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Ex esposa acusó a Eduardo Díaz del Río de abuso de poder, maltrato y de quitarle hijos bajo presiones

Nota de la Redacción: Esta nota perdió actualidad porque la ex esposa se desistió legalmente de las acusaciones.


El mediático enfrentamiento entre el precandidato presidencial, Franco Parisi y el actor Pablo Díaz del Río reventó las redes sociales esta semana, luego de que el miembro del clan del Río acusara a través de twitter al economista de ser el “sinvergüenza más grande”, atribuyéndole haber sido amante de su cuñada con el fin de obtener información privilegiada de la empresa familiar.

Los descargos públicos del actor de la teleserie “Machos” en contra del economista, abrieron una historia de poder, dinero y acusaciones cruzadas al mejor estilo Dinastía, que envuelve a uno de los grupos económicos más poderosos de Chile, conocido en el ambiente político por su cercanía y por ser financistas de la Democracia Cristiana (DC).

Historia que llegó a tribunales de la mano de una demanda en contra del hermano del actor y ex diputado Eduardo Díaz del Río, interpuesta por su ex cónyuge, María Verónica Meinero, en mayo de 2011, solicitando la nulidad relativa de dos contratos que le quitaban la tuición de sus dos hijos y le impedían acceder a cualquier tipo de compensación económica.

La mujer, de nacionalidad argentina, se casó con Díaz del Río en octubre de 2002 bajo el régimen de separación total de bienes, en Buenos Aires. El abogado fue electo diputado por primera vez en 1997 en representación del Partido del Sur, fundado por su padre Eduardo Díaz Herrera, de histórica filiación nacionalista y pinochetista. Al período siguiente compitió como militante de la UDI a la que renunció para integrarse a la DC, a la que también renunció tras la expulsión de Adolfo Zaldívar. Para las elecciones de 2009 buscó un cupo senatorial en representación del PRI, pero no tuvo éxito.

Cámaras en casa

La acción legal, presentada en la Corte de Apelaciones de Santiago por la cientista político, relata que su ex marido fue diputado por tres períodos consecutivos, calificándolo de ser un “hombre con muchas influencias, tanto en el sur, dado su trabajo parlamentario y su papá que ha trabajado por años en la región llegando incluso a ser alcalde de Toltén y 3 veces candidato a senador y siendo también dueño de las radios La Araucana y La Frontera, como también en Santiago, La Serena, Coquimbo y en Valparaíso atendidos sus contactos familiares, de amistades y políticos”.

Además, según el escrito presentado por el abogado Joaquín Zañartu, “es hijo de una familia de fortuna por parte de padre, y de gran fortuna por parte de su madre, perteneciente a la familia del Río, accionista de Falabella, Sodimac, Tottus y dueña de Pesquera Friosur, Inversiones Maui Ltda., entre otros”.

La mujer, califica a su marido como una persona que durante el matrimonio “se manifestó como un hombre en extremo vehemente, voluntarioso, llevado a sus ideas, intransigente, prepotente, demandante y manipulador; también, como lo he podido percibir luego de que me quitara a mis hijos, como un hombre de ideas perversas y malignas, que exuda rencor”.

María Verónica Meinero relata en la demanda que dada su condición de extranjera y su vínculo social mayoritariamente ligado a su esposo, nunca pensó en separarse, lo que asegura habría sido aprovechado por el ex parlamentario “para cometer toda suerte de abusos y atropellos en mi persona, ejerciendo violencia verbal y psicológica que culminaron forzándome a firmar las escrituras antes aludidas, en las que primeramente entregaba el cuidado personal y tuición de mis pequeños hijos a mi marido, y además, reconocía haberle sido infiel y que tampoco tenía derecho a compensación económica”.

En este contexto, detalla que su ex cónyuge un día le confesó que “él padecía del síndrome del impostor”. Además, explica en la demanda, Díaz del Río tenía serios conflictos con que ella mantuviera actividades sociales, chateara y tomara café con sus compañeros laborales. “Cualquiera de aquellas cosas que yo llevara a cabo con ellos, como ya dije, significaban problemas matrimoniales, puesto que como él no trabajaba debido a su frustrada senaduría, estaba todo el día en casa, siendo su máxima expresión acusarme de infidelidad, de ser una mala madre y un largo etcétera difícil de detallar”.

Incluso, afirma que bajo el pretexto de sus continuos viajes y “con el fin de controlar a las nanas en caso de posibles abusos contra nuestros hijos (…) incorporó un sistema de cámaras de movimiento, pero al que también incorporó un sistema de audio que tenía permanentemente encendido en algunas habitaciones y que él, sin que yo lo supiera, usaba para grabar nuestras conversaciones, incluso, antes del episodio de la firma de los contratos que dan cuenta las escrituras cuya nulidad solicito sea declarada por su SS”.

La mujer recuerda que el ex diputado “grabó un verdadero interrogatorio en el que insistía en que yo reconociera mi infidelidad hacia él y de que tenía un amante”, y que a raíz de su insistencia y de su agotamiento frente a las largas horas “en que debí enfrentar sus gritos y amenazas, con la presión de su familia, su madre, Bárbara del Río Goudie, su hermana Francisca del Río y su hermano Pablo Díaz del Río presentes en la ocasión y sin tener a nadie a quien recurrir (…) terminé por decirle lo que él quería oír y que le interesaba tener como prueba, esto es, reconocer que le había sido infiel y que tenía un amante cuyo nombre era Franco Parisi, con el cual trabajo desde 2009, hoy en la Escuela de Negocios IEDE”. Meinero niega tajantemente que esto sea efectivamente cierto.

En dicho contexto, relata que al día siguiente, el 30 de diciembre de 2010, su cuñada la llevó a las oficinas del abogado de su entonces marido, Rodrigo Jana, donde estaba Eduardo Díaz del Río y el abogado Carlos Staab Márquez, además de un funcionario, que no era el notario, que ella supone pertenecía a la Notaría Leiva, donde aparecen otorgadas las escrituras públicas.

En la oficina de Jana, asegura en el escrito, su cónyuge continuó presionándola, lo que “venía haciendo desde largas semanas”, y amenazándola con que por el hecho de haberle sido infiel “debía firmar de inmediato los papeles que estaban frente a mí, puesto que de lo contrario y si así no lo hacía, bastaba y era motivo suficiente para quitarme a los hijos y no tener derecho a estar con ellos, ni siquiera a visitarlos o que ellos me pudieran ver”.

Y agrega que “naturalmente que el miedo a perder a mis hijos, amenaza reiterativa que me hacía el demandado y sus características mentales, forma de actuar y su gran poder económico, presionaron mi voluntad, viciándola al momento de consentir con la celebración de los contratos de que dan cuenta las escrituras públicas antes indicadas, influyendo estos hechos de manera significativa y negativa en mi actuar, en forma injusta e ilícita y además determinante, para obtener mi consentimiento”. A lo que se sumaría, explica, que no contó con asesoría legal.

Asimismo, Meinero argumenta que las escrituras públicas en las que constan los contratos cuya nulidad solicita, fueron firmadas existiendo dolo de su marido, quien señaló que se encontraban separados de hecho desde el día anterior, y que ya no vivía en su hogar, lo que ella niega.

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