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El nuevo tablero político chileno que se va configurando Opinión

El nuevo tablero político chileno que se va configurando

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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En las últimas semanas ha comenzado a configurarse un nuevo tablero político que empieza a entregar señales sobre cómo enfrentaremos la segunda parte del proceso constituyente –con elección de convencionales en abril o mayo–, el posible plebiscito de salida en diciembre de 2023 y el nuevo ciclo electoral que se reinicia en 2024. Y si bien lo que tenemos hoy es un reacomodo de varios partidos y la irrupción de algunos nuevos, una primera incógnita es qué pasará con los independientes. En 2020 fueron un fenómeno en la Convención –golpeando a los partidos–; hoy, no sabemos si las reglas del juego que determinen nuestros parlamentarios les permitirán tener alguna representación.


A partir del resultado del plebiscito del 4 de septiembre, y las negociaciones posteriores –que aún están lejos de dar con un acuerdo–, ya podemos constatar un importante cambio en el mapa político respecto del que teníamos hace solo un mes. Y para qué decir del tablero de hace un año, cuando los independientes reinaban en la Convención Constitucional.

Es evidente también que esta nueva configuración obedece al cambio de sensibilidad experimentado por nuestro país, el que, una vez más, demuestra que Chile sigue transitando, sin culpas ni remordimientos, entre un progresismo cultural –digno de los países desarrollados– y el más brutal conservadurismo. Y esto en períodos cortos. Dieciséis entre dos polos: Bachelet y Piñera, para seguir con el estallido social, un plebiscito de entrada con un 80% a favor de una nueva Constitución, la elección de una Convención ultraprogresista y antipartidos, hasta el rechazo rotundo del proyecto presentado precisamente… por el órgano electo democráticamente. Chile es digno de un estudio de psicología social.

Y si alguien tenía dudas del carácter bipolar de nuestro país, los hechos han demostrado cómo somos los chilenos. Hace menos de tres años, la gente marchaba por las calles pidiendo el fin de la desigualdad, una nueva Constitución o que los pueblos originarios fueran reconocidos por el Estado. Hoy, sería impensable que la opinión pública condene el asesinato de Catrillanca, que se critique la colusión o que las mujeres puedan exigir derechos considerados “progresistas”. “¿No crees que no es el momento de hablar de reconocimiento de los mapuches, ni menos del aborto?”, me decía una persona vinculada al progresismo. ¿Por qué hoy no y hace un par de años sí? La respuesta más simple es: «Porque Chile es y será siempre conservador”. Pero la pregunta de fondo es otra: ¿por qué somos tan bipolares que pasamos de un extremo a otro de manera abrupta?

En este contexto, en las últimas semanas ha comenzado a configurarse un nuevo tablero político que empieza a entregar señales de cómo enfrentaremos la segunda parte del proceso constituyente –con elección de convencionales en abril o mayo–, el posible plebiscito de salida en diciembre de 2023 y el nuevo ciclo electoral que se reinicia en 2024. Y si bien lo que tenemos hoy es un reacomodo de varios partidos y la irrupción de algunos nuevos, una primera incógnita es qué pasará con los independientes. En 2020 fueron un fenómeno en la Convención –golpeando a los partidos–; hoy, no sabemos si las reglas del juego que determinen nuestros parlamentarios les permitirán tener alguna representación. Por ahora, entonces, analizaremos cómo se están acomodando partidos y movimientos

Partamos por la derecha. A un extremo tenemos al Partido Republicano, colectividad que ha consolidado su posicionamiento, al menos mediático, en la Cámara –tiene 15 diputados y un senador– a punta de proyectos e iniciativas ultraconservadoras –la mayoría sin destino– y fuertes polémicas de todo tipo, logrando capturar la atención de la opinión pública. Una estrategia inteligente que, a quienes más problemas ha causado, es a sus aliados en el plebiscito: Chile Vamos. Esta coalición vive un segundo aire –estuvieron a punto de disolverse poselecciones de 2021– gracias al resultado del 4 de septiembre. Y si antes era RN la que llevaba la batuta, esta vez es la UDI –de la mano de Javier Macaya–, que además de estar poniendo la música en el sector, ha mostrado su capacidad de dar confianza al oficialismo y jugarse por una carta clave para la derecha: cambiar la Constitución es una manera de sacarse un peso histórico y dar, definitivamente, vuelta la página.

Donde las cosas son confusas es entre los que se autodenominan como centro político –incluso algunos se dicen de «centroizquierda»–, aunque actúan más bien como de derecha, pero a la hora de clasificarse todos afirman ser “de centro”. Aquí tenemos un grupo grande de partidos y pequeños movimientos, la mayoría nacidos durante la campaña del plebiscito.

El Partido de la Gente (PDG) encabeza este grupo, siendo la colectividad con más militantes del país, pero con menos identidad de todos. Con una clara tendencia a asumir posiciones de derecha, el principal hándicap en contra es el rol de Franco Parisi, su líder en las sombras, quien sigue viviendo en Estados Unidos y dirigiendo al PDG por Zoom. En este grupo también es posible ubicar a los movimientos que intentan transformarse en partidos. Amarillos y Demócratas son las colectividades que se disputarán a los viudos y viudas de la ex Concertación, un grupo heterogéneo, anclado en la elite, y cuyos miembros tienen en común una nostalgia noventera: Walker, Rincón, Parada y Warnken son los principales representantes.

Empezando a girar hacia la izquierda, aparece el grupo más nuevo de todos, uno que, aunque no tiene nombre oficial, podría denominarse por ahora como la Coordinadora Parlamentaria. Son fieles representantes de la ex Nueva Mayoría. Liderados por el PPD Raúl Soto –presidente de la Cámara y una de las revelaciones políticas de este año– y secundado por un grupo de dieciséis diputados transversales del PPD, Liberales, Partido Radical… y la Democracia Cristiana. Este es un dato muy relevante, considerando que la DC vuelve a tener un grupo de referencia y respaldo. Una oportunidad para resucitar luego del espolonazo que le dieron al partido la dupla Walker/Rincón. Y, por supuesto, una oportunidad también para que la falange pueda llegar a La Moneda con el impulso de sus aliados. En caso de que el interesante grupo Independientes No Neutrales volviera a articularse para el segundo tiempo constitucional, este sería su hogar.

En la izquierda, tenemos dos grupos muy distintos en el mismo conglomerado. Por un lado, Socialismo Democrático, liderado por el Partido Socialista e integrado, hasta la semana pasada, por el PPD, PR y Liberales. Es probable que el hecho de que el PS se haya quedado solo –no aceptó la invitación de Coordinadora Parlamentaria – puede hacer pensar a Paulina Vodanovic que es muy mal negocio navegar en solitario, considerando que el otro “socio”, Apruebo Dignidad, pese a las dificultades en el Frente Amplio, sigue manteniendo un peso cuantitativo y cualitativo importante en el Gobierno. Y, claro, más a la izquierda de este conglomerado se ubican algunos grupos radicales, que pese a estar hoy en depreciación –como La Lista del Pueblo–, en cualquier momento pueden rearticularse, más aún cuando quede en evidencia que los partidos acotarán los espacios para los independientes, lo que de seguro despertará la molestia y movilización de estos.

Un tablero político chileno que comienza a dar señales de que estamos volviendo a los tres tercios, pero cada uno con “subgrupos” que pueden dispararse en cualquier momento y para cualquier lado, y que incorpora nuevos partidos, de identidades políticas muy difusas. Un escenario en que se le dio espacio institucional a un partido de ultraderecha en el Congreso, a diferencia del 2020, cuando la izquierda más dura logró apoderarse de la Convención, pero no fue capaz de darle continuidad y, menos, institucionalidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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