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¿Qué hacemos con los animales invidentes? Mascotas

¿Qué hacemos con los animales invidentes?

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Cuando una mascota es invidente, el médico veterinario tiene dos opciones que ofrece a su propietario: sacrificarlo o que el propietario se comprometa a cuidarlo con esmero, consciente de que requerirá una atención de 24 horas al día.


Si nos diesen a elegir cuál de nuestros cinco sentidos es el más valioso, la mayoría de nosotros escogería la vista. En países como México, según datos de la Sociedad Mexicana de Oftalmología (2020), existen 416 000 personas con ceguera, lo que lo sitúa entre los 20 países con mayor número de personas afectadas por discapacidad visual.

Tratándose de las personas, es indudable que la atención médica de este problema es un derecho inalienable y universal, que se ve desfavorecido por el costo de los servicios médicos y de alta especialidad. ¿Pero qué pasa con las mascotas?

En México se cuenta con un censo aproximado de 80 millones de mascotas: 43,8 millones de ellas son perros, 16,2 millones gatos y 20 millones una variedad miscelánea de otras mascotas pequeñas (2021). Aunque no existen datos actualizados ni bases de censo sobre cuántas mascotas presentan ceguera total, si fuera el 1 % estaríamos hablando de 800 000 mascotas en esta situación, solo en este país.

Bienestar animal en mascotas invidentes

El bienestar animal, elevado a declaración universal, establece cinco libertades. Enunciadas en 1965 por Roger Brambell y ampliamente reconocidas, describen las expectativas de la sociedad en cuanto a las condiciones a las que están sometidos los animales cuando están bajo el control del hombre. Y son:

  1. Libre de hambre y sed.
  2. Libre de miedo y angustia.
  3. Libre de molestias físicas y térmicas.
  4. Libre de dolor, lesión y enfermedad.
  5. Libre para expresar un comportamiento natural.

En el caso de una mascota invidente, se vulneran tres de esas libertades, concretamente las que tienen que ver con la salud, el bienestar emocional y la liberad de expresarse.

Cuando esto ocurre, el médico veterinario tiene dos opciones que normalmente explica al propietario del paciente. O bien puede practicar la eutanasia asistida (considerando la capacidad de atención del propietario o propietaria aunada de la capacidad económica). O bien no se sacrifica al animal porque el propietario se compromete a cuidarlo con esmero, consciente de que requerirá una atención de 24 horas al día. En este último caso, aunque la intención sea buena, el propietario no siempre dispone de los recursos para otorgarle atención de calidad.

Brindar los cuidados idóneos

¿Hasta donde el médico veterinario, en esta circunstancia, apoya, respeta y promueve la supervivencia del animal en el sentido del bienestar? ¿Se impone de forma unilateral el apego del propietario sobre el interés de la mascota, sin medir las consecuencias psicológicas, emocionales y fisiológicas, ignorando que los animales pueden sufrir depresión? ¿Cuántas mascotas cuentan realmente con cuidados idóneos pensando en nuestro escenario de 800 000 mascotas con problemas de visión?

Quizás no baste con preservar la vida de animales invidentes solo por el afecto y el apego humanos. La organización Humane Society de los Estados Unidos expone una serie de consejos para el manejo de mascotas invidentes. Entre ellos ser muy estrictos con los horarios y las rutinas, usar pistas sonoras para ayudarles a orientarse, hablarles antes de tocarles e incorporar marcadores táctiles por toda la casa.

Convendría que las asociaciones gremiales de médicos veterinarios, las organizaciones civiles defensoras del bienestar animal, los colegios de médicos veterinarios especialistas y otros organismos relacionados llegasen a acuerdos sobre el asunto. Porque el problema no se soluciona solo facilitando al propietario el sacrificio de la mascota o el animal de trabajo: les debemos respeto a todos esos seres que dependen de nosotros.

Alberto Taylor Preciado, Médico Veterinario Zootecnista. Dr. en Nutrición Animal,, Universidad de Guadalajara

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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