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Andrei Gravilov: Un sobreviviente de la cortina de hierro en Corpartes

Andrei Gravilov: Un sobreviviente de la cortina de hierro en Corpartes

Exuberante, desbordante, apasionado y con gran volumen podría parecer en principio como un romántico desesperado. Buscó la conexión con el público y lo logró. Con pasión y vehemencia, desbordando los acostumbrados cánones estilísticos avanzó al tercer movimiento, luego de haber interpretado los dos primeros con libertad y maestría. La ovación fue emocionante y el artista devolvió los cumplidos con una virtuosa obra de Prokofiev.


Este año, Corpartes ofrece un banquete de música que pocas veces se ha dado en estas latitudes. Orquestas de gran prestigio son parte de la carta como la Sinfónica de Israel con Zubin Metha, la Sinfónica de Hamburgo y la Orquesta Barroca de Venecia, además del solista Misha Maisky, el cellista letón cuya primacía mundial compite con Yo Yo Ma. La temporada se inició con la Orquesta Sinfónica del Estado de Siberia junto al prestigioso pianista Andrei Gavrilov como invitado.

La Orquesta Sinfónica del Estado de Siberia es un ícono y una luz que proviene de una parte del mundo conocida por ser una cárcel, un lugar de destierro, de castigo y de horrores, así descrito por los grandes literatos rusos. Hoy cumple un activo rol social y educacional en Siberia junto con viajar por el mundo con excelentes críticas. Su joven director Vladimir Lande dirigió obras claves del repertorio romántico ruso con natural soltura.

El programa comenzó con la Rapsodia sobre temas folclóricos moldavos de Myeczyslaw Weinberg, obra rica en las luces y sombras de las diferentes culturas de origen judío que conviven en Rumania, Moldava y Ucrania.

Continuó con el Concierto para piano y orquesta nº 2 de Sergei Rachmaninov que tenía como solista al afamado pianista Andrei Gravilov, un sobreviviente de la cortina de hierro.

Gravilov con 18 años ganó el concurso de Piano Tchaikovsky siendo el más joven laureado de la historia de este certamen mundial, naciendo así una nueva promesa. Gracias a su protector Sviatoslav Richter un gigante del teclado, tuvo la oportunidad de reemplazarlo en un recital del prestigioso Festival de Salzburgo el año 1974. Con ello su carrera internacional, que lo paseó por emblemáticos escenarios y le dio la posibilidad de tocar con grandes orquestas, fue el centro de su vida. Artista exclusivo del sello EMI, ganador de premios claves para el mundo musical, tocó conciertos con los mas importantes directores y su fama crecía y crecía.

Sin embargo, esos primeros años estuvieron ensombrecidos por las censuras que imponían las autoridades soviéticas que retenían su pasaporte y no le permitían una nueva gira artística. El régimen de Andropov lo persiguió y le prohibió salir incluso de su casa, acosado y delatado sintió que su vida corría un grave peligro. Solo con la apertura de Gorbachov pudo obtener su libertad. Ganador de prestigiosos premios, reconocido por la crítica como el hombre del año, fue la estrella soviética que brillaba por el mundo. Tras una gira por Japón decidió tomar dos años sabáticos que se transformaron en ocho y con ello frenó su exitosa carrera.

Con la excusa de no tener ganas de tocar el piano realizó una profunda introspectiva que lo alejó de los escenarios por casi una década. En una entrevista ante un periodista inglés, explicó que la fama y el éxito no eran lo que buscaba. Se instaló en el la reflexión de que a pesar de tener el mundo a sus pies, no sentía el llamado interior de ese artista libre, original e idealista que siempre soñó en ser, y hoy se sentía convertido en un músico de la industria. Pero en verdad, lo que escondía era una incipiente falta de confianza y el aterrador pánico escénico. Ya instalado en Suiza, con un nuevo matrimonio y un nuevo hijo, sus amigos y mecenas lo impulsaron a volver a tocar. Su regreso en el año 2002 fue difícil y era un tema de vida o muerte.

En Chile demostró que ganó esa lucha. Exuberante, desbordante, apasionado y con gran volumen podría parecer en principio como un romántico desesperado. Tras la pausa del primer movimiento se paró y le habló a la audiencia señalando que podíamos aplaudir si queríamos, que la obra podía verse como piezas separadas lo que causó gran simpatía. En el segundo movimiento su temperamental interpretación de Rachmaninov cruzó los límites y a pesar de las excesivas libertades a nadie le importó mucho. Buscó la conexión con el público y lo logró. Con pasión y vehemencia, desbordando los acostumbrados cánones estilísticos avanzó al tercer movimiento. La ovación fue emocionante y el artista devolvió los cumplidos con una virtuosa obra de Prokofiev.

En la segunda parte, la Orquesta siberiana ofreció la Quinta sinfonía de Pyotr Ilyich Tchaikovsky. La experimentada batuta de Lande deambuló con sonidos brillantes y exultantes por las populares melodías y temas propuestos por el compositor. Realizó una excelente interpretación manejando con maestría los balances, destacando a sobrecogedores vientos y brillos inusitados de las cuerdas, y entregando una vivaz interpretación a esta popular sinfonía. Como regalo dos obras de Shostakovich que hicieron delirar a la audiencia.

La próxima cita es el 28 de junio con la Orquesta Barroca de Venecia.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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