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La negación del 25 de octubre Opinión

La negación del 25 de octubre

Pedro Sariego P.
Por : Pedro Sariego P. Académico Departamento Ingeniería Mecánica, Universidad Técnica Federico Santa María.
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 Si hay algo que conmemorar, que vale la pena recordar, son las multitudinarias marchas del 25 de octubre de 2019, que fueron pacíficas en casi toda su extensión. Mensaje fuerte y claro, necesidad urgente de abordar el abuso de las élites, pasos concretos para abordar la desigualdad estructural de nuestra sociedad, fue en general un día de terciopelo.
Mientras el 18 de octubre de 2021 fue un día oscuro, de violencia desatada, de acción concertada de grupos extremistas que para comenzar incendiaron con acelerantes, al mismo momento, el Metro de Santiago, entre muchas acciones violentistas de ese día. Lo hacen pasar por estallido social y fue más bien un día de insurrección, el octubre rojo de la revolución rusa, versión chilensis. Nos inundaron de noticias falsas, llenas de victimismo, un manejo sicológico y sociológico de las reacciones humanas, dignas de las novelas de manipulación de las masas, al modo del «gran hermano».
Contribuyó en todo esto el exitismo de tantos gobiernos, la autocomplacencia de los asesores, el gatopardismo de sectores políticos afines y rivales que hicieron múltiples veces como que hacían y trabajaban por la gente, para dejar las cosas iguales, las cuestiones urgentes nunca atendidas, como los niños del Sename y las pensiones, la gula por negocios personales antes que el bien común, abusando del aparataje del Estado, los negociados, los eternos privilegios, los sistemáticos abusos, la visión de depredación del país entero, las cadenas de poder, las inauguraciones brujas, la promesa mentirosa, las colusiones vergonzosas… ¿Sigo?
 Y aquí estamos, en un momento álgido, complejo, difícil, con afiebrados extremistas que se toman las calles cuando quieren, con saqueos delirantes a modo de celebración del 18-O, con una élite a punto de ser barrida por una ciudadanía más empoderada en unas elecciones inciertas y un trabajo de una constituyente que aún no ha partido, y que se presenta a sí misma como la llave para solucionar nuestros problemas, pero que a la luz de lo obrado, son numerosos los ciudadanos que tenemos legítimamente más dudas que esperanzas en los resultados. Por lo pronto, el inicio del trabajo de la constituyente en la fase de fondo fue el 18-O, pésimo, eligieron el día de la consagración de la violencia como método de acción política, se negaron el 25-O, el día de la demanda ciudadana de cambios pero con el sello de la suavidad del terciopelo.
La vida social y política de un país está llena de símbolos, consagrar la violencia es un hecho que lamentaremos por décadas. Es gente inteligente la que hace esto, no es producto del azar, de un estado de ánimo, no es una construcción espontánea. Es gente que tiene agenda propia, hay que estar atentos, en alerta permanente, se nos va el futuro de nuestra sociedad en eso.
Los cambios que llevan el sello del terciopelo generan cambios profundos, reales y sin violencia, así cayeron los regímenes policiales del comunismo en Europa en general, sin estridencias, sin sangre, sin saqueos, suponen más autocontención social, suponen carácter, suponen uso de la inteligencia, suponen dosis altas de templanza. Los cambios en medio de la violencia desatada solo traen dolor, implican la acción de grupos minoritarios que se presentan y se creen que son vanguardia, dicen que la violencia como método de acción es el «único» camino para los cambios, lo que es completamente falso, se notan más porque son dantescos, la violencia siempre va abrazada con su amiga natural, la mentira. Violentos y mentirosos son sus peripatéticos cultores.
Necesitamos cambios de terciopelo, nuestra limitada clase política actual, la que nos ha tocado, ha sido incapaz de desarrollarla. Ha preferido la genuflexión a la violencia: unos por sentirse seudorrevolucionarios, otros por reaccionarios, por mero oportunismo y altas dosis de cobardía.
 Así estamos, falta gente, chilenos que estén a la altura de los tiempos, por lo visto nos tienen superados.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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