capaces de fundar crecimiento sin desarrollo, mermando nuestros recursos en pro del consumo suntuario de unos pocos, mientras nuestros sistemas expertos han sido cooptados en lógicas de poder y grupos de interés particulares.

Un tercer aprendizaje es que las instituciones de nuestro país están lejos de responder a la altura de los tiempos. Por consiguiente, necesitamos modernizar esas instituciones y, para hacerlo, es urgente reconstituir el diálogo. Las elites no tienen nada claro, la población expresó con rabia su visión sobre la desigualdad, y la rabia lo único que engendra es violencia. La modernización de nuestras formas institucionales requiere revertir la praxis social de todos contra todos, instalar nuevas instancias institucionales de diálogo racional.

Esta es la parte sustantiva, como sociedad destrabar el entrampamiento e imposibilidad de diálogo, aprovechando los acuerdos que habilitó el proceso constituyente.

De este último punto, se desprende lo más relevante que debiésemos aprender y que es transversal a los elementos anteriormente expuestos:

Se trata de abrir un espacio de diálogo tan grande que debe refundar las condiciones de confianza nacional. No es primera vez que hablamos de ello. De hecho, en el informe de innovación del 2010, primer gobierno del Pdte. Sebastián Piñera, que estuvo a cargo del exministro, en el gobierno del expresidente Salvador Allende, Fernando Flores, cuando ocupó el cargo de presidente del Consejo Nacional de Innovación, se dijo, que la clave para avanzar a un país desarrollado es justamente “la confianza” y, por lo tanto, el cambio para transitar hacia una nación desarrollada, que pone al centro el proyecto socio-técnico y político, es evidentemente transversal a nuestra historia reciente y los colores políticos.

De lo contrario, lo que está en riesgo es la democracia como mecanismo de coordinación social orientado al aprendizaje. Para evitar ese desmembramiento hay que reconstituir el diálogo, cueste lo que cueste. Por consiguiente, el orden de la crisis, si es política, social o económica, hágalo usted mismo –pero considere en sus prioridades la urgencia sobre un proyecto político legítimo, donde la democracia funcione efectivamente como mecanismo de coordinación de los demás sistemas sociales–.

La necesidad de acciones concertadas, es el fundamento de la importancia de un proyecto político que valorice la democracia y solo será posible si están dadas las condiciones de confianza y articulaciones para el fin funcional de una nación con rumbos claros. Por consiguiente, un proyecto político, que permita ocupar las ventajas que nos deja la crisis social y las oportunidades que abre el receso por la crisis por COVID-19, implica una profundización de la democracia deliberativa.

Sobre este propósito, proponemos 9 elementos a considerar, que exponemos en 3 niveles, desde aquellos que identificamos en un nivel de orden general de fondo, forma, y hasta los de orden particular, materiales:

Primeras consideraciones generales, de fondo:

 

  1. El primero, y más relevante, es que se trata de un proyecto donde es transcendental la consideración legítima del punto de vista del otro, por sobre las mayorías. Por lo tanto, consideramos lo político como resultado de decisiones más o menos racionales, dentro de la voluntad común, sobre toda materia que requiera regulación dentro del conjunto de la sociedad (Habermas, Jürgen).

 

  1. Segundo, lo público como consideración necesaria para que exista el ethos donde es posible que la humanidad pueda desenvolverse, vivir su cotidianidad sin estar sometida a abusos, y llevar adelante su proyecto emancipatorio. En este sentido, lo público requiere de una apología que va más allá de la discusión sobre cuánto mercado o cuánto Estado. Ambos han sido ajenos, incluso miopes durante los últimos 40 años, a los derechos civiles (Burowy, Michael).

 

  1. Y tercero, la reivindicación del proyecto moderno, de ilustración, en el sentido de una confianza universal en los sistemas expertos (Pinker, Steven), es poco plausible si solo podemos enfrentarlo como una curva sistemática sobre la cual observar el progreso. Por ende, un proyecto político debe asegurar la condición reflexiva de la ciencia sobre todo lo que implica a la sociedad (Beck, Ulrich).

 

Segundas consideraciones generales, de forma:

 

  1. La posibilidad práctica del consenso, que, debido a su complejidad, debe estar delimitado a los territorios, dando espacio a la reivindicación de lo local, nivel donde las instituciones articulen los mecanismos necesarios para la adecuada participación, la profusa deliberación. En este sentido, lo que consideramos es la necesaria seguridad de espacios institucionales donde efectivamente seamos capaces de generar consensos sobre las desigualdades (Amartya, Sen).

 

  1. La posibilidad de participación ciudadana fuerte, con altos estándares de comprensión involucrada, transparente, por ende, imposibilidad de proyectos populistas que prometen cuestiones que no están al alcance de consideraciones básicamente democráticas (Bobbio, Norberto).

 

  1. Socioliberalismo, como consideración para asegurar la posibilidad de acción individual, con cierto resguardo social de derechos. En este sentido, se requiere de legitimidad de una o más instituciones globales, que podría generar algunos efectos económicos, políticos, normativos, que implica consensos de escala global, junto con fuertes rechazos al populismo como estrategia política (Rawls, John).

 

Terceras consideraciones generales, materiales:

En tercer lugar, algunas consideraciones particulares, sobre las condiciones materiales y los derechos de los individuos dentro del contexto de sociedad global.

Aquí es donde adquiere sentido práctico un proyecto político post-COVID, según hemos venido bosquejando en las consideraciones hasta ahora planteadas. Estamos frente a condiciones económicas sin precedentes en un contexto de globalización como la actual; son notorias las condiciones desiguales de respuesta que pueden tener distintos países y regiones a la crisis. Para el caso de América latina, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo, hay alta disparidad interna y es claro que “ningún país podrá generar aumentos de gasto fiscal, como los que están dando los países más ricos del mundo»(BID, 2020). Chile, gracias a su nula deuda fiscal, es el país mejor posicionado de la región, pudiendo proyectar aumentos en el gasto fiscal por sobre los países vecinos. No obstante, la crisis social que precede a la crisis sanitaría deja de manifiesto las deficiencias del sistema de salud, la deficiencia de espacios para el debido distanciamiento social, en la vivienda, en la sala de clases, y el transporte colectivo de las ciudades.

  1. Se requiere un sistema de salud que proteja a todos los ciudadanos, entregándoles garantías de bienestar frente a la enfermedad, sin restricciones ni diferencias.

 

  1. Un modelo de educación acorde con la sociedad que deberemos enfrentar, debemos asegurar el bienestar físico, psíquico e individual de nuestros niños y jóvenes; al mismo tiempo promover un modelo de educación inclusivo, que promueva el aprendizaje sobre la valoración de los otros como iguales, la naturaleza como ecosistema y la sociedad como espacio de derechos y deberes inalienables.

 

  1. Vivienda y espacios públicos, esparcimiento asegurado, con estándares inspirados en una sociedad de personas felices, dispuestas a aportar al futuro del país y la “casa común”.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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