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«Es equivocado decir que la educación es lo que combate la desigualdad»

Reputado intelectual brasileño estuvo de paso por Chile para participar en el seminario sobre las encrucijadas de la educación en América. Antes de partir, fue tajante en señalar que ésta debe mantenerse en la esfera de lo público y no ser tratada como una mercancía. En ese sentido, destacó que Lula pudo imponer la idea de que la privatización es mala para el pueblo.


Hace algunos días Emir Sader, sociólogo brasileño y secretario general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), pasó fugazmente por Chile para participar del seminario internacional "Encrucijadas de la educación en América Latina", organizado por el Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE).



Sader es considerado uno de los más prominentes intelectuales a nivel continental, ha sido autor y ha colaborado en 77 publicaciones, entre las que destacan "Enciclopedia Latinoamericana" y "La venganza de la historia".



El académico fue condenado recientemente en su país en primera instancia a cumplir trabajos comunitarios y arriesga la pérdida de su cargo como profesor de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, donde dirige el Núcleo de Estudios Latinoamericanos, tras perder el juicio por injurias que entabló el senador Jorge Bornhausen, quien fue calificado de "racista" por parte de Sader.



La reacción del sociólogo obedeció a que el político de derecha se despachó una discriminatoria frase contra el Partido de los Trabajadores (PT) y la izquierda, en momentos que se pensaba que la crisis política terminaría con el gobierno de Lula: "Estoy encantado, porque nos libraremos de esa raza por los próximos 30 años", dijo entonces Bornhausen.



Sin embargo, Sader aclara que la condena está congelada, luego que se interpusieran los recursos legales respectivos, que espera reviertan esta "absurda" sentencia en su contra.



Educación pública versus mercantil



-¿Cuál es el problema fundamental que observa en materia de educación en el continente?

-Es el tema público-mercantil. No se puede pensar educación como mercancía; de lo contrario se vuelve en un producto de especialización para el mercado, de concentración de privilegios. Entonces, educación tiene que ser igual a esfera pública, en definitiva, educación pública, gratuita y de calidad.



No se termina con el analfabetismo, como lo hizo Venezuela, con educación mercantil. Primero, porque los que pueden pagar no son analfabetos; en segundo lugar, no es un razonamiento de costo-beneficio de inversión, es un derecho. Pero este mecanismo de mercado no reconoce derechos, en consecuencia, es un tema central definir entre educación pública o mercantil. Es un derecho universal o es una mercancía.



-¿Cree, honestamente, que hay un contexto político en América Latina que permita la masificación de la educación no mercantil?

-Nunca hubo tantos gobiernos progresistas en el continente, pero no nos engañemos, no significa que hay gran empuje de masas. Lo que hay es producto del agotamiento del modelo neoliberal; de la política desastrosa de EEUU, que se aísla en América Latina; de la fuerza de movimientos sociales; pero no se puede decir que, salvo países como Bolivia, exista un empuje de masas fuertes.



Por eso digo que la victoria popular de Lula fue resultado de las políticas sociales, no de un movimiento sectorial en las calles, aunque los hay como el MST, pero la situación es muy privilegiada para nosotros. Con Lula, Kirchner, Hugo Chávez, Evo Morales, Tabaré Vásquez, Daniel Ortega, América Latina tiene años por delante para consolidar su integración (…) Eso puede propiciar un clima de conciencia política.



Ahora, es equivocado decir que la educación es el tema que combate la desigualdad, si los mecanismos siguen siendo mercantiles. Un ingeniero tendrá mejores condiciones para buscar empleo, pero no como ingeniero, sino que como chofer de taxi, porque mejor chofer de taxi alfabetizado que analfabeto.



Entonces, no es verdad que el vector de transformación del continente sea la educación. Lo es, sí es un instrumento de desalienación, de conciencia, de organización, de ciudadanía. Ahí sí, no por sí misma, pero lo que propicia como fuerza social (es lo importante) y no de preparación para el mercado. Los empresarios dicen "queremos mano de obra calificada, califíquese, que habrá empleo para ustedes». No es cierto, ese modelo económico no genera empleos, porque es un modelo que atrae más capital a la especulación que a la producción.



Triunfo de Lula, mejor en segunda vuelta



-¿Cuál es su lectura del triunfo de Lula, pese a los escandalosos casos de corrupción que enfrentó?

-Corrupción significa enriquecimiento privado, no es el caso, esto es tráfico de influencias, es decir, tomar recursos públicos para comprar alianzas, para influenciar. Eso fue un error gravísimo que se transformó supuestamente en el peor caso de corrupción de la historia de Brasil. Pero el más grande caso que conoce nuestra sociedad es el de la privatización, que es regalar patrimonio público a grandes conglomerados privados. Por eso el pueblo no lo creyó (a la oposición) porque los que denuncian son los que están más comprometidos con la corrupción. Entonces, el voto de Lula en las capas populares fue del 80%.



Lula sólo perdió en los tramos más altos del nivel renta y educativo. Las clases medias terminaron votando por él, tanto es así que en la segunda vuelta el candidato de la oposición tuvo menos votos que en la primera.



La segunda vuelta fue muy politizada, muy de izquierda, muy polarizada en dos modelos, y por primera vez se logró una victoria contra el neoliberalismo, se criminalizó a las privatizaciones a tal punto que la oposición de derecha, que había privatizado todo, firmó un documento señalando que no lo iba a hacer más.



En consecuencia, por primera vez logramos ganar con la idea de que privatizar es malo para el pueblo: empeora su situación, es regalar el patrimonio público, entonces, la victoria de la segunda vuelta fue positiva. Si se hubiese ganado por medio punto la primera vez sería una victoria fría, pero fue necesario plantear dos países, dos alternativas. Y los sectores radicales de ultraizquierda tuvieron una posición muy mala, se abstuvieron. Como si fuera lo mismo la política exterior de Lula que la de Cardoso, y como si fuera lo mismo privatizar o no Petrobras.



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