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El síndrome «millennials» que debilita al Frente Amplio PAÍS

El síndrome «millennials» que debilita al Frente Amplio

Macarena Segovia
Por : Macarena Segovia Periodista El Mostrador
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Nacidos entre 1985 y 1995, esta generación trajo el actuar político multipantalla, espontáneo e inmediato, marcado por subjetividades mucho más emocionales, en donde la política puede ser «con llorar». Son mucho más impugnadores del modelo, aunque al mismo tiempo presos de su inexperiencia y de las lógicas heredadas de su paso por el movimiento estudiantil. Un cambio que es visto como necesario por parte de los especialistas, pero que tiene que lograr conjugar las nuevas dinámicas con las incorporadas por los actores más maduros de la política, protagonistas del tránsito a la crisis que vive actualmente el sistema.


“Son tan millennials”, es el comentario obligado en los pasillos del Congreso. Deambulan con sus celulares, transmiten todo lo que les pasa y hasta miden su popularidad sobre la base de las polémicas que se toman las redes sociales. Es la generación Millennials, los nacidos entre 1985 y 1995, que llegaron en masa a la política institucional de la mano del Frente Amplio (FA). Esto no significa que todos sus representantes sean de dicha generación o que en otros conglomerados no haya políticos de la misma, pero lo cierto es que el grueso de la militancia frenteamplista es parte de este grupo y, por ende, su práctica política también se ve marcada por la dualidad entre el individualismo y el compromiso social de este segmento.

Los millennials han sido materia de estudio por parte de los especialistas. En el texto “La generación Millennials y la nueva política”, el asesor de comunicación y consultor político español, Antoni Gutiérrez-Rubí, aborda la inclusión de esta generación en el mundo político, su relevancia para el mundo social y la nueva impronta que le inyecta a la política en medio de una profunda crisis de representatividad.

Descritos como “malcriados y mimados”, reaccionan a partir de subjetividades marcadas por la emocionalidad. Es más, “eso de la política sin llorar para ellos no aplica”, reconocen desde el Congreso. “No les gustan los modelos tradicionales, tienen una alergia espasmódica a las jerarquías impuestas y viven con una mentalidad abierta a ‘vivir la vida’ más allá de ganar dinero, simplemente”, detalla Gutiérrez-Rubí.

Desde esta posición se paran ante la política, se distancian de la generación del “no estoy ni ahí”, los millennials «sí están ahí», presentes y activos, pero su actividad en la plaza pública se traduce en el impacto en las redes sociales, en el mundo de las multipantallas y ejercen su poder desde tal espacio. Según el analista español, su relación con la política en descomposición se establece de una forma “mucho más contractual, promiscua, exigente y volátil, pero decisiva en los próximos procesos electorales”.

El uso de la tecnología es clave, “usan internet para informarse políticamente, para vigilar y monitorizar la actividad de sus representantes, para denunciar, para debatir, para todo (…). Si bien los millennials son críticos, casi inconformistas, quieren participar y decidir, aunque todavía no están verdaderamente seguros del cómo y del para qué”.

Si esto se aplica a la modalidad de relación que tiene el mundo frenteamplista, se explica por qué sus peleas por Twitter son las que causan mayor tensión al interior del conglomerado. Cabe recordar que uno de los talones de Aquiles del FA, la discusión respecto a los derechos humanos en países como Venezuela y Cuba, ha estado marcada por una pelea sin tapujos en redes sociales. El tuit del diputado Gabriel Boric respecto al tema causó una verdadera avalancha de críticas y apoyos, que posteriormente fue recogida por la prensa. Los apoyos de otras autoridades del FA también se dieron en dicha plaza y es que, la verdad, “aquí se hace política por Twitter, no es lo ideal, pero lo es”, reconoce una asesora del conglomerado.

Otra característica que causa molestia entre las generaciones mayores es la “exacerbada moralina” y “chantaje emocional”, destacan desde la ex Nueva Mayoría. Desde afuera ven que toda la política del Frente Amplio se basa en una superioridad moral ante los políticos y las prácticas políticas de la otrora Concertación y la derecha. Aunque desde el FA se defienden y aseguran que se paran desde una posición política distinta, no “netamente moral”, sino que desde una nueva práctica.

Para Gutiérrez-Rubí, esto se debe a que los millennials “son muy exigentes e intransigentes con los valores de la ‘nueva política’: transparencia y rendimiento de cuentas sin negociación. Consideran la ejemplaridad personal y colectiva como la auténtica identidad: eres lo que haces, no lo que dices. De vuelta a Aristóteles”.

[cita tipo=»destaque»]José Feres, dirigente del Partido Humanista y parte de las generaciones más maduras del FA, reconoce que “a pesar de que la nueva generación busca hacer una nueva política, no tiene experiencia política, entonces, las experiencias que imperan son las de la política universitaria, que es otra lógica, muy confrontativa y tiene una responsabilidad limitada, porque no está proyectando un país”. Política que tiene como imperativo la respuesta rápida, marcada por la inmediatez interiorizada por las dinámicas de las redes sociales, “todo ocurre y se soluciona al mismo tiempo, así nos va pillando la máquina”, reconocen desde la Mesa Nacional y detallan que, antes de arribar a las reuniones y bilaterales, gran parte de las discusiones han estallado en los grupos de WhatsApp, lo que hace que los “ánimos lleguen aun más tensos a los encuentros”.[/cita]

Pero esta posición desde la moralidad se traduciría hacia la política interna. Cabe recalcar que la mayoría de sus trece organizaciones tienen a la lucha estudiantil como hilo conductor en común, a pesar de que hay partidos como el Humanista, Igualdad y Poder, que tienen otro origen, Revolución Democrática (RD), Movimiento Autonomista (MA), Izquierda Autónoma (IA), Izquierda Libertaria (IL), Nueva Democracia (ND), Movimiento Político Socialismo y Libertad (SOL), tienen una historia que se remonta al espacio estudiantil, principalmente desde las movilizaciones de mediados de los 2000, que se intensificaron a partir del movimiento pingüino y el posterior estallido de 2011. Mención aparte merece el Partido Pirata, que “es lo más millennials que tenemos”, reconocen desde la Mesa Nacional del FA.

José Feres, dirigente del Partido Humanista y parte de las generaciones más maduras del FA, reconoce que “a pesar de que la nueva generación busca hacer una nueva política, no tiene experiencia política, entonces, las experiencias que imperan son las de la política universitaria, que es otra lógica, muy confrontativa y tiene una responsabilidad limitada, porque no está proyectando un país”. Política que tiene como imperativo la respuesta rápida, marcada por la inmediatez interiorizada por las dinámicas de las redes sociales, “todo ocurre y se soluciona al mismo tiempo, así nos va pillando la máquina”, reconocen desde la Mesa Nacional y detallan que, antes de arribar a las reuniones y bilaterales, gran parte de las discusiones han estallado en los grupos de WhatsApp, lo que hace que los “ánimos lleguen aun más tensos a los encuentros”.

“Aquí hay mucho drama”, bromea un alto dirigente, “muchas sensibilidades distintas y hasta se pelean por Instagram”, agrega. Dinámicas que muchas veces generan discusiones acerca de la apertura de la política en estas vías de comunicación, en donde no hay un filtro tan marcado, como al hablar con los medios de comunicación, y muchas veces “se olvida que estamos haciendo política de verdad”, sentencia desde el FA.

Pero Feres es enfático en que “no hay que dramatizar, porque va a haber quiebres, pero no hay que alimentar con bencina el fuego, hay que dejar que el tiempo actúe. Hay que evitar la respuesta inmediata y priorizar la lucidez, hay que desapegarse del conflicto, evitar la compulsividad y lo contestatario, buscar mayor madurez”.

Presos de la institucionalidad

Pero la juventud no es reflejo de renovación. El arribo en masa de parlamentarios frenteamplistas al Congreso ha traído consigo una serie de complicaciones a la interna del conglomerado, ya que no estaría en el ADN de los millennials integrarse a espacios tan estructurados como la política tradicional, detalla Gutiérrez-Rubí. Este choque entre sus dinámicas y las estructuras impuestas explicaría varias de las polémicas protagonizadas por el nuevo espacio político.

Para el historiador y analista político Andrés Cabrera, existe una serie hechos que ha ido marcando la política del Frente Amplio. Uno de ellos es el proceso de parlamentarización que ha tenido el conglomerado y que ha tensionado al pacto. Al interior del FA es consenso que la agitada agenda parlamentaria ha retrasado su proceso de consolidación como proyecto político y, junto con ello, ha complicado la capacidad de articulación con los espacios sociales y territoriales que se impulsó durante la campaña presidencial de Beatriz Sánchez el 2017.

Es más, dentro de la misma institucionalidad, la idea de tensionar el espacio ha traído consigo varios conflictos, dando cuenta de la existencia de dos mundos en choque: aquel que busca la transformación, pero, a la vez, la validación en el sistema e institucionalidad existentes, concretada en la denominada búsqueda de “gobernabilidad” y, otro, que plantea la impugnación al modelo y proposición como punta de lanza para constituirse como actor político, en medio de la crisis.

Para un sector del Frente Amplio sería central dar “pruebas de gobernabilidad, mostrar que somos capaces de ser Gobierno, dando una prueba de blancura constantemente y preocupados por lo que sale en los medios”, explica Feres. Esto, debido a la “falta de construcción de un centro de gravedad, que permita actuar desde el ‘que tú crees’, desde una política más ideológica”, explica el dirigente.

Esta dualidad en el objetivo y quehacer se vería reflejado en las tensiones que han desatado distintas iniciativas parlamentarias, la solicitud de remoción en contra del Fiscal Nacional, Jorge Abbott, la fracasada acusación constitucional en contra del ministro de Salud, Emilio Santelices, y la renuncia del diputado Vlado Mirosevic a la Comisión de Relaciones Exteriores. Todos, episodios que están marcados por una tensión entre estas dos almas.

Dentro de los equipos legislativos plantean que en estas acciones se desataron algunas tensiones entre quienes planteaban que “tirar toda la caballería” de buenas a primeras era arriesgado, que las “batallas deben ser estratégicas y pensadas” para evitar fracasos anticipados, como efectivamente sucedió; otros, sostienen que la única alternativa para marcar la diferencia es “utilizar todas las herramientas posibles, entendiendo que existe un fuerte riesgo, pero no queda otra”.

Según un dirigente político del Frente Amplio, el bloque se mueve entre dos vías, una que apunta al resguardo institucional en medio de la crisis de legitimidad, mucho más “cauteloso, conciliador y enfocado en la gobernabilidad” y que apunta al eje del centro político, en el que estarían parte de RD, el mundo liberal de Mirosevic e, incluso, parte de Movimiento Autonomista, “más aún con el comportamiento de Gabriel (Boric) este último año” y, por otra parte, habría un sector que centraría su política en la impugnación dentro de la institucionalidad, donde están aquellos que respaldaron la arremetida en contra de Abbott y Santelices, los mismos que no cuestionaron la acusación en contra de los jueces de la Corte Suprema, comandada por Carmen Hertz y que asumen que “hoy no tenemos el poder para construir política transformadora, solo para proponerla e impugnar”. Allí se encontrarían varias fuerzas de la convergencia (MA, ND, IL, SOL), Izquierda Autónoma (IA), Partido Poder, Igualdad y hasta el Partido Humanista.

Para Cabrera, la necesidad de “llevar a las instituciones más allá de sus propios límites” es un imperativo para el FA, pero para ello «se necesita tener una mayor presión social”. Por otra parte, Feres reconoce que el Frente Amplio aún no logra establecer una real conexión con el mundo social, debido a su calidad de fuerza emergente y a la desconfianza de los espacios sociales y organizados con la política institucional.

“La energía social se encuentra por fuera de las coaliciones políticas, eso es comprensible, pero uno esperaría que el Frente Amplio tuviera mayor coordinación con aquellos movimientos, pasó con los movimientos feministas, el de memoria y DDHH y el medioambiental, el Frente Amplio aún no es capaz de canalizar y capitalizar la conducción de estos espacios”, detalló Cabrera.

El analista agregó que la inmadurez de la generación millennials, que hoy cuenta con representatividad en el Congreso, se ve en desventaja ante la fuerte institucionalidad arraigada en el Parlamento y la presión por adaptarse a sus ritmos. Esto, sumado a la política programática de enunciados, no otorga el piso necesario para enfrentarse a la institucionalidad. Por ejemplo, “plantean la superación del neoliberalismo, pero no tienen política en el cotidiano. La lucha en el Parlamento es mucho más fuerte y requiere habilidades técnicas, que no sé si el Frente Amplio las tiene”.

A la vuelta de la esquina

Un punto en contra que tendría el peso millennials al interior del frenteamplismo es la individualidad que marca a esta generación, lo que no necesariamente se centraría en el egoísmo ante la situación social, según explica Gutiérrez-Rubí. Una política de la que no ha estado exento el Frente Amplio, pero que –según Cabrera– es más una herencia de la antigua política que una característica de la renovación que plantean las fuerzas del FA.

Las sucesivas crisis que ha sufrido el conglomerado en las últimas semanas responderían al peso de las figuras más reconocibles y populares del mismo, frente a una falta de horizonte político profundo, una discusión que aún no habría sido abordada “de manera seria”, reconocen desde su cúpula política.

Un ejemplo de esto sería el accionar del diputado Mirosevic, quien –según dirigentes de la Mesa Nacional– prefirió “presionar por fuera una decisión que debía discutirse en el seno de nuestras organizaciones”, al renunciar a su cargo como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, luego que el Movimiento Democrático Popular, al que pertenece el ex candidato presidencial Alberto Mayol, criticara su postura respecto a DDHH y las crisis que se viven en Venezuela y Nicaragua.

Sería esta supremacía de algunos dirigentes la que marcaría la política reciente del Frente Amplio, en la que se ha evidenciado la ausencia de Giorgio Jackson ante las distintas crisis y el reducido poder de maniobra que tiene Beatriz Sánchez al interior del FA, según indicó Cabrera. El historiador señaló que “falta fraguar la nueva orgánica, la aglutinación de las fuerzas de izquierda en la convergencia y falta mucho de conducción política”.

“Se observan los déficits del movimiento social y el proyecto político propiamente tal, pero no es alarmante, es una característica propia de las fuerzas emergentes (…) en España, con el salto del 15M a Podemos, pero creo que no es poco común, el grado de inmadurez tiende a reflejar esos déficits (…) la diferencia entre Podemos y Frente Amplio es que ambos tienen grandes liderazgos, como Pablo Iglesias, pero existe una gran diferencia comunicacional e intelectual en los liderazgos del FA”, sentenció Cabrera.

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