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Día mundial de la enfermedad inflamatoria intestinal: pacientes llaman a incluirla en Ley Ricarte Soto y cómo la dieta occidental incide en el aumento de patología Salud

Día mundial de la enfermedad inflamatoria intestinal: pacientes llaman a incluirla en Ley Ricarte Soto y cómo la dieta occidental incide en el aumento de patología

En Chile, se estima que aproximadamente 15 mil personas padecen de enfermedad inflamatoria intestinal. Aún se desconocen las causas, pero se cree que una predisposición genética, sumado a algún factor ambiental, podrían desencadenarla. Actualmente, sólo la Enfermedad de Crohn está en la Ley Ricarte Soto. Una dieta con un mayor consumo de granos, azúcares refinados y grasas incidiría en el aumento de estas enfermedades inflamatorias del intestino.


Junto con promover el conocimiento de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), que son un grupo de patologías autoinmunes y crónicas del tracto gastrointestinal, la Fundación Crohn y Colitis Ulcerosa Chile hizo un llamado al Gobierno a terminar la tramitación del tercer decreto anexo de la Ley Ricarte Soto y oficializar la inclusión del tratamiento para la Colitis Ulcerosa y en el que se agregaría también, la artritis psoriásica.

«Es urgente que la resolución se firme a la brevedad para que los pacientes tengan acceso a tratamiento por la carga económica que conlleva en forma mensual. En el tercer decreto anexo de la ley, las terapias biológicas para la colitis ulcerosa estaban definidas y las actuales autoridades del ministerio de Salud reenviaron los antecedentes a Hacienda para el dictamen final. Aún estamos a la espera”, expresó Bernardino Fuentes, presidente de la Fundación Crohn y Colitis Ulcerosa Chile, en el marco del Día Mundial de la EII que se conmemora cada 19 de mayo.

La colitis ulcerosa es una enfermedad crónica inflamatoria del colon (intestino grueso) que afecta tanto a hombres como a mujeres, generalmente entre los 15 y 35 años. El objetivo del tratamiento médico es manejar la actividad, promover la remisión y ayudar a evitar complicaciones como perforaciones intestinales y cirugía, entre otros. “Los medicamentos biológicos evitan la cirugía y estamos convencidos que la colitis ulcerosa es una enfermedad que tiene un muy buen pronóstico de mejoría con este tratamiento y permite mejorar la calidad de vida de quienes la padecen”, argumentó Fuentes.

La EII -que incluye a la Enfermedad de Crohn, a la Colitis Ulcerosa y a la Colitis Indeterminada- reviste gravedad si no se diagnostica y trata adecuadamente. Los principales síntomas son aumento en la frecuencia o urgencia evacuatoria, diarrea persistente por más de 4 semanas, dolor abdominal, mucosidad y/o sangrado en las heces, lesiones perianales, fiebre y/o vómitos, los cuales aumentan cuando la enfermedad está activa generando ausentismo laboral y escolar.

En niños y adolescentes puede existir retraso del crecimiento. También es posible que se presenten manifestaciones extraintestinales tales como inflamación de las articulaciones, problemas en los ojos, la piel, el hígado, y/o trastornos renales.

El problema de la dieta

La incidencia de estas enfermedades está aumentando en todo el mundo, incluido Chile, llegando a 20 nuevos casos por 100.000 personas cada año. La dieta occidental incidiría en esta prevalencia.

Por eso la Agrupación Chilena de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (ACTECCU), dependiente de la Sociedad Chilena de Gastroenterología (SCHGE), trabaja desde hace un tiempo no solo en la concreción de las garantías para atender los altos costos asociados a su tratamiento y el nivel de invalidez que viven sus pacientes, sino también en promover una mirada integral de los diagnósticos de Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII), incluyendo aspectos sicológicos y nutricionales.

La enfermedad de Crohn afecta el tubo digestivo, desde la boca hasta la región perianal y la colitis ulcerosa afecta porciones variables del colon, pudiendo requerir hospitalizaciones y cirugías, y comprometiendo significativamente el ánimo y el rendimiento socio-laboral. En general, los síntomas más frecuentes son dolor abdominal, pudiendo existir mucosidades y sangre en las deposiciones, diarreas dependiendo de la extensión del compromiso inflamatorio del tubo digestivo, e incluso presencia de fístulas y abscesos perianales en el caso de enfermedad de Crohn, y compromiso extra digestivo a nivel de piel, articulaciones y ojos, entre otros.

Jocelyn Slimming, presidenta de ACTECCU, señala que las EII han registrado un aumento progresivo de la incidencia en países como Brasil, Uruguay y Barbados, con saltos de hasta 4.5 a 9.7 en una década, por cada 100 mil habitantes; y Chile no queda fuera de esta tendencia.

“Es relevante tener un diagnóstico precoz para poder realizar tratamiento y controles adecuados.  La disponibilidad de los medicamentos y adherencia por parte del paciente es fundamental ya que todo ello ayuda a lograr inactivar la enfermedad lo que conlleva una mejora en la calidad de vida. La demora en el diagnóstico o los tratamientos inadecuados ocasiona que los pacientes se mantengan activos y eventualmente se agraven lo que les da un mayor riesgo de requerir cirugía”, sostuvo.

Las enfermedades inflamatorias intestinales son enfermedades complejas, crónicas y muchas veces progresivas que tienen impacto físico, psíquico y económico en el paciente, su entorno y en la sociedad en general. “El control de la enfermedad sigue siendo una necesidad insatisfecha para una gran proporción de pacientes y la propuesta de ACTECCU es un tratamiento integral que aborde todas las dimensiones para mejorar la calidad de vida”, precisó Sandra Hirsch, médico gastroenterólogo magíster en nutrición, director de investigación del INTA y miembro de la Sociedad Chilena de Gastroenterología (SCHGE).

Según la experta, entre muchos posibles factores ambientales que predisponen a EII en sujetos genéticamente susceptibles, es la dieta. Los hábitos alimenticios han cambiado drásticamente a lo largo de los siglos, pasando de una dieta que comprende principalmente carne, pescado, verduras y frutas a una dieta occidental, con un mayor consumo de granos, azúcares refinados y grasas.

“Estos cambios han llevado a una discordancia evolutiva que puede haber contribuido al dramático aumento de las enfermedades inflamatorias crónicas vistas en los últimos años”, puntualiza.

Dieta occidental.

Uno de los elementos más contrastantes de la dieta occidental es la diferente proporción de ácidos grasos poli-insaturados, al compararla con la dieta paleolítica. Esta última tenía un equilibrio perfecto, mientras que la dieta occidental está profundamente desequilibrada. El excesivo consumo de ácidos grasos poli-insaturados tiene un efecto pro- inflamatorio y además se ha asociado con cambios en la microbita intestinal.

El consumo de hidratos de carbono refinados (azúcares), también son una característica de la dieta occidental. Estos también son capaces de cambiar la microbiota intestinal hacia un patrón pro-inflamatorio, haciendo más susceptible a los individuos genéticamente susceptibles a adquirir la enfermedad. Por el contrario la dieta mediterránea es protectora, debido que incluye mucha fruta, vegetales, aceite de oliva y pescado, todos componentes que tienen efectos anti-inflamatorios y pueden prevenir el desarrollo de estas enfermedades.

Las personas diagnosticas con una enfermedad inflamatoria del intestino, como podría ser la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn, como recomendación general, deben consumir una dieta saludable idealmente tipo mediterránea, rica en frutas y verduras, pescado, aceite de oliva, además de proteínas de alto valor biológico como la del huevo y lácteos especialmente fermentados (yogurt, quesillo). Sin embargo, es muy importante adecuar la dieta a cada individuo de acuerdo a la tolerancia.

Dieta mediterranea.

La especialista subraya que se debe excluir la comida chatarra y el exceso de dulces y los irritantes como ají y añade con énfasis, que hasta la fecha no se ha demostrado que ningún alimento específico o dieta específica, reemplace el tratamiento medicamentoso de la EII.

En cuanto al acompañamiento psicológico especializado a partir del diagnóstico, la psicóloga María José Leiva, del Programa de Enfermedades Intestino-Inflamatorias de Clínica Las Condes, explica: “Nuestro objetivo es apoyar al paciente en las distintas etapas del tratamiento. La primera de ellas es la adaptación a la nueva condición que implica una enfermedad crónica, lo que muchas veces genera miedos, inseguridad y sensación de fragilidad. Es complejo aceptarlo a nivel personal y muchas veces también socializarlo, ya que aún las personas conocen poco de ellas y de su manejo”. Estudios han demostrado que el tratamiento multidisciplinario con apoyo sicológico, colaboraría de modo importante en disminuir la frecuencia de las crisis y que cuando se presentan, sean menos agudas; dado que entrega herramientas para el manejo del estrés y la ansiedad.

“La psicoterapia en este contexto busca potenciar herramientas de regulación de ansiedad, a través de alfabetización emocional y técnicas de mindfulness. Hay que atravesar varias etapas, desde aceptar el diagnóstico y entender su impacto, dando espacio a las emociones que surjan, como podría ser, la pena y a la rabia, y luego socializarlo para que el entorno más íntimo comprenda la enfermedad”, sostiene Leiva.

La especialista concluye que en caso de adolescentes, el apoyo psicoterapéutico logra buenos resultados, y es de alta relevancia, pues supone desafíos propios de la etapa, al compatibilizar la sintomatología y las indicaciones médicas, con las actividades sociales cotidianas y el grupo de pares.  Las EII, en fase de crisis, afectan notoriamente los niveles de energía de la persona y sin un debido tratamiento integral, el manejo del diagnóstico suele tener efectos de consideración, tanto en jóvenes como en adultos.

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