El diplomático y exembajador chileno plantea que la crisis global del coronavirus no solo es un gran desafío para los sistemas de salud y la economía en el mundo, sino que constituye un problema biosocial que obliga a las naciones a volver al sentido de comunidad internacional, el que había desaparecido para dar lugar a una sociedad multifacética y diversa. La pandemia del COVID-19 hizo que las naciones volvieran a mirarse en comunidad tras la constatación de que los países no podían enfrentar la emergencia por sí solos, pero a la vez se enfrentan con la contradicción de dictar medidas nacionales, como el cierre de fronteras. Estos hace ver –a su juicio– que las naciones reunidas en el concierto internacional se quedaron «sin un plan B».
