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Jugar de visita Opinión

Jugar de visita

Yerko Ljubetic
Por : Yerko Ljubetic Abogado. Ex ministro del Trabajo y candidato al Consejo Constituyente por la RM.
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Constituye un imperativo político y ético encarar el debate constitucional incluso en estas difíciles condiciones. Guste o no, será en ese espacio en el que se definirán cuestiones esenciales para el futuro próximo, y parece una responsabilidad ineludible confrontar ideas con quienes aspiran a que ese futuro esté marcado por la exclusión política y la desigualdad social. Contra esta aspiración inmovilista, debemos oponerles un marco fundado en los derechos humanos que, tanto en su dimensión civil y política como en cuanto a los de naturaleza económica, social, cultural y ambiental, habilite la construcción progresiva de un efectivo Estado social de derecho y un mejor país para todas y todos.


Como queriendo confirmar aquel cliché sobre lo pendular de la historia y de la política, el contexto nacional pasó, en un trimestre, de un proceso constituyente que se sintió heredero del malestar y la revuelta social de octubre del 2019 y que, por tanto, pretendía volcar en la nueva Constitución las visiones y demandas que le dieron origen, a uno en el que los sectores conservadores impusieron condiciones que favorecen tanto su continuidad como la mantención del statu quo.

En el mismo sentido, derivamos desde un proceso incuestionablemente democrático en su diseño, con un sistema electoral altamente representativo, incorporación de pueblos indígenas e independientes e instalación exhaustiva de la paridad de géneros, a uno obsesionado por bordes, límites y amarres, en el que la excusa del rigor técnico más bien responde a un evidente temor a que las cosas se vuelvan a salir del cauce preestablecido, razones por las cuales algunas voces proclaman la inutilidad política o la incongruencia ética de participar en el nuevo proceso.

Pienso en cambio que, sin perjuicio de lo comprensible y legítimo que tales posiciones tienen en su origen, no es el pesimismo y la resignación el camino que debemos emprender quienes creemos en la necesidad de empujar transformaciones que hagan de Chile un país más justo y democrático. Por el contrario, constituye un imperativo político y ético encarar el debate constitucional incluso en estas difíciles condiciones. Guste o no, será en ese espacio en el que se definirán cuestiones esenciales para el futuro próximo, y parece una responsabilidad ineludible confrontar ideas con quienes aspiran a que ese futuro esté marcado por la exclusión política y la desigualdad social. Contra esta aspiración inmovilista, debemos oponerles un marco fundado en los derechos humanos que, tanto en su dimensión civil y política como en cuanto a los de naturaleza económica, social, cultural y ambiental, habilite la construcción progresiva de un efectivo Estado social de derecho y un mejor país para todas y todos.

El anhelo de dignidad se juega también, y sobre todo, en la cancha de la política. Que esa cancha sea hoy más difícil y hostil no puede ser excusa para mirar pasivamente cómo la derecha, que ha impuesto sus reglas y condiciones, determine también, sin oposición alguna, el dibujo institucional de los próximos años.

Como en el fútbol, cuando nos tocó jugar de locales nuestros errores y la consabida campaña del terror y la desinformación provocaron, aunque no el triunfo de la derecha, sí nuestra derrota. Ahora toca jugar de visita. Y lo que debemos hacer es remontar el resultado, y no perder un partido clave para el futuro democrático de Chile por no presentarnos a jugar un partido porque no nos acomoda el estadio o por ser dirigido por árbitros en los que no confiamos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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