Cuando se descubrió que un abogado de la aduana de San Antonio empezó a relacionarse con narcotraficantes, proveyendo mercancías aparentemente incautadas y en proceso judicial para ser vendidas, el personal que lo rodeaba no se sorprendió.
En el mes de mayo del año pasado, 19 personas fueron detenidas, entre ellas, 7 funcionarios aduaneros que formaban parte de una red creada al interior de la sección Courier del aeropuerto metropolitano de Santiago. El jefe externo de la red, conocido como Klif Chávez, era quien realizaba los reclutamientos de los funcionarios y efectuaba los pagos por la colaboración.
Esta red se extendía por varias localidades, como Valparaíso, Región Metropolitana, Coquimbo, O’Higgins, lo cual mostraba la capacidad operativa de los grupos criminales. Estos lograron vincular a Rodrigo Álvarez Fritz, Mauricio Cueto Silva y Guillermo Gutiérrez Orellana y al exfuncionario Miguel Barría Guerra. Después de la detección por parte de Aduanas, la Policía de Investigaciones realizó veinte allanamientos, diez vehículos fueron incautados y detuvo a diecinueve personas, quedando a la vista la extensión de esta red. Miguel Barría Guerra, conocedor de los sistemas aduaneros, proporcionó información reservada e instruyó metodologías para eludir la fiscalización. Hay vulnerabilidades mayores.
Cuando se descubrió que un abogado de la aduana de San Antonio empezó a relacionarse con narcotraficantes, proveyendo mercancías aparentemente incautadas y en proceso judicial para ser vendidas, el personal que lo rodeaba no se sorprendió. Ellos expresaban que todo eso era evidente, que él viajaba constantemente al extranjero, tenía a sus hijos en muy buenos colegios pagados, su esposa también tenía un vehículo de marca, y la ostentación de su alto nivel de vida era clara para todos, pero distante de su remuneración formal. Nadie alertó a los jefes, no se aprovechó la ocasión para realizar una operación más amplia que un simple sumario y la consiguiente judicialización del caso. Se conoció por una interferencia telefónica policial sobre narcotraficantes, en la que surgió el nombre del funcionario aduanero.
Faltó una estructura profesional capaz de recoger señales oportunas en la comisión de los delitos y la realidad de los reclutamientos de personal. Análisis de patrimonio, cuentas bancarias, observación atenta a las condiciones de vida, todo ello redundaría en seguridad para el personal y para la institución. Pero no es posible. Los conflictos interinstitucionales con las policías, el choque con Anfach (Asociación de Funcionarios de Aduanas de Chile), que reaccionaría con todo su poder en contra de una iniciativa como esa, además de la conflictividad política siempre presente, lamentablemente lo impiden.
Consultado al respecto, un asesor entregó una opinión desalentadora. “No existe un Centro de Coordinación Operativa que maneje la actividad y les dé centralidad a los esfuerzos de identificación de riesgos. Analistas manifiestan que no saben si lo que hacen tiene efectividad, si están actuando conforme a las demandas, pues no perciben una actividad de apoyo y control sobre sus actividades”, señaló.
“Carecen de una coordinación y conducción cercana que los motive. Los analistas desarrollan su trabajo bajo un formato ajeno a las modalidades de la inteligencia. Ellos deben repartir su tiempo entre el trabajo específico de análisis, trabajo en la línea y en la frontera. Ello genera una dispersión en su actividad y evita el desarrollo permanente, acumulación de experiencia, el trabajo prolijo y la búsqueda de conocimiento profundo sobre los escenarios en que actúa. Las razones de dicha realidad no están en conocimiento de este asesor, pero constata que dicha modalidad no fortalece la cultura profesional del personal ni profundiza la experticia en su actividad”, agregó.
Como ejemplo, señaló que un analista expresó que, cuando vuelve de la frontera, tiene una gran acumulación de documentación que debe evacuar con rapidez, lo que le resta meticulosidad y profundidad a su tarea de análisis. Añadió además que “el personal de análisis presenta una gran variedad en sus perfiles y competencias”.
Algunos recibieron, a través de este asesor, por primera vez una capacitación en temas de inteligencia. Otros fueron designados a la tarea de inteligencia sin recibir una orientación metodológica y sistémica, sobre la base de que aprenderían en el transcurso de la tarea. Ello crea grandes diferencias en las capacidades y una desnivelación en la producción del análisis de riesgos.
Algunos analistas mostraron una completa ignorancia sobre temas que deberían ser de su manejo y observación normal y cotidiana. Por ejemplo, la dimensión que alcanza el crimen organizado en la región, los orígenes de las amenazas que él tiene que enfrentar, la forma cambiante en que transcurre el delito, la percepción anquilosada de que “esto es lo que hay que hacer siempre”, sin manejar una compresión amplia de sus temas y de la dimensión fluctuante de las amenazas, así como de la naturaleza agresiva de estas. Muchos de ellos ignoraban la irrupción de los carteles mexicanos, con formatos de acción mucho más agresivos que otros y en un proceso de expansión regional altamente preocupante.
Durante años, esta puerta en el caso de Chile no ha podido ser cerrada, beneficiando a los grupos criminales organizados. Estos despliegan su logística que va adquiriendo diversas configuraciones según evoluciona su desarrollo y despliegue creciente en Chile.
Aduanas carece de recursos para enfrentar la presión no solo del crimen organizado, sino de los contrabandistas habituales que transitan cada día por los diversos puntos de entrada al país. Puede controlar una buena cuota de insumos sobrevalorados, drogas, armas, detectar delitos de propiedad intelectual, es decir, falsificaciones, cigarrillos, ropa, insumos electrónicos y, además, descubrir las más variadas formas de ocultamiento para cruzar los controles sin ser detectados. Mantiene vínculos con otras aduanas e intercambia información relevante para enfrentar la batalla del contrabando y los ilícitos que suelen originarse en diversos puertos de la región y desde fuera de ella.
Para tratar de cerrar esta puerta, Aduanas carece del volumen necesario de personal y recursos técnicos. Trabajan en ella aproximadamente 2 mil funcionarios, 1.600 se despliegan en dieciséis aduanas a lo largo del país en locaciones aéreas, terrestres y marítimas. Alrededor de 500 fiscalizadores y 700 revisores deben controlar algo así como 1.500 millones de contenedores. Tarea poco menos que imposible.
Pero estos flujos externos que llegan por todas las vías, tienen su correlato dentro del país, es decir, grupos de criminales organizados que coordinan, dan soporte de información sobornando y reclutando funcionarios y facilitando los accesos irregulares, por medio de la corrupción y la intimidación. Aquí se recoge una frase del analista experto Pablo Zevallos, quien dice que en el enfrentamiento del crimen organizado hay una buena cuota de ingenuidad.
En el caso de Aduanas, como veremos, es algo más que ingenuidad, es una incapacidad antigua para generar un fortalecimiento de todo orden en sus procesos. Personal altamente capacitado en la fiscalización, defensa en forma de contrainteligencia para detener los intentos de reclutamientos fallidos o exitosos de su personal, vale decir, la penetración de la inteligencia criminal, diseños activos para lograr una vigilancia profunda que logre una fiscalización de efectiva dimensión protectora.
Los viejos atavismos derivados de años de prácticas en las asociaciones de funcionarios, sus ingredientes políticos en confrontación permanente, impiden la creación de una protección interna. Esta idea es vista como caza de brujas, como una afectación a la dignidad de los funcionarios, como si se avasallara la presunción de inocencia, lo que impide una tarea altamente técnica, muy profesional, que protegería a los propios impugnadores de la medida, cerrando vías de obtención de apoyo interno para los criminales. Que las hay.
Periódicamente se descubren ilícitos en los cuales aparecen involucrados funcionarios aduaneros relacionados con criminales organizados. Vale decir que existen líneas de penetración y reclutamiento de colaboradores. Aduanas, con su concepción de la protección interna, no puede frenar estas penetraciones ni menos anticipar la ocurrencia de estos ilícitos.
Un asesor consultado relata que, en los procesos de capacitación sobre estos temas, muchos funcionarios escuchaban por primera vez hablar de inteligencia, contrainteligencia, seguridad personal, análisis anticipativo, reclutamiento de colaboradores y otras metodologías pertinentes. Expresa además que “el Servicio Nacional de Aduanas puede ser asimilado a un sistema federal, en el cual existen aduanas que funcionan como estados, con un gobernador, quien despliega sus misiones con bastante autonomía y es responsable de la aplicación de los métodos y recursos en la contención del fraude y de los tráficos de todo tipo. En ese contexto es donde se inserta la actividad de inteligencia en la forma de análisis de riesgo fundamentalmente. La conducción regional no siempre es cercana y eficiente. Se presiona por resultados, pero se proveen pocos insumos de conducción y control cercano en todo sentido”.
La reciente creación de una auditoría interna crea expectativas, pero deberá enfrentarse con organizaciones poderosas, que actúan al margen de toda norma, de modo agresivo, poseedores de enormes recursos y de una inteligencia capaz de proveerles insumos de todo tipo para empujar sus delitos. Si una auditoría interna no integra criterios de contrainteligencia y seguridad preventiva, alto profesionalismo, capacidades metodológicas de alto rango, no constituirá un avance serio. Deberá actuar, llena de limitaciones normativas y legales, contra otros que desarrollan su actividad libremente con solo los límites de sus propios planes.
Si Aduanas no asimila la extensión de la observación que sobre ella realiza el crimen organizado, la necesidad que ellos tienen de abatir las trabas que Aduanas interpone en el desarrollo de sus negocios, la decisión de reclutar, sobornar e intimidar a sus funcionarios, toda la amplitud que van teniendo sus recursos de personal, tecnologías y sistemas, actuarán siempre en un escenario de debilidad, a la zaga de lo que deseen hacer los criminales que la acosan.