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Otorgan premio «Agustín Siré» al Circo del Mundo-Chile por su impacto en el ámbito psicosocial, educacional y cultural Galardón fue otorgado por la Academia Chilena de Bellas Artes del Instituto de Chile

Otorgan premio «Agustín Siré» al Circo del Mundo-Chile por su impacto en el ámbito psicosocial, educacional y cultural

Es «reconocimiento a una labor artística y organizativa del más alto nivel que ha posicionado la renovación del arte circense en el país, a través de la creación, docencia, investigación y extensión, reencantando al público y a los jóvenes que año a año buscan desarrollarse en esta disciplina». La próxima semana una nueva generación de artistas egresados de la Escuela del circo exhibirá su trabajo de graduación.


La Academia Chilena de Bellas Artes del Instituto de Chile, acordó otorgar al Circo del Mundo-Chile el “Premio Agustín Siré” 2016.

En una misiva firmada por Luis Merino y Silvia Westermann, presidente subrogante y secretaria académica de la Academia, respectivamente, se indica que otorgan el galardón «como reconocimiento a una labor artística y organizativa del más alto nivel que ha posicionado la renovación del arte circense en el país, a través de la creación, docencia, investigación y extensión, reencantando al público y a los jóvenes que año a año buscan desarrollarse en esta disciplina».

El premio consiste en un diploma y una escultura de Sergio Castillo, Premio Nacional de Artes 1997. La ceremonia de entrega tendrá lugar el lunes 24 de abril de 2017, en la sede del Instituto de Chile, barrio de Bellas Artes.

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Trayectoria

El Circo del Mundo es una ONG dedicada hace más de dos décadas a enseñar, cultivar, promover y profesionalizar el «Nuevo Circo» en Chile, desde su sede en el ex Mundo Mágico de la comuna de Lo Prado.

Esta entidad ocupa las artes circenses como una herramienta de intervención en el ámbito psicosocial, educacional y cultural, potenciando la transformación social hacia el desarrollo humano y en colaboración con la comunidad. Trabajan con niños en escuela y talleres, tanto en Santiago como en regiones.

Se originó a partir de la iniciativa del Cirque du Soleil y Jeunesse du Monde que en 1995, en un proyecto de Cooperación Internacional con La Corporación el Canelo de Nos, realizaron talleres circenses a artistas chilenos, principalmente actores y bailarines, con el objeto de aplicarlo en la ayuda de niños, niñas y jóvenes con problemas sociales. En 20 años han llegados hasta unos 10.000 jóvenes y niños.

Además posee desde 2005 una Escuela de Artes Circenses, la única de su tipo en Chile, cuyo 12 egresados -la séptima generación- presentarán la próxima semana su obra de titulación, “La Celebración o el Drama del Paraíso”. Un montaje de 60 minutos que reflexiona sobre el tema de género, en funciones gratuitas los días 5, 6, 7, 12, 13 y 14 de enero a las 21:0 horas (General Bonilla 6.100 B, Lo Prado). Anteriormente ya se titularon 28 alumnos.

El circo es talento, pero en un porcentaje igual de importante, trabajo, esfuerzo, creatividad y una buena dosis de “tolerancia a la frustración, porque es intentar, que no te resulte decenas de veces y seguir intentando hasta lograrlo”, dice Carolina Osses, coordinadora de la Escuela.

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Un reconocimiento a los pioneros

El Circo es presidido por la actriz y pedagoga teatral Alejandra Jiménez, quien fue una de las fundadoras de la entidad en 1995 junto al artista Bartolomé Silva (1995-2008) y su colega canadiense Alain Veilleux (1995-2001).

«Estamos súper contentos y emocionados por el premio porque es el reconocimiento a muchos años de trabajo», señala Jiménez, un galardón por su labor «desde la creación, la docencia y la extensión, además de la formación de audiencias, porque el Nuevo Circo es muy nuevo en este país y hemos sido pioneros en exponerlo».

«Nosotros usamos el circo para diversas cosas. Tenemos toda un área académica y de profesionalización donde hemos instalado el circo como un arte escénico en Chile. Recibir este premio tiene que ver con la recompensa de esa labor, un reconocimiento que no sólo es para nosotros sino que todo el sector del Nuevo Circo».

El premio «es una sorpresa súper grata», complementa Felipe Ramos, alumno de la Escuela. «Es súper importante que la escuela en la que estamos se reconozca. Es la única en Chile y necesitamos ese apoyo que implica un reconocimiento, que también nos valida como artistas de circo».

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Hitos

Jiménez nombra varios hitos en la historia de la entidad. El primero, el mismo año de su creación, fue el Primer Encuentro de Circo Social, «donde nos dimos cuenta de que el circo es una herramienta poderosa para transformar vidas».

Luego, en 2000, ocurriría otro hito, cuando el Circo se independizó de la ONG Canelo de Nos. Y cinco años después, el inicio formal de la Escuela de Artes Circenses. Ese mismo año fueron reconocidos por la Federación Europea de Escuelas de Circo.

Asimismo, este año el Circo obtuvo un patrocinio del Ministerio de Educación (un reconocimiento a la institución) y otro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) como «institución colaboradora», el mismo que obtuvo el año anterior el Teatro ICTUS.

A lo largo de su historia, el Circo además lleva varios espectáculos montados, como «Ekun», dirigido por Bartolomé Silva, «Zirkozita» (Alain Veilleux), “Subzirko” (Álvaro Morales), “Circo al Sur” (Ruslan Svitch y Alejandra Jiménez), “Gúelcom” (Nelsón Avilés), “UMANO” (Carla Lobos), “Re-USO” (Verónica Canales y “Sol de Harapos” (Martín Erazo). “La Celebración o el drama en el paraíso” será dirigida por Camila Osorio.

¿Cómo ha podido mantenerse el Circo durante tantos años, en un plazo en que muchas organizaciones culturales simplemente desaparecen? «Los que trabajamos en el Circo del Mundo estamos totalmente enamorados de lo que hacemos y creemos en él», responde Jiménez.

«Ha sido un trabajo de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio, de muchos momentos muy duros y muy rudos, pero también con la fascinación de poder generar algo que no existe, de la nada. Para mí, como una de las fundadoras, es un regalo poder estar en este espacio y haber podido contribuir al país con la instalación de un arte nuevo en Chile».

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La Escuela

La Escuela, en tanto, no sólo prepara nuevo estreno. Este viernes vence el plazo de postulación para la generación que egresará el 2020, un proceso que dará paso a las audiciones de enero.

Los últimos egresados están compuestos por un grupo de 12 alumnos, once varones y una chica. Uno de ellos es Felipe Ramos, de 24 años, originario de San Javier, en la Región del Maule. Él vino a Santiago para estudiar Ingeniería Mecánica en la U. de Santiago, pero su amor por el arte circense fue más fuerte:  ya entonces hacía malabares y tela. Recuerda que en su proceso de postulación hubo 40 candidatos, quedaron 29 y ahora sólo egresan estos 12, de lugares como Los Ángeles y Santiago.

«Dejé ingeniería pensando en dedicarme al circo, pero sin saber cómo. Sentía que tenía otras necesidades», recuerda. «Al principio a mi familia no le gustó la idea, es muy tradicional y aspiraba a que yo fuera ingeniero, pero con el tiempo se dieron cuenta que mi carrera es súper sustentable. Que sea una escuela además le da un grado de seriedad. Y por sobre todo me ven feliz».

Justo en aquel momento, en 2014, para su suerte, se abrió la postulación de la Escuela, que no es anual, sino que entra un grupo nuevo cuando el anterior se titula.

«La Escuela te forma en tres ámbitos: el circo como herramienta de intervención social, el circo como técnica, en el ámbito pedagógico, y un ámbito artístico ligado netamente a los escenarios», explica. «En ese momento a mí me llamaba mucho la atención el ámbito social, y a través de la escuela me di cuenta que el ámbito social y pedagógico también son sumamente ricos».

Ámbar Isopi.

La estudiante Ámbar Isopi.

Así Felipe empezó a dar talleres en poblaciones. «Me di cuenta que así podía producir cosas en la gente en términos personales, porque como todo arte es una cuestión muy sanadora».

En la Escuela se especializó en la «rueda alemana», un aparato gimnástico donde el artista desarrolla una rutina mientras está en movimiento. «Yo entré con un nivel amateur y la escuela me ha dado un montón de herramientas. Ha sido una experiencia súper enriquecedora», celebra, agradecido por haber podido aprender con profesores de Moldavia, Argentina y Chile.

Otra egresada es Ámbar Isopi, de 23 años, la única chica en esta generación. Ella es de Conchalí y a los 15 años conoció el circo en un taller que dictaba un profesor de la Escuela. «Ahí comencé a interesarme. Me interesó mucho trabajar mi cuerpo y me enamoré de la disciplina, de poder hacer teatro, danza».

Así que apenas terminó el colegio, Ámbar postuló a la Escuela y quedó. «Mi mamá al principio se quería morir. Ella quería que estudiara una carrera tradicional para ganar plata, pero terminó por aceptarlo. Ahora todo el mundo me apoya y se sienten contentos por ver mis logros. Me ven contenta porque hago lo que me gusta».

Ella ingresó a la escuela «porque tiene una formación bien completa», cuenta. Se especializó en aro aéreo.

«La experiencia de la escuela ha sido súper ruda, súper dura, pero también gratificante, porque aparte de crecer artística y técnicamente fue un crecimiento psicoemocional, de aprender sobre mí misma, a relacionarme con las personas, a superar las frustraciones, a tener tolerancia y paciencia. También aprendí un estilo de vida, de alimentación saludable, de descanso, de prevención de lesiones. Estoy muy contenta de haber hecho la carrera y de haber terminado».

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El estudiante Felipe Ramos. Foto: Ignacio Ortiz.

Para ella, el premio es también a su propio esfuerzo, «porque nosotros estamos acá trabajando a diario en la pista por sacar adelante esta institución y que sea de un alto nivel artístico».

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