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El rey sigue desnudo: la última Cuenta Pública del Presidente Piñera PAÍS

El rey sigue desnudo: la última Cuenta Pública del Presidente Piñera

Hernán Leighton y Nicole Martínez
Por : Hernán Leighton y Nicole Martínez Periodistas del diario El Mostrador.
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El Presidente Sebastián Piñera rinde hoy su última Cuenta Pública sobre el estado de la nación, en medio del desmarque de los candidatos presidenciales de su sector y sindicado como el mayor responsable de la debacle electoral del oficialismo. El Mandatario llega desnudo –como en el cuento «El traje nuevo del emperador»–, pero pensando que viste finos ropajes. Siendo su última Cuenta ante el país, el Jefe de Estado somete al escrutinio ciudadano todo su segundo mandato, en el que destacan promesas de campaña incumplidas, como la de los «tiempos mejores», y desaciertos importantes como «el oasis», «la pizza», la declaración de guerra, la foto en Plaza Italia, y errores políticos de envergadura, como su prescindencia para encabezar el proceso que llevará al país a redactar la nueva Constitución, las violaciones de los derechos humanos y la tensión interinstitucional que generó entre los poderes Ejecutivo y Legislativo por su requerimiento ante el TC –cuya admisibilidad fue rechazada–, para oponerse al tercer retiro de fondos de pensiones. Pero, pese a ello, quienes conocen la interna de Palacio aseguran que el Jefe de Estado «está empecinado en intentar imponer su mirada de los hechos», una que chocaría no solo con la realidad sino también con la visión de personeros a su cargo y de su sector, que acusan al Presidente de ser incapaz de ver más allá de sus propios diagnósticos. Algo que tiene directa relación con los insumos que les pidió a sus ministros para sustentar su discurso, bajo una sola condición: que cumplieran con el requisito de enfocarse en lo que insiste y pretende que sea su legado.


Toda crisis trae consigo una oportunidad, se suele escuchar en los peores momentos, y en el caso del Presidente, Sebastián Piñera, esto claramente se desaprovechó. En esta, su última Cuenta Pública a la nación, el Mandatario cuenta con una larga lista de desaciertos, lecturas fallidas y oportunidades perdidas, que no dan cuenta solo de los errores políticos del último año, sino más bien de una buena parte de toda su gestión. La lista incluye desde el fracaso de hacer tangible su promesa de campaña de que vienen «tiempos mejores»; su cuestionada visión respecto a que Chile era «un oasis», pronunciada apenas semanas antes de que explotara el estallido social; las violaciones a los derechos humanos, más la penosa declaración de «estamos en guerra»;  la «pizza» y la foto posada en Plaza Italia; su prescindencia para encabezar el proceso de transformación política y cultural del país a través de una nueva Constitución; el regateo para conceder beneficios sociales durante la pandemia y su respectiva crisis económica; el portazo que recibió del Tribunal Constitucional, que rechazó el requerimiento que pretendía evitar el tercer retiro del 10 por ciento de los fondos de pensiones. Y, últimamente, la desafectación de los aliados de Chile Vamos, en cuyo sector incluso hubo quienes recomendaron al Presidente quedarse callado, tras responsabilizarlo de los malos resultados electorales en la elecciones de los días 15 y 16 de mayo.

Con todo esto, fuentes del oficialismo y de la oposición opinan que el Jefe de Estado, más que dar una cuenta pública, «debería dar explicaciones al país». Aunque la evidencia de los hechos dice otra cosa, quienes conocen de cerca la personalidad del Presidente Piñera dan por hecho que el Mandatario no va a dejar pasar la concentración de miradas para insistir en una idea que ha generado bastante resistencia y que ha sido deslegitimada, principalmente desde su propio sector: se trata del legado.

A pesar de los múltiples cuestionamientos provenientes desde Chile Vamos a su gestión política, a la incapacidad que tuvo para ampliar su mirada luego de las dos mayores crisis, tanto política como social , el Primer Mandatario está empecinado en intentar imponer su mirada de los hechos, una que chocaría no solo con la realidad sino también con la visión de personeros a su cargo y de su sector, que acusan al Presidente de ser incapaz de ver más allá de sus propios diagnósticos.

Cuando desde el oficialismo se repara en lo difícil que le ha tocado a este Gobierno, considerando el estallido social del 18 de octubre de 2019, sumado a la pandemia y, por consiguiente, a la crisis social y económica, se sabe que ello solo aplica como una cortesía en público, pues luego de aquellas palabras viene consigo, en privado, un cuestionamiento pocas veces visto desde el propio sector gobernante para con su Presidente. Una manera poco sutil de intentar barnizar a una figura presidencial que, acusan, el propio Sebastián Piñera devaluó con su “tozudez”, provocando choques de alta tensión con otros poderes del Estado e instituciones, los que han tenido como resultado un daño a la institucionalidad del país “que se pudo haber evitado”.

La consecuencia más próxima, pero que varios pronostican de largo alcance, es la peor derrota electoral de la derecha en décadas, y que no solo tiene a la elección presidencial a la vuelta de la esquina –a la que se llega con un déficit considerable– sino que, además, dejó a su sector con una representación mucho menor de lo que se pensaba en la composición para escribir la nueva Constitución, hito republicano calificado por diferentes analistas como el más importante de la historia reciente de nuestro país.

Todo eso entrega el marco descriptivo para entender el contexto en el que la primera autoridad del país llega hoy a entregar su última Cuenta Pública, la que se espera ponga sus énfasis en lo que, en la interna más reducida de Palacio –aquel comité político sin experiencia que ha sido tildado de «juguete» o de directiva de centro de alumnos–, entienden como logros y sobre los cuales insisten en que “el tiempo les dará la razón».

Si en la última Cuenta Pública, que traía más de cerca la carga por acusaciones de violaciones de los derechos humanos durante el estallido, no hubo un mea culpa, menos se espera que en esta ocasión exista públicamente una mirada introspectiva respecto de cómo se han hecho las cosas, o el hacerse cargo de los múltiples cuestionamientos provenientes desde las dos almas del oficialismo: por un lado, la incapacidad de “leer lo que sucede en el país” y, por el otro, “la falta de claridad en posiciones que un Gobierno de derecha debiese entregar a su electorado”.

Diferentes personeros que han participado de diversas instancias privadas con el Mandatario tienen un diagnóstico en común, y este dice relación con que no creería en los análisis que se le presentan, sino más bien en su propia forma de entender la realidad. Esto ha arrastrado como consecuencia el distanciamiento con parte de su gabinete, donde hasta en los más duros ha existido “al menos la intención de abrir el foco para entender lo que está sucediendo”, aunque esto no alcanzaría para permear su posición.

Y ante la pregunta de cuál es su posición, la respuesta proveniente de distintas personalidades es la misma: “Sigue creyendo que lo está haciendo bien”, por lo que –advirtieron– no esperan ningún cambio o sorpresa en el actuar o devenir en los nueve meses que le quedan al mando del país.

La apuesta de La Moneda apunta a que lo que quedará en el inconsciente colectivo será la recuperación económica a la que aspiran ciegamente, razón que estaría detrás de la confusa comunicación de riesgo en esta etapa de la pandemia y que ha llevado incluso a abrir Fantasilandia, cuando mayo último ha sido el segundo mes con más altos contagios en lo que va de la pandemia. El otro tema –que ya ha cosechado cientos de detractores– es el contenido en la última declaración del ministro de la Segpres, Juan José Ossa, quien ha buscado instalar la “salida institucional” tras el llamado del 15 de noviembre a la paz, situación sobre la que existe consenso cerrado en que el Presidente nunca quiso y que se vio arrastrado por las circunstancias del momento. A esto se suma el proceso de vacunación, reconocido transversalmente como uno de los hitos más relevantes de su gestión.

Pero el haber tenido que desechar su programa de Gobierno una vez ocurrido el estallido, y también previamente, a través del desvanecido Plan Araucanía, o la apuesta por buscar interpretar a la clase media, sin haber logrado instalar un nuevo relato que sirviera de bandera para los suyos, lo lleva hoy caminando por sus medios y solo hasta el estrado ubicado en el hemiciclo del Parlamento.

De esta manera, desde RN aseguraron que eso en parte “es producto del ninguneo” que han sentido por parte del Ejecutivo, en situaciones como el retiro del 10% y la mejora de las ayudas sociales en medio de la pandemia, en lo que han sido duros críticos de La Moneda por la tardanza de las medidas.

Parlamentarios del sector subrayaron que a veces ni los mismos ministros tienen explicación para las decisiones del Mandatario, ya que este tiene una especie de obsesión con los temas económicos, que a veces no le permitiría ver la necesidad presente de la ciudadanía. Por ahí cree la mayoría que irá, de hecho, su Cuenta Pública: en la cantidad de dinero desembolsado por el Estado en la pandemia en comparación con otros países, además de la cantidad de vacunas e inoculaciones que hay hasta ahora.

De lo que se espera de su discurso, no hay mucha novedad, y pasaría, como tradicionalmente se hace, por el repaso de los avances de los proyectos de ley de cada una de sus carteras, en este caso, los proyectos calificados bajo el rótulo de “legado”.

Así al menos lo solicitó el Mandatario a cada uno de sus ministerios semanas atrás, los mismos a los que hace un tiempo les encomendó la tarea de seleccionar las iniciativas más relevantes que se pretende dejar plasmadas en el libro que contará la historia propia del segundo mandato del Jefe de Estado.

El analista político Tomás Duval se refirió al contexto que rodea al Gobierno, previo a la Cuenta Pública, señalando que uno de los temas que no puede faltar es la arista política del proceso constituyente, pero que no es posible ver esta instancia como una oportunidad para decir “mire, este es mi legado”, sino más bien abocarse a lo que se ha hecho el último año y lo que se hará en los meses que quedan, donde “el Gobierno tiene muy pocos tiempos políticos”.

Agregó que “siendo la última Cuenta Pública, yo creo que no llega en el mejor escenario para el Gobierno (…) primero, porque su sector político tuvo una derrota en la elección reciente. El Gobierno se encuentra también con una baja aprobación de la opinión pública, y la agenda no aparece muy clara en el último año”, sentenció.

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