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Opinión: Álvaro Henríquez, la caída de otro ícono de la izquierda whisky La dura crítica a los íconos de la rebelión post dictadura que hoy se dan de baja

Opinión: Álvaro Henríquez, la caída de otro ícono de la izquierda whisky

«Mientras a estas alturas medio Chile culpa a la coca de dañarle el razonamiento, más probable es que el mundillo de la vanguardia noventera en decadencia lo haya terminado por jalar al abismo, tal como a algunos de sus contemporáneos que, precisamente por estas semanas, acusan fecha de vencimiento», reza la columna.


Una dura columna publicada en el medio El Desconcierto, le pegó de lleno al vocalista de Los Tres, Álvaro Henríquez, quien ha sido en extenso criticado en los últimos días por sus cuestionamientos a otras bandas chilenas como Los Bunkers y La Ley.

El texto, firmado por Vanessa Vargas Rojas, plantea el contraste entre el Henríquez de antaño y el que comenzó a aparecer, primero, en actividades culturales de la ex Concertación, y luego, en instancias como la Yein Fonda, donde tocó la cueca que compartieron la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, y el ex Presidente Piñera. La crítica es a una generación de artistas y escritores que en el pasado fueron símbolo de rupturismo revolucionario, pero que hoy se han convertido en blanco de cuestionamientos por manifestar lo contrario. El siguiente es el texto de Vanessa Vargas Rojas:

Entre el lenguaje precario y el mensaje pueril del Henríquez que hoy da de comer a la farándula musical y esa críptica poesía suicida de sus viejas canciones, hay un mundo de diferencia. Sin embargo, también una década y quizás más, vale decir.

La cosa comenzó a oler mal con la aparición de Henríquez en alguna de esas actividades en las que uno jamás quisiera ver a sus viejos ídolos: la primera campaña de Bachelet, una que otra tocata a favor de figuras del progresismo concerta, como Carolina Tohá, y así un infinito y olvidable etcétera que puso en evidencia sus sensibilidades políticas. La mayoría de esos episodios fueron olvidados a la fuerza por los seguidores acérrimos de su pluma y admirable talento musical: tal como uno omite las caras más feas de los viejos cariños para poder, aunque sea un poco, seguir queriendo.

La Presidenta, por supuesto, agradeció los buenos gestos del rockero fiel con un premio, otorgado el 2007, ni más ni menos que en el Palacio de La Moneda. En paralelo, luego de la separación, Los Tres se reunirían a consagrar el cliché que dice que las segundas partes nunca son buenas, con uno que otro destello musical opacado por la genialidad de los tiempos pasados. Alguna que otra canción para rescatar.

En el 2014, y en contraste con los aciertos de Jorge González, otra de las figuras odiadas del rock chileno, el nombre de Henríquez hace noticia por un video cuyo concepto no se entendió –aunque lo verdaderamente escalofriante de aquello es la canción misma- y, meses más tarde, por la burla tras la separación de Los Bunkers. Banda que, ojo, tampoco es defendida por pasión por quienes hoy critican a Henríquez.

¿Cuál fue el error entonces? Haciendo gala de una ironía que nunca le ha quedado bien fuera de las canciones, Henríquez festinó con el fin de la agrupación liderada por Álvaro López, a quienes, hace algunos años, presentó con el título de “la mejor banda de Chile”. Otra vuelta de chaqueta de un rockstar al que ya no se le creen ni sus puteadas.

“No soy fan de Los Bunkers pero ni a palos, olvídalo”, señaló, y para rematar su credibilidad aseguró, sobre sus canciones: “Tienen una que es muy buena, pero el resto no, es demasiado adolescente para mí, no me gustan sus letras… no”.

De sus frases sobre Ángel Parra, ya replicadas por la web, sólo cabe destacar la afirmación que lo mandó a lo más hondo del pozo musical: “el Ángel era mucho más jazzero. Uno tocaba un re mayor y él tocaba un re como con cinco dedos metidos, todo era complejo, como el jazz, y la hueá, millones de notas por segundo, uff… no. Entonces yo estaba sin ganas de seguir tocando con él. Desmotiva mucho”.

Yein Fonda y el team Liguria: Firmes junto al pueblo

Como si su largo historial concertacionista no hiriera a muchos seguidores de su trayectoria musical, Henríquez ha tenido otro par de aventuras empresariales para el olvido: su coadministración del Liguria, ese barcito caro que se ufana sin culpas de albergar al mundillo de la izquierda whisky –donde, junto a Marcelo Cicali se divirtieron vetando ex amigos- y la Yein Fonda – “La Fonda del Pueblo”-, otro evento caro que ha lucrado por años del mercadeo de “lo popular” y que, sin ir más lejos, el año pasado se coronó como la Fonda Oficial del Parque O’Higgins (justo cuando Carolina Tohá debutó como alcaldesa de Santiago).

Para la ocasión, Henríquez interpretó sin asco “La vida que yo he pasado”, de Roberto Parra, amenizando el pie de cueca entre Tohá y el entonces presidente Sebastián Piñera. Anteriormente, Ángel Parra había manifestado que no estaría presente en dicho momento: “Yo no voy a estar ahí, ese día creo que no, a esa hora no, ni cagando”.

“¿Ángel dijo que él no tocará ese día? Tocaré con otro entonces. No me lo pierdo, para contarle a mis nietos después, jaja”, respondió Henríquez a la prensa. Y así fue, pese a la expectación de los medios y el mundo político, la visita de Piñera a la irreverente Yein Fonda se dio sin contratiempos y tocada del humor The Clinic, al estilo Piñericosas. Una indefensa humorada que echó un poco de menos de la peligrosidad que hace poco aseguró poseer su anfitrión.

“Yo soy peligroso, hombre, soy pe-li-gro-so, métanselo en la cabeza. No soy un rockerito de porcelana que se rompe a la primera”. Sí, lo dijo Henríquez.

QEPD junto a Rivadeneira y Gumucio

Mientras a estas alturas medio Chile culpa a la coca de dañarle el razonamiento, más probable es que el mundillo de la vanguardia noventera en decadencia lo haya terminado por jalar al abismo, tal como a algunos de sus contemporáneos que, precisamente por estas semanas, acusan fecha de vencimiento.

Patricia Rivadeneira, por ejemplo, la rupturista actriz que durante el 92 se crucificó desnuda con la bandera de Chile en el Museo Bellas Artes. Al igual que Henríquez y otros tantos, como Rafael Gumucio, formó parte de esa generación que, a través de diversas expresiones públicas, pusieron en jaque, muy a su modo, al poder simbólico y el discurso tradicional de postdictadura.

Recientemente, sin embargo, y tras una estadía de 11 años en Italia –donde fue nombrada agregada cultural por Ricardo Lagos- la actriz dejó en evidencia el abismo generacional que la separa de las nuevas juventudes que hoy ponen en marcha un nuevo ejercicio político. Así lo hizo ver, al menos, en su última entrevista para el The Clinic, donde señaló que “la gente de la Concertación dio batallas bastante más álgidas y cototas que las que están dando estos pendejos de ahora… O sea, desconocer todo y juzgarlos sólo porque ganan un sueldo, es tan evidente el error que hay líderes estudiantiles que están en la Cámara. Hay que establecer formas de diálogo más afectuosos y contundentes para explicar la historia. Es difícil envejecer y volverse obsoleto y perder lo que uno cree que le toca por derecho. Pero la política tampoco es un oficio para ángeles. Sería más interesante si te conviertes en un demonio mayor y no en un demonio hueón”.

En sincronía con el suicidio colectivo de grandes íconos de la vanguardia noventera, el escritor Rafael Gumucio comparó a los animalistas con los nazis, en una reciente columna escrita también para el The Clinic, casa editorial de las ideas del mundillo. Anteriormente, Gumucio se ganó las críticas de un amplio grupo en Twitter luego de llamar “hipster” a quienes decidieron ayudar a los animales tras el incendio en Valparaíso.

Los años pasan y no en vano, dicen. Hoy, algunos íconos de la rebelión tras la caída de Pinochet se dan de baja, espontáneamente, ante la llegada de los nuevos discursos y expresiones de rebeldía más allá de la –tan aplaudida en el mundo artístico- irreverencia. Si bien, algunos pensamos que Patricia y Rafael ya no tienen remedio, confiamos en que ese talentoso joven penquista que alguna vez fue Henríquez regrese a la cancha a demostrar lo que es ahora, tal como le recomendó su viejo amigo. Para todo lo demás, existe el Liguria, bar The Clinic, La Yein Fonda y cualquiera de esos espacios que albergaron durante tanto tiempo la desfachatez de la izquierda whisky que hoy, más que nunca, no está firme junto al pueblo. Hora de jubilarse, muchachos.

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