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«Remedo de señor feudal»: el punzante análisis de Carlos Peña al caso de Matías Pérez Cruz PAÍS

«Remedo de señor feudal»: el punzante análisis de Carlos Peña al caso de Matías Pérez Cruz

El rector de la Universidad Diego Portales comentó en su tradicional columna uno de los hechos que marcó la semana: el video del presidente de Gasco expulsando a tres mujeres de la orilla pública del Lago Ranco, asegurando que esa zona era de su propiedad. Para el académico, esta escena retrata las contradicciones culturales del Chile de hoy: el propietario frente al ciudadano.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, no fue ajeno a una de las polémicas de la semana: el video del presidente de Gasco, Matías Pérez Cruz, expulsando a tres mujeres de la orilla pública del Lago Ranco, asegurando que esa zona era de su propiedad.

A través de su tradicional columna en el diario El Mercurio, el académico asegura que «la escena en que Matías Pérez expulsa a tres mujeres de la ribera de un lago, es (fuera de lo ridícula y vergonzante para ese remedo de señor feudal) un resumen de las contradicciones culturales del Chile de hoy: el propietario frente al ciudadano».

«La primera, representada por Pérez Cruz, siente que el derecho de propiedad es la fuente que legitima su lugar y su autoridad en la escena social. No necesitan haber leído a Locke (casi con seguridad no lo han hecho, ocupados como estaban en rezar, sacar cuentas, saborear música) para compartir su idea de que la propiedad privada es una extensión de sí mismos, una forma casi mágica de extender la propia personalidad, las redes familiares y el anhelo de exclusión hasta donde ella, llena de sí misma, alcanza. Así se explica que todos los fenómenos que experimenta el Chile contemporáneo, la masificación, la movilidad, la emancipación de los grupos medios y el acceso a paisajes ante negados, constituyan una amenaza para las personas que Pérez Cruz de ahora en adelante representará. Porque, ¿sabrá Matías Pérez Cruz que con su conducta acaba de erigirse en arquetipo? ¿Estará consciente de que de aquí en adelante sus apellidos serán una forma abreviada de llamar todo comportamiento similar al que él ejecutó?», argumenta.

Para el ciudadano, Peña plantea que «siente que hay espacios comunes que le pertenecen, ámbitos, paisajes, para cuyo acceso no es la propiedad el título necesario sino la simple condición de ciudadanía, bienes que, a pesar de eso, les son negados».

Según el columnista, «la paradoja de esta escena deriva del hecho de que la misma circunstancia que hace posible la fortuna de Pérez Cruz -el capitalismo y su modernización- es la que ha hecho posible, como predijeron Marx o Tocqueville, que otros millones de personas que no tienen su fortuna, pero que han accedido al consumo, sientan que son individuos que, en algún nivel, siquiera mínimo, el nivel de la ley que Pérez Cruz desconoce, poseen una condición de igualdad con otros y que, por lo mismo, no se dejan atropellar tan fácilmente por este tipo de personas que sustituyen el criterio por el simple desparpajo».

«Lo más interesante de la escena es que a Matías Pérez Cruz, con casi total seguridad, lo que le inquieta y desasosiega no es el supuesto daño a la propiedad privada concebida como patrimonio (el tipo de molestia de una persona sencilla que ve que le estropean su auto o le pintarrajean el muro de su casa); lo que de veras le molesta es la simple presencia de esas tres mujeres que no pertenecen ni a su clase, ni a su familia, ni a su círculo (su inconsciente le hace esgrimir como razón para expulsarlas que ‘tiene visitas’, que ‘está con su familia’). Es la simple presencia del otro lo que desata su irritación y por eso su esfuerzo no está dirigido a expulsar a esas tres mujeres de su predio, sino a alejarlas de su vista», asegura.

«Con su reacción arrogante y presuntuosa, Pérez Cruz muestra el ánimo que poseen todos quienes se han hecho de riberas de mares y de lagos: una voluntad de aislarse de un sector de la sociedad que lo más probable les recuerda el lado oscuro de sí mismos, porque, al margen de la fe, la filantropía y los desplantes, saben que, como decía Balzac, en el origen de su fortuna siempre será posible encontrar un crimen, un abuso de esas otras personas que trabajaron para ellos y gracias a cuyo esfuerzo disfrutan hoy de ese jardín, ese remedo tosco del edén», sentencia.

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