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La venganza de la república parlamentaria

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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Con su histórico casi 80 por ciento de popularidad, Bachelet no ha logrado ordenar sus filas. Tampoco lo ha logrado su brazo derecho, el titular de Hacienda. El ministro mejor evaluado del gabinete no consigue imponerse ante sus parlamentarios que, una vez más, dejaron en evidencia la tensa relación con el profesor de Harvard. El episodio de esta semana, donde se rechazó la partida de su cartera, le quita piso a su posible inclusión en el comando presidencial.


En sus casi cuatro años de gestión en Hacienda, Andrés Velasco, ostenta varios récord. Es por lejos el ministro mejor evaluado. Y, durante dos años consecutivos, ha debido enfrentar el rechazo de partidas emblemáticas en el marco de la discusión de la Ley de Presupuesto, por parte de los diputados. Hace justo un año la Cámara votó en contra el proyecto de reajuste para el sector público. Esta vez fueron las partidas de Educación y Hacienda. Lo que muestra que su mala relación con el Parlamento sigue latente y que, pese a su alta popularidad y cercanía con Michelle Bachelet, no es intocable. Claramente, tampoco lo blinda el ser promovido, por sectores del oficialismo, como el salvador de la candidatura de Eduardo Frei. Aunque esto también lo ha convertido en el pushing ball de turno de la derecha.

A nadie le cayó mejor la crisis económica que al titular de Hacienda. En el extranjero alaban las políticas adoptadas por el Ejecutivo en este ámbito, todas ellas responsabilidad de Velasco. A tal punto ha crecido su popularidad, que el propio Eduardo Frei -que hace un tiempo criticaba las fórmulas del ministro- ahora lo ensalza y lo quiere en su campaña. Y da la impresión que todo esto ha contribuido a exacerbar el carácter «soberbio» que a poco de asumir con Bachelet, se le comenzó a atribuiren círculos políticos. A partir del accidente de su hija Ema a principios de año, el secretario de Estado empezó a mostrar una imagen más cercana a la gente. Tanto que no faltaron los que comenzaron a percibirlo como el eventual reemplazante de Frei, en caso de ser necesario.

Pero eso no quita, según lo ven algunos parlamentarios tanto de la Concertación como de la derecha, que mantenga su carácter «intransigente». Como quedó de manifiesto en el conflicto con los empleados públicos y los profesores, según comentan en el Parlamento. Una prueba de ello, aseguran, fue llegar esta semana al Congreso sin la menor intención de buscar una fórmula de acuerdo. Actitud que, finalmente, impulsó a los parlamentarios a rechazar también la partida de Hacienda.

La imagen de Velasco

Un elemento significativo de la rebelión parlamentaria en la Cámara, fue la actuación del presidente de la DC, Juan Carlos Latorre, y en menor medida la del secretario general del Partido Socialista, Marcelo Schilling. Incluso, Latorre admitió que el hecho de que la discusión del Presupuesto para Educación se realice en medio de una elección parlamentaria, «condiciona el comportamiento de muchos de los protagonistas». Cosa que gran parte de sus colegas descartan de plano.

Tratando de justificar la postura adoptada, el timonel del partido de Frei manifestó que en medio de este debate, «no está en discusión la imagen de Andrés Velasco». Con ello hace caso omiso de que el ministro es la carta con que el comando oficialista pretende reforzar su candidatura presidencial. Al punto que aunque advierte que «este es un tema político no un tema personal», va un paso más allá asegurando que «mi postura cuida mejor la candidatura de Eduardo Frei».

Los diputados oficialistas que rechazaron ambas partidas, se esfuerzan por refutar la idea de que detrás de su postura se esconde la intención de cobrarle al ministro su trato «despectivo» en otras ocasiones. Sin embargo, un legislador plantea derechamente, obviamente en off, que «lo de Hacienda fue simplemente una venganza. Una venganza transversal al permanente ninguneo de Velasco al Parlamento». Ello, porque según su análisis «no había ninguna justificación» para rechazar también la partida de Hacienda. «Eso fue darse un gusto», insiste.

Si bien en la Concertación no quieren reconocerlo así, los diputados oficialistas le rayaron la pintura al ministro más popular del gabinete. Después de todo, Velasco es percibido, cada vez más, como el poder detrás del trono por su cercanía sin contrapesos con Bachelet. De ahí la importancia de su eventual aterrizaje en el comando freísta.  No por nada, la derecha se ha dado a la tarea de desperfilarlo ante la opinión pública. Lo están marcando a tal punto que, en el Senado, lograron lo impensado. Y Velasco se vio obligado a agachar el moño ante la derecha para asegurarse la aprobación de la partida de Hacienda.

Esto se cruza con el hecho de que no todos en el oficialismo perciben tan positivamente la influencia de Velasco en el comando presidencial. El punto es que su formación contrasta con la visión progresista que se le ha tratado de imponer al programa de Frei. Sobre todo en lo relacionado con temas laborales como la negociación colectiva. No es un secreto para nadie que durante la gestión de Osvaldo Andrade en la cartera de Trabajo, él y Velasco tuvieron una serie de discrepancias públicas al respecto. Y no son pocos los que temen que, de llegar al comando oficialista, el ministro intente revertir la agenda en estas materias.

No obstante, en el entorno de Frei hay quien no coinciden con estos temores. Por el contrario, estiman que «la llegada de Velasco, en la segunda vuelta, está vinculada a la imagen que tiene en la opinión pública, su carisma y su cercanía a la Presidenta. Si él está en el comando es como si estuviera Bachelet».

La sombra de Lagos

Otro elemento que no deja de llamar la atención en algunos parlamentarios oficialistas en la discusión de la Ley de Presupuesto, es la total ausencia de Bachelet. A juicio de un diputado, «La Moneda está cuidando demasiado su 80 por ciento de popularidad». Por lo que tiene la convicción de que «el gobierno ha contribuido mucho al desorden de la Concertación, pues no se la ha jugado lo suficiente». Aunque este cree en el argumento de quienes sostienen que en el polémico rechazo a las partidas no estuvo la intención de perjudicar al ministro, tiene la convicción de que en ello influyó «la falta de coordinación entre el Ejecutivo y los parlamentarios oficialistas».

Con nostalgia recuerda que durante la administración del ex Presidente Ricardo Lagos, era «él quien agarraba el teléfono y ordenaba a los parlamentarios. Los llamaba uno por  uno» y los cuadraba detrás de un proyecto. El mismo diputado coincide con Latorre, en cuanto a que no descarta que la actuación de sus colegas y el desorden generado tenga directa relación con el hecho de que «consideran que los empleados públicos y los profesores se encuentran en su universo electoral», lo que estima comprensible.

Una posición más dura manifiesta Jorge Burgos. El diputado sostiene derechamente que «no comparto para nada la pésima imagen pública» que se está dando con este tipo de comportamiento en el Congreso.

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