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Conservación de fachadas patrimoniales: Una solución moderna o el recuerdo fúnebre de una historia borrada

Conservación de fachadas patrimoniales: Una solución moderna o el recuerdo fúnebre de una historia borrada

Mientras en el país se celebra el día del patrimonio, el proyecto de la Universidad de Chile de demoler un edificio neoclásico para generar un polo cultural en Vicuña Mackenna 20 (VM20) sufrió un giro repentino. Con la llegada de Ernesto Ottone al CNCA, la decisión viró hacia la conservación de la fachada del edificio. Pero más allá de esta modalidad de conservación, la pregunta es: ¿Mantener una fachada es conservar el patrimonio?


El pasado martes 26 de mayo el ministro de Cultura y el rector de la Universidad de Chile anunciaron un cambio en el proyecto que pretendía demoler el edificio que ocupó la Facultad de Química y Farmacia de la misma casa de estudio. La decisión se tomó a raíz de las presiones ciudadanas y de especialistas que pusieron luz de alerta sobre un proyecto arquitectónico que volaría un inmueble construido en 1904 con una alta carga patrimonial.

La modificación considera mantener la fachada del edificio, en vez de destruirlo en su totalidad, con el objetivo de compatibilizar la demanda ciudadana por salvaguardar el patrimonio con el proyecto original. Pero ¿es suficiente una fachada para conservar el patrimonio nacional?

Nueva casa para la universidad

Durante 2014 se aprobó el proyecto VM20, uno de los planes arquitectónicos más ambiciosos de la Universidad de Chile en el último tiempo. Se trata de la construcción de un espacio que vendría a solucionar una buena parte de los problemas de infraestructura de la casa de estudio. Dar nueva sede al Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC), el Instituto de Asuntos Públicos (INAP), el Instituto de Estudios Internacionales (IEI), el Departamento de Postgrado y Postítulo y la Dirección de Asuntos Internacionales. Todo esto en el terreno ubicado en Vicuña Mackenna que significaría un volumen de 31 mil metros cuadrados y un costo de 40 millones de dólares.

Una solución moderna que potenciaría el aspecto cultural de la universidad y brindaría un centro para acoger a la Orquesta Sinfónica de Chile, el Ballet Nacional Chileno, la Camerata Vocal, el Coro Sinfónico y el Cuarteto Andrés Bello. El único problema era que para dar este paso el proyecto demolería por completo el edificio del arquitecto francés Eugenio Joannon Crozier ideado en 1904, profesional responsable también de la fachada de la Iglesia de San Ignacio Alonso Ovalle y la capilla lateral de la Virgen del San Cristóbal.

vm20

Vicuña Mackenna 20

Un lugar cargado de historia, ya que en 1910 se convirtió en sede de la Sociedad de Vinos de Chile y desde 1945 fue acondicionado para ser la primera sede de la Facultad de Química y Farmacia hasta 2013. Es por esto que en 2010 el Colegio de Arquitectos patrocinó un concurso público para revivir el espacio conservando el edificio, instancia que tuvo un ganador. Sin embargo, no fue considerada, ya que hubo un cambio en el programa, para finalmente decidir demoler el inmueble en su totalidad. Una medida económica que se fundamenta en que el edificio no está afecto a ninguna de las categorías de preservación patrimonial definidas por el Consejo de Monumentos Nacionales.

Así lo explica Erico Luebert, arquitecto coordinador del proyecto VM20, quien señala que la universidad no tenía ninguna obligación de mantener la fachada. “Hay que ser bien objetivos, no todo lo antiguo es patrimonio, desde el punto de vista histórico ese edificio no tiene grandes valores patrimoniales”, agrega.

Sebastián Gray, presidente del Colegio de Arquitectos afirma que “en ese cambio de propósito se decidió de una manera sumaria prescindir del edificio que antes había sido objeto de protección”.

Esta semana se dio a conocer la decisión del ex director del CEAC y actual ministro de Cultura, Ernesto Ottone Ramírez, de conservar la fachada. Según Erico Luebert, esta fue una medida que se pudo tomar justamente gracias al salto que dio Ottone hacia el Consejo de la Cultura y las Artes (CNCA), ya que “eso ayudó también a conseguir los recursos, porque esto es una voluntad política, conseguirla no es fácil. Pero bueno él se movió para conseguir los fondos”.

La situación actual es aún incierta. Si bien el anuncio fue la intención de conservar la fachada del inmueble, especialistas coinciden en que aún hay que esperar el resultado de la modificación del proyecto, que iba a empezar su demolición en junio. Luebert señala que se encuentran en un proceso de rediseño para adecuar la construcción a esta nueva medida, pero que “la solución definitiva no está y lo que se está viendo también son los costos que esto involucra”.

Espacio M

Espacio M

Una solución usual

Este cambio de último minuto, motivado por los numerosos reclamos, deja en evidencia una forma ya acostumbrada en la arquitectura nacional de valorar el patrimonio. Una mirada fachadista que entiende en solo la cáscara de las construcciones la preservación del contenido histórico patrimonial de los edificios. Costos versus patrimonio es lo que marca este caso, como tantos otros que proliferan en Santiago y regiones.

El ex edificio de El Mercurio, ubicado en Compañía esquina Morandé es uno de los ejemplos mejores logrados, a pesar de otorgar un uso comercial. Una estructura de inspiración neoclásica del arquitecto francés Lucien Henault, construida en 1892 para la familia Larraín Zañartuque y que desde 1902 fue sede del diario hasta 1985. En 2010 se intervino para construir el mall Espacio M que mantuvo la fachada acompañada del emplazamiento de un edificio de ocho pisos.

En contraste está el ex edificio de la Corporación de la Vivienda Tucapel en Concepción, obra de 1961 que conecta el campus de la Universidad de Concepción con la plaza de Tribunales de la ciudad y que hoy alberga el Mall del Centro de Concepción. El centro comercial de 112 metros se enfrenta a la fachada original de 12 metros que fue medianamente conservada.

Ignacio Ossa, arquitecto de la Universidad Católica y académico de la Universidad Diego Portales, destaca que es fundamental el programa que albergue el proyecto en la conservación del patrimonio. En este caso, el uso comercial no da cuenta de la relevancia histórica de los edificios ni reivindica el uso que anteriormente tuvo, a diferencia del programa de VM20.

Hotel Diego de Almagro

Hotel Diego de Almagro

“No es aceptable mantener solamente una fachada y dejarla como una especie de recuerdo casi funerario de algo que existió en el pasado, como se ha hecho con otras obras de arquitectura, que en realidad son ejemplos bastante penosos”, afirma el presidente del Colegio de Arquitectos, Sebastián Gray.

Dentro de esos casos destaca la transformación de la antigua Compañía de Gas de Valparaíso, que fue comprada por Cencosud para la construcción del Jumbo-Easy en avenida Argentina. Como también el Hotel Diego de Almagro o ex Palacio Rivas en la Alameda con San Martín, que aloja un edificio de ocho pisos que supera a la estructura original. Lo mismo a unas cuadras con la ex Cárcel Pública y los juzgados.

“Mantener la fachada no es mantener el edificio, quiere decir que vas a demoler el 95% del inmueble, y es una visión fachadista que no es preservar el patrimonio. Los inmuebles pueden tener mayor contenido de valor patrimonial muchas veces en el interior y no necesariamente en la fachada”, sentencia Rosario Carvajal,  presidente de la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales.

Y los ejemplos suman y siguen, la Compañía Sudamericana de Vapores en Valparaíso,  el Palacio Pereira en calle Huérfanos, que empezó la ejecución del proyecto para construir un espacio que albergará a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y al Consejo Nacional de Monumentos. Además de la Maestranza de San Barnardo, donde actualmente hay una discusión entre la ciudadanía por el uso del inmueble, ya que el proyecto es emplazar un mall.

Estos casos dejan en evidencia una práctica constante en el país, que parece constituir una solución, pero que en el fondo no asegura la conservación del material patrimonial. El patrimonio no es sólo el edificio, sino lo que éste simboliza, la historia vivida en él y cómo se relaciona la ciudadanía con el espacio.

Compañía Sudamericana de Vapores de Valparaíso

Compañía Sudamericana de Vapores de Valparaíso

Dignificar el patrimonio

“Mantener una fachada no es una solución y ni siquiera dignifica el patrimonio, sino que lo convierte en otra cosa, en una especie de representación ambigua de lo que es el patrimonio. Es mucho más que un plano, una imagen o un recuerdo de un edificio, sino que son valores más complejos de un cuerpo construido”, manifiesta Sebastián Gray.

En este aspecto coincide el arquitecto Ignacio Ossa, “el camino más fácil al dejar una fachada es que el nuevo edificio no necesariamente entra en diálogo arquitectónico con lo que uno dejó de patrimonio. Es una mala práctica que claramente no le hace justicia a para qué se está dejando un edificio que arquitectónicamente uno considera que es patrimonial, si después el nuevo edificio y su programa no entran en juego con él ni lo reivindican”.

Por su parte, Rosario Carvajal, señala que “en la academia hay un gran déficit en la formación de los profesionales, esto se crea no se improvisa. Muchas veces los arquitectos no tienen la sensibilidad de intervenir en inmuebles, por lo que las instituciones de formación deben ser capaces de rehabilitar, dar nuevos usos, pero respetando la preexistencia y los valores patrimoniales.

Frente a esto el arquitecto Ignacio Ossa señala que “hemos aprendido en el último tiempo que cuando uno trabaja el patrimonio no somos los arquitectos necesariamente los dueños de la última palabra”.

Respuesta ciudadana

Con leyes antiguas que no se adaptan a las condiciones actuales del patrimonio, ha sido la ciudadanía la que se ha levantado para proteger la historia que contienen ciertos edificios. Un valor que poco a poco se ha instalado y que, en algunos casos, ha posicionado la discusión en las esferas de las autoridades, como ocurrió con el proyecto de VM20. Instancia que sumó agrupaciones ciudadanas y especializadas como el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Químicos Farmacéuticos, el Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

“La ciudadanía en Chile es la que ha sido capaz de instalar el tema de patrimonio en la agenda pública, aquí no ha sido la autoridad, y por el contrario, las autoridades han sido las más resistentes en este tema, y la academia también se ha quedado atrás y ahora se está poniendo al día”, señala la dirigente Rosario Carvajal.

A poco tiempo del día del patrimonio, VM20 representa el olvido de los edificios que han sido espectadores de la historia chilena, pero también es una señal de los resultados logrados luego de que algunos alzaran la voz.

“Lo que ha pasado es que las organizaciones ciudadanas han empezado a tomar esto como bandera de lucha propia, que me parece que es lo mejor, porque cuando nace de la ciudadanía y empiezan a tomar el patrimonio como algo propio e importante de mantener y transmitirlo a las nuevas generaciones es cuando esto parte empoderado”, sentencia Ossa.

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